«Los del servicio de limpieza son los que más asustados están»
Las estrictas medidas aplicadas en el Carlos III ponen a prueba a todo el equipo
alejandro carra
Atender a un enfermo de Ébola es algo a lo que pocos médicos y personal sanitario están acostumbrados. Pero en 36 horas, España pasó a convertirse en pionera en Europa en el tratamiento clínico de un paciente afectado por este virus hemorrágico. Y como ... ante toda situación nueva que entrañe riesgo, los nervios son inevitables. Miguel Pajares, el misionero español infectado por Ébola, repatriado desde Liberia junto a la hermana Juliana Bonoha, lleva ingresado desde el pasado jueves en el hospital Carlos III de Madrid, atendido por 2 médicos, 4 enfermeros y 4 auxiliares que a lo largo del turno se van relevando cada dos horas para atender a Pajares. Y no todos los miembros del equipo lo llevan con la misma calma.
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Fuentes próximas al personal que atiende a Pajares cuenta a ABC que «Los de la limpieza son los que peor lo están pasando, y nadie habla de ellos». Al fin y al cabo, sigue explicando esta persona, «en el resto del equipo los hay que han tenido contacto con otro tipo de pacientes con enfermedades infecciosas, algunas incluso más peligrosas que el ébola. Pero para la gente del servicio de limpieza todo esto es totalmente nuevo. Están asustados pero cumpliendo. Los que ya tenían experiencia les han enseñado cómo ponerse y quitarse los trajes y se van acostumbrando. Una vez que se le han puesto todas las medidas invasivas a Pajares, ellos y los auxiliares son ahora los que tienen que manejar cada día todo el material contaminado».
Más estrictos que la OMS
Las medidas sanitarias de seguridad tomadas con Pajares son las máximas, incuso por encima de las que marca la OMS , que no indica en sus protocolos que las habitaciones deban tener esclusas de presión negativa puesto que este virus no se contagia por el aire. Pero en el Carlos III no solo se ha aislado a Pajares en una habitación con estas características sino que además quienes le manejan físicamente llevan un traje de protección individual de nivel 4, con equipo de respiración autónomo.
«Aunque con la práctica ya no tardan más de media hora en ponérselo y quitárselo, pesa mucho y el calor se hace agobiante. No es nada fácil trabajar con él. Los que no se acercan a menos de metro y medio de Pajares tienen más suerte y no lo llevan; con el mono amarillo, los guantes, el calzado y las gafas y la mascarilla es suficiente. Pero este traje tambien hay que ponérselo y quitárselo según un protocolo muy detallado».
Desde que ingresó en el hospital madrileño, Pajares no ha tenido ninguna hemorragia ni complicación , y con los sistemas de telemetría que se han instalado no es necesario entrar tantas veces en la habitación porque se le puede controlar desde el exterior. «Pero siempre hay que lavarle, cambiarle y retirar todo el material de desecho. Y ahí está el ébola».
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