Una historia de Sevilla
La Via Augusta: el conjunto de calzadas que unían Gades con Roma pasando por Hispalis
El itinerario más completo de ese viaje no se ha conservado en un mapa, sino en cuatro vasos de plata hallados en un balneario cercano a Roma, en Vicarello, donde un viajero gaditano mandó grabar, etapa a etapa, el camino «de Gades a Roma»
Serial 'Una historia de Sevilla'
Todos los caminos llevan a Roma, solemos decir. Y efectivamente hoy denominamos Via Augusta a la gran calzada que unía Cádiz con Roma pasando por Sevilla, Córdoba, Astigi, Valencia, Barcelona… como si se tratase de una única autopista romana que servía para llegar ... a la ciudad eterna desde la Baetica. La realidad es más matizada y, si se mira de cerca, aún más fascinante. Lo que hoy llamamos Via Augusta fue en origen un conjunto de grandes rutas promovidas bajo Augusto, una red de calzadas «augustas» que articulaban la Bética y el levante hispano con la Galia, Italia y la capital del Imperio.
El camino de Hércules
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Mucho antes de Augusto, el sur y el este de Hispania estaban ya recorridos por un gran corredor de caminos que unía el litoral mediterráneo con el valle del Guadalquivir. La erudición moderna lo ha resumido bajo el nombre de «Vía Heraclea» o «Via Herculea», evocando a Hércules, pero más que una calzada única conviene imaginar una red antigua de rutas encadenadas, nacidas del uso y de la necesidad.
Por esas sendas circulan los fenicios y púnicos que conectan factorías costeras con minas y campiñas del interior; más tarde, las columnas cartaginesas y las legiones romanas. Desde el entorno de Cástulo se desciende hacia Corduba y, siguiendo las terrazas altas del Betis, se alcanza Hispalis y la bahía gaditana. El eje Cádiz–Sevilla–Córdoba, que hoy seguimos por carretera casi sin pensarlo, estaba ya insinuado siglos antes en forma de caminos de tierra apisonada, pequeños terraplenes, obras de drenaje y algunos puentes de fábrica en los puntos más delicados.
Ese es el escenario que se encuentra Augusto cuando interviene en Hispania: no un territorio vacío, sino un esqueleto viario heredado, probado por generaciones de viajeros, arrieros y soldados. Su programa consistirá en seleccionar algunos de esos corredores, mejorarlos, fijar distancias y mansiones, levantar puentes más sólidos y miliarios que ordenan el paisaje. Sobre esa red previa, a la que después algunos llamarán Vía Heraclea, se irá apoyando el gran itinerario que conocemos gracias a los vasos de Vicarello y que hoy, por simplificar, identificamos como la Vía Augusta entre Gades, Hispalis, Corduba y el resto del camino hacia Roma.
Mapa de las calzadas romanas más importantes de Hispania, la Via Herculea se correspondería con la denominada Via Augusta
El itinerario «A Gades Romam» que conocemos gracias a los vasos de Vicarello
El interesantísimo itinerario que denominamos Via Augusta, que conectaba Gades con Roma lo vemos descrito de principio a fin no en un mapa antiguo, sino en cuatro vasos de plata encontrados en 1852 en un balneario cercano a Roma, en Vicarello, que recogen el itinerario «de Gades a Roma» grabado sobre el metal.
Vasos de Vicarello en el Palazzo Massimo alle Terme (Roma).
Son copas altas, con forma de miliario, halladas en las termas de Aquae Apollinares a 20 km de Roma. En el exterior de cada una se lee la lista de ciudades y paradas oficiales del camino, con las distancias entre ellas. Los vasos de Vicarello enumeran más de un centenar de etapas y casi dos mil millas de recorrido, desde la bahía gaditana hasta las puertas de Roma. Primero aparecen los nombres que nos resultan más cercanos: Gades, el Portus Gaditanus en la bahía interior, Asta Regia (la Jerez antigua), Orippo junto a Dos Hermanas, Hispalis, Carmona, Astigi, Corduba… Cada topónimo marca una ciudad o un punto de servicio del Estado, donde era posible descansar, cambiar de caballos y organizar el viaje.
Itinerario con las poblaciones y millas desde Gades hasta Roma en los Vasos de Vicarello
A partir de Córdoba, la ruta sigue hacia el Alto Guadalquivir, enlaza con el interior peninsular, se asoma al Levante hispano, atraviesa los Pirineos, baja por la Galia y entra finalmente en Italia llegando hasta la misma Roma.
Lo más probable es que estos vasos fueran el encargo de un viajero acomodado del extremo occidental del Imperio, quizá gaditano, que quiso llevar grabado en sus copas el recuerdo completo del viaje hasta Roma. Después, al curarse en aquellas aguas termales, pudo ofrecer al dios sus propios vasos de viaje como exvoto. Para nosotros, dos mil años más tarde, se han convertido en la radiografía más precisa y valiosa del gran eje que unía Cádiz, Sevilla y Córdoba con Roma: el hilo de ciudades y paradas que hoy identificamos con lo que llamamos, de forma abreviada, la Via Augusta.
La Via Augusta entre Gades e Hispalis
Entre Cádiz y Sevilla, la Via Augusta dibuja, ya en época romana, casi la misma diagonal que hoy reconocemos en la Nacional IV. No porque los ingenieros del siglo XX se inspiraran en Roma, sino porque ambos han tenido que obedecer a la misma lógica del territorio: bahía, marismas y tierras altas marcando por dónde se puede y por dónde no se puede pasar.
Superposición aproximada del trazado de la Via Augusta (blanco) y la N-IV (rojo)
El viaje arrancaba en Gades y cruzaba hacia la isla de León por la zona del actual puente Zuazo, la mansio Ad Pontem. Desde ahí la calzada bordeaba la bahía hasta el Portus Gaditanus, en el entorno de El Puerto de Santa María, gran puerto interior fundado por Balbo, por donde la calzada atravesaba el Guadalete en un desaparecido puente a la altura de la Plaza de las Galeras. Ese primer tramo, sobre marismas y cordones arenosos, es el más difícil de reconstruir, porque ha sido muy alterado por obras modernas y por la propia transformación de la bahía.
Pedro Trapero Fernández (UCA) - Archivo Español de Arqueología 98
Tras cruzar el Portus la cosa se vuelve mucho más clara. La vía se dirige hacia el norte y cruza la zona de las lagunas Salada y Chica por un camino elevado que todavía hoy se conoce como «camino de los romanos». En los cortes del terreno se ve el perfil de la calzada y en una finca cercana apareció, en el siglo XVIII, un miliario de Nerón: prueba de que vamos por el sitio correcto. Desde ahí el trazado salta la marisma de Tabajete por una especie de dique–calzada, excavado y documentado como vía Augusta, y entra en Asta Regia, en las Mesas de Asta, la Jerez de la Antigüedad, yacimiento aún por excavar.
Desde Asta Regia, la vía rompe hacia el noreste, buscando las colinas secas que bordean la antigua lámina de agua del gran lago costero del Guadalquivir. Es en este tramo cuando empieza a «fosilizarse» en la Nacional IV. Entre El Cuervo, Las Cabezas y Los Palacios, el corredor romano y el de la carretera son, en esencia, el mismo: la calzada antigua y la N-IV discurren por la misma franja de suelos firmes, evitando las zonas más bajas y los viejos humedales. A veces la vía va exactamente bajo el asfalto; otras, como se ve en fotos aéreas, corre unos metros al lado, más recta que la carretera moderna. No es casual que El Cuervo surgiera precisamente como venta y casa de postas al borde de este camino: cuando nos detenemos a desayunar en El Cuervo, no hacemos sino heredar la función de aquella antigua mansio romana donde ya se detenían viajeros y caballerías hace dos mil años.
Pedro Trapero Fernández (UCA) - Archivo Español de Arqueología 98
La mansio de Ugia se sitúa en Torres de Alocaz, junto al giro donde la carretera enfila ya hacia el norte. Más adelante, la vía cruza el arroyo Salado por el puente romano de las Alcantarillas, con la famosa inscripción de Augusto que recuerda la construcción del «puente y la vía Augusta hasta el Océano». Hoy el tráfico ha desplazado el paso unos metros, pero el viejo puente sigue marcando el porqué de esa curva de la N-IV en medio de las marismas.
Puente romano de la Alcantarilla entre Utrera y Los Palacios con la epigrafía de Octavio Augusto. Autor
A partir de ahí, la calzada avanza hacia Orippo, en la Torre de los Herberos, en el borde de un antiguo cauce del Guadalquivir. Los mapas de principios del siglo XX llaman a ese tramo «camino de los romanos» y lo prolongan hacia el norte, ya dentro del término de Dos Hermanas, hasta enlazar con el entramado de caminos que entraban en Hispalis. El último tramo, entre Orippo y Sevilla, lo ocupan hoy carreteras secundarias, polígonos y vías de servicio de la A-4, pero la lógica sigue siendo la misma: bordear las marismas, aprovechar las terrazas altas del río y buscar una entrada cómoda hacia la ciudad.
Itinerario desde Cádiz a Sevilla según los Vasos de Vicarello con las millas. Pedro Trapero Fernández (UCA) - Archivo Español de Arqueología 98.
En resumen: entre Cádiz y Sevilla, la Vía Augusta es un itinerario que la arqueología y la visión de satélite ha ido sacando a la luz y que la Nacional IV ha heredado en buena parte. Donde hoy vemos áreas de servicio, rectas interminables y desvíos hacia Lebrija o Las Cabezas, hace dos mil años había mansiones, puentes y diques de piedra por los que avanzaban carros, correos imperiales y viajeros que, como el del vaso de Vicarello, llevaba grabado en la plata el itinerario de Gades a Hispalis.
Cómo eran las calzadas romanas: carreteras de gravas, no enlosados
Cuando pensamos en la Vía Augusta imaginamos una autopista de grandes losas desde Cádiz a Roma. Es un tópico: fuera de las ciudades, la mayor parte del trazado tenía una capa de rodadura de zahorras y gravas muy compactadas, elevada respecto a los laterales y con cunetas de seguridad a ambos lados. Esa superficie dura permitía que los carros y los correos imperiales mantuvieran buena velocidad sin destrozar las ruedas ni las uñas de los caballos, que no tenían herradura.
Recreación de una calzada romana elevada con las cunetas laterales. IMAGEN: INGENIERÍA ROMANA (LA 2 TVE)
Los grandes enlosados se reservaban para la llegada a las ciudades y las calles intramuros del pomerium: en Gades y en Hispalis, con la famosa piedra de Tarifa. Una vez que se salía de las necrópolis, el pavimento volvía a ser de gravas, pensado para rodar a la máxima velocidad posible y sin el traqueteo de las urbes. Esa realidad, tan alejada del estereotipo clásico de calzadas de losas, la ha investigado y difundido como nadie el ingeniero de caminos Isaac Moreno Gallo.
Corte transversal de una calzada romana con su estratigrafía de piedras y encima la capa de rodadura con gravas y zahorras para el pavimento. Imagen: celtiberia.net
De Hispalis a Roma
Desde Hispalis (Sevilla), el camino que describen los vasos de Vicarello encadena un conjunto de calzadas hacia Roma. Lugares como Carmo (Carmona), Astigi (Écija) o Corduba (Córdoba), capital de la Bética; desde allí la vía cruza el interior peninsular y baja al Mediterráneo hasta Carthagonova (Cartagena) para subir hasta Valentia (Valencia), Saguntum (Sagunto) y Tarraco (Tarragona), siguiendo el trazado de otra carretera, la N-340.
Itinerario de la denominada Via Augusta, de Gades hasta Roma en Hispania
Porta del Popolo, junto a la Piazza del Poppolo, por donde entraba la Via Flaminia a la ciudad de Roma
Superados los Pirineos, el itinerario pasa por Narbo (Narbona), Nemausus (Nimes) y Arelate (Arlés), siguiendo el corredor del Ródano, y luego salta los Alpes para entrar en Italia por Augusta Taurinorum (Turín). Desde la llanura del Po, la ruta pisa ciudades hoy muy reconocibles: Placentia (Piacenza), Parma, Bononia (Bolonia) o Ariminum (Rímini), hasta enganchar con la vía Flaminia. Las últimas estaciones que citan los vasos —Narnia (Narni), Ocriculum (Otricoli), Ad XX— anuncian ya la entrada solemne en Roma por la Porta Flaminia, la actual Porta del Popolo y acabar en el Miliarium Aureum, en el mismo foro romano. De Gades a esa puerta del norte: unas 1.840 millas grabadas en plata.
Efectivamente, todos los caminos llevan a Roma.
*Con la colaboración de Consejería de Turismo y Andalucía Exterior de la Junta de Andalucía
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