50 años de 'Nuevo día' de Lole y Manuel, el disco que cambió el flamenco
El productor del disco, Gonzalo García Pelayo, explica las claves del trabajo: «Sin haber oído nada antes los llamé a Madrid»
El cancionero de Lole Montoya, un íntimo viaje por su historia

Hacia finales de los años sesenta y durante los setenta, Sevilla se había convertido en el epicentro de la contracultura en España. Gracias a las bases de Rota y Morón de la Frontera, la música anglosajona que llegaba comenzó a fusionarse con la ... cultura andaluza, creándose un nuevo género musical denominado 'flamenco fusión'. Manuel Molina fue el artífice de la revolución del flamenco cuando se unió al grupo Smash, tras la recomendación de Jesús Antonio Pulpón, y juntaron el palo del Garrotín con el rock n' roll. Es ahí cuando nace la primera piedra del Nuevo Flamenco. Con motivo del 50 aniversario de la publicación del álbum debut del dúo, ABC de Sevilla analiza junto al productor Gonzalo García Pelayo (ahora afincado en Buenos Aires) la obra perteneciente a la 'Serie Gong'
Sin embargo, durante los primeros años de vida de este fenómeno contracultural, que mezclaba la tradición flamenca y el movimiento hippie, no fueron muy exitosos: surgían artistas que alcanzaban un éxito moderado a nivel local o regional, pero no había alguien que obtuviese un reconocimiento nacional unánime. No había nadie hasta que llegaron ellos: Lole y Manuel. La publicación de 'Nuevo Día' (1975), el primer disco del dúo musical y matrimonio, supuso un antes y un después en la historia de la música en España en general, y en la del flamenco en particular. El álbum representó el primer gran golpe del nuevo flamenco sobre la mesa. El éxito nacional llegó; el boca a boca fue abriendo paso lentamente a la voz de Lole Montoya y los arreglos de Manuel Molina, hasta que llegó a la prensa especializada y las críticas lo consagraron. Gonzalo García Pelayo lo explica así: «Eran gente nueva que no tenían un antecedente con el que comparar».
Innovación y atrevimiento
Para comprender el triunfo del dúo, es necesario entender el atrevimiento que reside detrás de su propuesta: música folclórica árabe, blues del Misisipi o el rock psicodélico son algunas de las innovaciones que abrazan al flamenco en este disco. García Pelayo lo describe como: «la búsqueda era la de un sonido auténtico, que uniera el rock con nuestras raíces». Aunque Lole Montoya y Manuel Molina habían sido criados en la escuela tradicional, tenían un espíritu aventurero que les llevó a cumplir, en muchas ocasiones, una labor expeditiva más allá de los márgenes del flamenco. Gracias al trabajo conjunto con Gonzalo García Pelayo, productor del disco y de otros artistas como Triana o María Jiménez, y el músico arreglista Carlos Cárcamo, consiguieron captar sonidos que nunca antes habían sido escuchados por el público. Fue la primera vez que en una grabación de flamenco se utilizó el mellotron, que se había hecho famoso después de que Los Beatles lo utilizaran en su canción 'Strawberry Fields Forever', este instrumento dista por completo de la sonoridad típica de la música andaluza (que por aquel entonces ni siquiera contaba con el cajón peruano, que aparecería en 1977), y su empleo en la canción 'Un cuento para mi niño' representa un gesto de atrevimiento y revolución que demuestra el momento de apertura social por el que pasaban España y el flamenco. García Pelayo explica que «este instrumento lo usábamos como colchón en temas lentos, esas notas que se hacen largas por detrás para crear ambiente».
El 'Muro de Sonido' de García Pelayo
El sonido que envuelve todas las canciones del disco es fruto de la experimentación dentro del estudio. Basándose en las producciones de Phil Spector y su Wrecking Crew, Gonzalo García Pelayo buscó crear su propio Wall of Sound, la técnica de producción más demandada en los años sesenta y setenta, pero dándole a la voz de Lole una presencia absolutamente principal. Para ello, Gonzalo García Pelayo se inventa una técnica nueva: «Consistía en grabar dos guitarras con cuatro micros, unos totalmente agudos y otros graves, al cruzar los ecos de los agudos consigues unas guitarras ligeras y airosas que pueden estar muy fuertes y cerca de la voz», explica el productor. Es así como gracias al uso de eco y reverberación, junto con una producción original en la época y el estilo, nace el particular sonido del álbum: «Nuestra idea era que el disco sonase a Pink Floyd, a la época de Ummagumma. Era la idea de llevar un flamenco joven al mundo de lo excitante». Ese es el punto del disco, la unión de mundos que, aunque se encuentren a océanos de distancia, son capaces de transmitir una emoción común empleando registros únicos.

A pesar de todas las rarezas que pueda presentar este trabajo, hay algo que se mantiene como principal siempre: la voz de Lole. El peso del protagonismo cae sobre los hombros de Lole, que levanta su propia forma de cantar desde lo más adentro. Si hay una palabra que describe la voz de Lole en este disco es afilada. Su cante corta el aire y atraviesa el cuerpo de quien la oye, especialmente cantando por alto, que es cuando el brillo que lleva impreso su hoja resalta más. Sin embargo, cuando utiliza una voz grave, la canción adquiere una resonancia embaucadora gracias a la tesitura de su timbre. Por otro lado, el tono luminoso de Lole contrasta drásticamente con la voz granulada de Manuel Molina. El guitarrista emplea una voz con un tono arenoso, sin miedo a que se le rompa. Cantando desde la garganta, logra arañar el alma y dejar un zarpazo que se traduce en el silencio que deja. Este silencio es, precisamente, uno de los aspectos mágicos del álbum: lo que no se dice, la reflexión que sucede a la emoción. El reposo que dejan los músicos cuando la canción habla genera un punto de tensión que se resuelve en el instante siguiente, dejando respirar a la música y embaucando a quien se le pone enfrente. «La innovación de hacer la bulería lenta me parece algo genial», subraya García Pelayo, a quien esto beneficiaba a la hora de producir el disco. «Hay más fluidez en todo, está todo menos picado y hay más hueco para que se oigan otras cosas».
La poesía en el flamenco
Otros de los aspectos que hacen de 'Nuevo Día' lo que es, son sus letras. Escritas por Juan Manuel Flores en su mayoría, aunque también las hay de Manuel Molina. Los poemas tratan temas que se alejan intencionadamente de las temáticas del flamenco más ortodoxo. Si lo normal en la escuela tradicional eran las letras oscuras, basadas en las tragedias de la vida y el amor y escritas siempre de forma sencilla y cotidiana, en este disco pasa exactamente lo contrario. La poesía adquiere un tono primaveral y entona un canto a la vida. Esto se ve, por ejemplo, en 'Todo es de color', donde, apoyándose en un sonido psicodélico, Flores describe un mundo de colores alabando lo bello de la vida y Lole le presta la voz en la plegaria. En este aspecto es importante mencionar, a modo de medalla local, la canción dedicada a Sevilla y el Guadalquivir: 'El río de mi Sevilla', en la que la letra constituye una oda hacia la pasión entre un amante y su amada reflejada en la ciudad como metáfora.
'Todo es de color' supone el punto álgido del LP, la canción la comparten Lole y Manuel con Triana, aunque cada uno le da un enfoque completamente diferente. La versión de la banda de rock andaluz hace referencia a un viaje lisérgico, mientras que en la de el dúo la psicodelia queda marcada en el aspecto sonoro. A la voz de Lole se le unen unos coros, más inspirados en la música de San Francisco que en la de Jerez, que hacen las veces de estribillo. Además, la canción cuenta con un solo de guitarra de Manuel Garrido que recuerda a los que tocaban James Gurley y Sam Andrew cuando acompañaban a Janis Joplin con 'Big Brother and the Holding Company'. Todo ello, junto con los arreglos instrumentales en tonalidades menores que se encuentran al fondo de la mezcla, consiguen generar un ambiente oscuro y lúgubre cargado de tensión por el compás lento que marca Manuel Molina con el toque de guitarra. Sin embargo, precisamente es aquí donde se esconde el argumento de la canción: en el contraste entre el sonido sombrío de la música con el color y la alegría de la letra que canta Lole.
Mejor en directo que pista por pista
El proceso de grabación de este disco no fue algo sencillo, muchos de los músicos no estaban acostumbrados a realizar la clase de experimentos que estaban realizando en el estudio de grabación. La producción innovadora del disco no solo afectaba al tratamiento del sonido, también al de la música. Este ímpetu fue el que hizo que Manolo Rosa, posterior bajista oficioso de Triana, apareciese tocando en 'Un cuento para mi niño' intentado seguir un compás por bulerías con el bajo eléctrico. Según Gonzalo, «los músicos se compenetraban mejor en directo en lugar de ir pista a pista, que es como en general se graba».
El productor destaca que «lo que es tremendo es que cincuenta años después, estemos hablando de él» «el disco tuvo una inmediata repercusión en Sevilla», también explica cómo el disco llegó a un público que no estaba acostumbrado al flamenco: «Por una cuestión especial de un concierto que hay en Barcelona, el Canned Rock, que era un concierto de rock y no llevaban a flamencos, tocaron Lole y Manuel, y el público de rock aceptó toda la estética y la poética que llevaban, por lo que llegó a un público que no era flamenco».
Ya han pasado cincuenta años desde que este disco salió al mercado musical de España, pero por mucho tiempo que haya pasado y por mucho que haya cambiado el mundo, 'Nuevo Día' sigue sonando igual de atrevido que entonces. Quizás, esto sea porque quienes lo crearon simplemente son así. Hoy Lole Montoya tiene 71 años, edad con la que sigue cantando y reinterpretando el flamenco, sin embargo, Manuel Molina falleció en 2015 a causa de un cáncer, pero su espíritu permanece vivo en su música. Sirva este reportaje como un homenaje al legado de ambos.
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