De Florencia a Breslavia, pasando por la Feria
Los nervios de las horas previas y el partido se hicieron notar entre los béticos presentes en la Feria en una noche que se transformó en antológica con el triunfo del Betis
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Si bien la Feria de Sevilla está calificada como una ciudad efímera, esta no está ajena a todo lo que la rodea, a nivel político, social y, obviamente, cultural o deportivo. El Real Betis es una de las instituciones más importantes de la ... capital hispalense, mueve a miles de seguidores que andan pendiente de las evoluciones del club y, ante una cita para la historia como la que tenía este jueves el conjunto dirigido por Manuel Pellegrini, la Feria no estuvo ajena a la misma. Desde primera hora en el real se palpaba que hoy era día importante para, al menos, la mitad de la ciudad. Los detalles en verdiblanco resaltaban en la vestimenta de los asistentes a las casetas. Calcetines y corbatas con motivos béticos o colores verdiblancos, trajes de flamenca blancos con complementos en verde y viceversa, e incluso grupos con la camiseta del Betis puesta, era el día para ello. Las casetas de las peñas béticas, como la que se sitúa en la calle Pascual Márquez 49, en honor a Rafael Gordillo, eran un hervidero de nervios, que se iban acrecentando con el paso del tiempo. De hecho, la respuesta más común que respondía el aficionado del Betis al que le preguntaban era la misma: «estoy cagao».
Eso sí, el plan para afrontar el partido decisivo del Betis en Florencia, en el que se jugaba su pase a su primera final europea, variaba según la manera de afrontar esta cita de cada persona. El denominador común fue la asistencia a la Feria desde la hora de comer para después huir del recinto en los minutos previos para buscar un local o casa en el que presenciar el partido. «Qué agusto se está en la Feria ahora», se escuchaba con sorna en la caseta de Pascual Márquez, 23, donde los socios de tinte sevillista, experimentados en estos escenarios, se jactaban de la tranquilidad con la que podían vivir la noche del jueves. Eso sí, dejaron claro una cosa, porque para eso esta ciudad es tan dual: «si se meten en la final, en cuanto pite el árbitro ya estoy yo rumbo a mi casa».
Miguel, socio cuyo hogar se encuentra a escasos metros de la Feria, reconocía que «me voy a mi casa media hora antes, que van a venir también unos amigos que estamos repartidos por el real para vivir el partido». Cuestionado por el resultado y sus consecuencias, fue tajante: «si pasamos, quemamos la Feria esta noche y los próximos días. Y si ocurre lo que no quiero ni mencionar, no vuelvo a pisarla». También Ángel, socio de más de 30 años del Betis, se reunió con varios amigos en un domicilio del Edificio Presidente, junto a la portada de la Feria. «Hemos estado con amigos nuestros que son del Sevilla pero ya nos hemos despedido hasta mañana, porque pase lo que pase, no volveremos a coincidir esta noche», reconocía, ejemplificando cómo se vive la realidad en la ciudad efímera de Los Remedios.
También había espacio para los ausentes. «Mi marido me dijo que esto era una vez en la vida y se marchó esta mañana a Florencia para vivir el partido en el estadio. Me dijo 'Cari, ferias hay muchas, pero el Betis pudiendo meterse en una final europea Dios sabe cuando volverá a pasar'. Así que aquí estamos...», desvelaba Isabel, que además enseñaba un móvil con una foto de su pareja en la plaza del Duomo de Florencia.
La peña de la Feria
Los que sí tenían garantizados una afluencia masiva de aficionados béticos procedente de la Feria eran los socios de la Peña Bética Los Remedios. Situada justo frente a la calle Espartero, en plena avenida Flota de Indias, se convirtió en lugar de peregrinación en el que encontrar una televisión y compartir alegrías y sufrimientos junto a más seguidores del Betis. Aquel lugar era el Artemio Franchi rodeado de sevillanas y farolillos. No cabía un alfiler, hasta el punto de que la peña tuvo que poner a un hombre en la puerta que impidiera el paso por tener el aforo completo. Era imposible no enterarse cómo iba el partido aunque estuvieras dentro de una caseta con la música a un nivel alto. Siempre estaba el que miraba el partido en el móvil -jurando en arameo por la cobertura-, el que miraba la aplicación de resultados o el que tenía un auricular con la radio puesta para seguir el minuto a minuto del duelo. «Yo he decidido quedarme en la Feria y no saber nada del partido hasta que acabe porque sufro mucho del corazón, aunque es difícil aguantarse y no preguntar», afirmaba Juan Antonio, un veterano que buscaba distraerse bailando sevillanas con su nieta.
De los nervios, al éxtasis
Móviles, tablets y, obviamente, televisores en bares cercanos se convirtieron en el foco de atención durante un partido que lo tuvo todo. Desde el éxtasis del 0-1 inicial al nerviosismo cuando la Fiorentina le daba la vuelta al marcador. Gente saliéndose de las casetas, al borde del colapso hasta que Abde ejecutó el 2-2, un gol que resonó en toda la Feria. El pitido final del árbitro provocó el inicio de la fiesta, una ecolalia dentro del real, que fue entonces territorio para los que sienten en verdiblanco.
Fue curioso observar como la gente avanzaba en masa desde el barrio de Los Remedios hasta el recinto ferial con cánticos que resonaban al unísono como si de grupos ultras se tratasen. Unos ultras vestidos de chaqueta y traje de flamenca dispuestos a hacer suya una feria que les iba a sentar mucho mejor.
Las casetas se convirtieron en pequeñas peñas verdiblancas en un real en el que, como todo en esta ciudad, los damnificados fueron los sevillistas, que ya saben de sobra lo que es vivir lo que anoche vivieron sus vecinos y 'enemigos' íntimos. Un jueves para el recuerdo en el que el Betis pasó de Florencia a Breslavia, donde se disputará la final, pero con una parada en la Feria.
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