Tras la tormenta, la poesía vuelve a brotar en la Feria del Libro
Los versos de Carlos Marzal y Mª Ángeles Pérez López celebran la palabra en el encuentro Hispalit
Una nebulosa de recuerdos de Eduardo Halfon y Galder Reguera
Sevilla
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Iniciar sesiónLos Jardines de Murillo abrieron ayer aún con el temblor húmedo de la tormenta. Tras el cierre forzoso del miércoles —cuando la lluvia y el viento hicieron imposible mantener la Feria del Libro abierta—, este jueves el recinto recuperó una cierta calma. No del ... todo: el albero, convertido en barro espeso, obligaba a esquivar charcos; los tablones de madera servían de improvisadas pasarelas y las ramas caídas recordaban la violencia de la víspera. Pero entre los puestos, los libreros parecían respirar aliviados. El aire olía a tierra mojada, y esa humedad, incómoda para el público, era casi un regalo para quienes llevaban días sacudiendo el polvo de los ejemplares. A pesar del frío y del horario lectivo, las casetas se fueron llenando de visitantes curiosos. Las presentaciones, sin embargo, mantenían su discreto pulso: espacios donde se detiene el ruido y solo quedan las palabras. Aunque, a decir verdad, estos pasaban completamente desapercibidos y eran muy pocos los curiosos que se quedaban a las charlas. Uno de esos encuentros fue el Hispalit, que reunió a Carlos Marzal y Mª Ángeles Pérez López, con la escritora Mercedes Duque como moderadora.
Marzal, Premio Nacional de Poesía por 'Metales pesados', regresaba al verso después de trece años de silencio con su nuevo libro, 'Euforia', un título que, como él mismo explicó, «se fue gestionando poco a poco, como todo lo que merece la pena». Durante ese tiempo, escribió otras cosas, pero sin la misma necesidad. «Si uno pierde el hábito de escribir poesía», confesó, «la poesía no se presta fácilmente a volver a ti». A su lado, Pérez López —profesora titular de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Salamanca, poeta traducida a varios idiomas y Premio Nacional de la Crítica— defendió una visión del lenguaje como territorio en conflicto. «La poesía es un sitio extremo», dijo, «porque el lenguaje está completamente atravesado por la violencia, por lo que se calla y por lo que se codifica en cada mensaje». En su mirada, escribir no es un gesto estético, sino una forma de resistencia ante la deshumanización: «Vivimos tiempos en los que podemos llegar a perder la condición humana. La poesía, para mí, es esa resistencia».
La conversación, guiada con naturalidad por Duque, permitió descubrir afinidades inesperadas entre ambos. Si Marzal tiende hacia una poesía más celebratoria, luminosa y reflexiva, Pérez López escribe desde la herida y la escucha. Sin embargo, como apuntó la moderadora, «esas diferencias solo lo son en apariencia: la celebración y la reivindicación son, al final, la misma cosa». El propio Marzal, siempre escéptico ante los grandes discursos poéticos, lo resumió con ironía: «Cada uno hace lo que puede con lo que sabe, y las intenciones, al final, no tienen interés. No me importa si un poeta se considera un funcionario o un elegido; lo que importa es el resultado». Pérez López recogió esa idea desde otro ángulo: «La poesía no se fabrica. Es un lugar al que se llega, pero también un lugar que te llega a ti». Para ella, el poema surge cuando el lenguaje se vuelve inhabitable y uno necesita buscarle otro sentido. «Quien se acerca a la poesía lo hace porque algo le pide llegar a ella, porque busca en ella lo que no encuentra en su día a día», explicó.
Duque introdujo entonces el tema del asombro, esa chispa primera que da origen al poema. Marzal no dudó: «Es una palabra muy importante para los poetas. El asombro tiene algo infantil, y eso es lo que nos salva. La poesía es una lente de aumento que el poeta sabe colocar sobre las realidades para su propio asombro y el del lector». Pérez López respondió: «No hay un espacio limitado para lo poético. El asombro puede estar en lo cotidiano, en lo más pequeño». La poeta añadió una reflexión sobre la identidad y el lenguaje que provocó uno de los silencios más atentos de la tarde: «Siento que una vida puede ser muy limitada, pero la imaginación, las lecturas y la porosidad con la que vivimos nos atraviesan de cosas que no hemos vivido. Por eso no me gusta el pronombre 'yo', porque encierra una porción de mundo. Lo que busco es abrirme a la escucha. Algo que pasó hace siglos puede entrar en el poema y transformarnos».
«No hay un espacio limitado para lo poético. El asombro puede estar en lo cotidiano, en lo más pequeño»
Mª Ángeles Pérez López
Poeta
Tras una hora de conversación, llegó el turno de la lectura. Pérez López abrió el micrófono con 'Quizás zigurat y quizás guepardo' y 'Mi cuerpo choca contra los pronombres', textos pertenecientes a su libro 'Mediterráneo de los muertos'. «Nace del espanto», explicó antes de leer. Marzal tomó el relevo con varios poemas de 'Euforia'. Comenzó con '3,78 cm al año', donde el asombro y el paso del tiempo se entrelazan en una reflexión sobre la identidad. «Yo no sería lo que soy sin Sevilla ni mi escritura», dijo antes de leer. Luego vinieron 'La lista de la compra', un poema doméstico y cercano, y, para cerrar, 'El baile de la llama' y 'Un baño al mediodía', piezas que condensan la mirada vitalista que atraviesa todo el libro. Afuera, el frío seguía calando entre los árboles y los charcos seguían ahí, pero la feria respiraba de nuevo, reconciliada con su ritmo. En los Jardines de Murillo, entre el barro y las hojas caídas, la poesía volvió a suceder —como esos poemas que, sin que nadie los busque, acontecen.
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