Coronavirus
Un año del primer paciente covid en Sevilla
A mediados de febrero de 2020 llegó a ABC la noticia: «Confirman el primer caso de coronavirus en Sevilla en un paciente del Virgen del Rocío». Diez protagonistas directos del Covid analizan la incidencia en la ciudad
A mediados de febrero del año pasado comenzó a correr de boca en boca la palabra coronavirus. En esas fechas se hablaba de él como un exotismo chino y con mucha incredulidad. Llegaban las noticias de Wuhan como una locura remota que nunca traspasaría la ... pantalla del televisor, pero de repente la Organización Mundial de la Salud sacó del cajón otra palabra: pandemia. En Sevilla se preparaba todo para la Cuaresma y nadie sospechaba lo que estaba a punto de llegar. Y el 21 de febrero se confirmó. ABC publicó el siguiente titular: «Confirman el primer caso de coronavirus en Sevilla en un paciente del Hospital Virgen del Rocío». Se trataba de un empleado de banco que había estado con unos clientes extranjeros en un tablao de Málaga, donde se infectó. Un año después, todo es nuevo y el horizonte aún está a cierta distancia. Diez personas que se han enfrentado directamente al Covid en Sevilla desde distintos puntos de vista analizan aquí lo vivido hasta ahora y lo que nos espera.
Alfonso López
Alfonso López, director del hotel Meliá Lebreros
«Recuperar conexiones aéreas es fundamental este año. Sin turismo extranjero esto es insostenible»
Uno de los referentes hoteleros de Sevilla capital es el hotel Meliá Lebreros, que fue el último que cerró (el 21 de marzo) cuando se declaró el confinamiento de la pasada primavera por culpa del coronavirus y el primero que abrió en cuanto se pudo, el 19 de junio. Su director, Alfonso López, recalca que el establecimiento abrió «con vocación de volver a la normalidad cuanto antes, pero el panorama luego no fue el esperado, como ocurre ahora mismo». «Abrir a pérdidas, como hicimos, es muy duro para cualquier empresa privada. Fue un break open, como lo denominamos nosotros, y nos pusimos como condición perder menos dinero abiertos que cerrados, sólo eso, pero teniendo claro que íbamos a funcionar a pérdidas». Los datos que maneja el Lebreros son del todo elocuentes y muestran cómo se ha pasado «de un año de récord y espectacular a una situación complicadísima, muy dura , y más si se tiene en cuenta que son dos años seguidos sin las fiestas de la primavera en una ciudad donde tienen tanto peso como en ésta. Va a ser muy duro aún, mucho».
«Sin turismo extranjero es insostenible después del enorme esfuerzo realizado por la planta hotelera de Sevilla y por el aeropuerto»
A pesar del «enorme esfuerzo y de haber salvado los muebles», los números globales del hotel son demoledores. Se llegó al máximo de ocupación en julio con el 41% y después han llegado a estar en un 15% solo. Los ingresos han caído en torno al 70% , mientras que el batacazo en ocupación ha sido del 50% pese a una drástica reducción de precios. El 55% de la plantilla está en ERTE. «Dentro de lo que hay, hemos podido salvar los muebles pero aquí venimos diciendo que estamos gestionando miseria, es así de triste», destaca López recordando la buena acogida entre los clientes de la campaña lanzada por su cadena, «Stay save with Meliá», que ha obtenido las certificaciones internacionales más exigentes sobre higiene y medidas anticovid en sus establecimientos. Hasta el momento, prácticamente el único recurso es el business travel, el turista que viaja solo y por negocios, y muy poco más aportado por el turismo nacional, bajo mínimos, pero no viene nadie de fuera y sin turismo extranjero es insostenible después del enorme esfuerzo realizado por la planta hotelera de Sevilla y por el aeropuerto. Recuperar esas conexiones aéreas internacionales progresivamente este año es fundamental, ese debe ser el objetivo. Sin ello, el resultado será nefasto». López calcula que «el inicio de la recuperación, siendo realistas, no llegará hasta el tercer trimestre, hasta septiembre u octubre. En las costas sí se empezará a notar en verano, obviamente, pero los destinos urbanos no empezarán a ver algo de luz hasta otoño. Esperemos tener entonces un poco de aire». Informa Eduardo Barba.
Manuel Cateca
Manuel Cateca, propietario de la taberna Manolo Cateca
«Yo tengo mucha ilusión porque el negocio, de la forma que está montado, tiene futuro. Me lo ha demostrado en estos siete años y cuando volvamos a lo de antes no creo que vaya a ser diferente»
De diez de la mañana a seis de la tarde recibe Manolo Cateca en su bar de la calle Santa María de Gracia, junto a la Campana . Una taberna de barra de las de toda la vida que se quedó sin barra cuando la Junta endureció las restricciones sanitarias. Sin posibilidad de instalar mesas en el interior y sin terraza ha permanecido cerrado la mayor parte del año pasado soportando a pulmón el alquiler y todos los gastos del negocio. En diciembre, coincidiendo con la relajación de horarios para la Navidad, decidió abrir de nuevo tras solicitar unos veladores y manteniendo el aforo limitado en el interior. «Con esto tiro para cubrir algunos gastos, al menos no perder tanto» , dice el empresario, que lleva algo más de siete años al frente del local.
Cateca no venía de la tradición hostelera, aunque algunos no sean capaces de imaginarlo ya fuera del mostrador. Durante toda su vida ha trabajado como comercial para una empresa de sanitarios y productos de baño, pero la anterior crisis económica lo dejó fuera del mercado laboral. Con los ahorros que tenía montó el bar, frecuentado por residentes de la zona y numerosos turistas, especializándose en tapas de calidad y vino de Jerez. «Por suerte nuestra clientela siempre ha sido muy de Sevilla y sigue volviendo, la pena es que aquí caben los que caben y, tal como están las cosas, no podemos hacer más».
Los fines de semana son las jornadas fuertes y los días laborables mantiene cierta afluencia, aunque menor
Entre nueve y once clientes en el interior y lo que le permitan las tres mesas de la calle que le están dando la vida en estos meses. «Ha sido un año muy difícil. Durísimo. No podía esperar que esto durara tanto y que nos hiciera tanto daño», se confiesa este hostelero que a punto estuvo de tirar la toalla cuando se prohibió la atención en la barra , pues la taberna no admitía otra opción, pero ahora dice mirar al futuro con más optimismo. «Yo tengo mucha ilusión porque el negocio, de la forma que está montado, tiene futuro. Me lo ha demostrado en estos siete años y cuando volvamos a lo de antes no creo que vaya a ser diferente», comenta.
Los fines de semana son las jornadas fuertes y los días laborables mantiene cierta afluencia , aunque menor. «Nadie se queda más allá de las dos o las tres de la tarde, hay días que a esa hora estamos cerrando porque no hay gente», señala, pero esa vuelta a la actividad le da fuerzas para seguir. «Con 61 años que tengo no me puedo permitir cambiar de bicicleta, tengo que seguir pedaleando con la misma», dice y estos meses complicados que quedan hasta la primavera, cuando se espera que la situación sanitaria sea menos grave, seguirá adelante como hasta ahora. «Ya tiene uno menos necesidades y menos gastos en su día a día, yo lo dedico todo a mantener la taberna», admite Manolo Cateca, quien echa de menos el respaldo de las administraciones públicas. «Apenas hemos tenido ayudas, te dicen que hay que cerrar y cierras mientras sigues pagando lo mismo», comenta.
De cara al verano, confía en que los sevillanos vayan perdiendo poco a poco el miedo a salir y vuelvan a sus bares de siempre . También espera como agua de mayo el regreso de los turistas, que se habían convertido en una parte importante de la clientela. «Venían buscando esa autenticidad y el mejor reclamo eran los parroquianos que veían en la puerta amontonados tomando una cerveza o una copa de vino», señala. «Sé que van a volver, la duda es cuándo». Informa Elena Martos.
Juan José Peña, primer paciente Covid en UCI de Sevilla
«Llamaron a mi familia para despedirse de mí pero he logrado salir y ahora estoy en una carrera de fondo»
Juan José Peña es un «héroe» en su pueblo. Esta aseveración no es nada gratuita porque en Lebrija donde vive es toda una referencia desde hace meses para todos aquellos enfermos que luchan contra cualquier enfermedad: «Seguro que sales de ésta, mira cómo Juanito —como le conocen popularmente— salió con lo mal que estaba». Tanto es así que cuando le dieron el alta médica, el pueblo entero le montó una fiesta al ritmo de la música que hizo famoso a su padre , Juan Peña «El Lebrijano». Él sabe que a sus 53 años su vida es diferente desde que en marzo un virus desconocido le hizo ser el primer paciente de la provincia de Sevilla en ser ingresado en la UCI por el Covid, donde batió otro récord, el del ser el segundo de todo el país en permanecer en Cuidados Intensivos durante más tiempo . Afortunadamente, él lo puede contar ahora, aunque «estuve una semana en la que avisaron a mi familia para que se fuera despidiendo de mí», recuerda este abogado, quien estima que se pudo contagiar a primeros de marzo «durante un juicio donde defendía de oficio a unas personas que llegaron de Madrid ya con fiebre».
Ahí empezó el calvario. Su paso por el Hospital Valme donde estuvo ingresado desde el 12 de marzo hasta el 28 de mayo. Recuerda que el primer día «estuve en planta, pero al día siguiente algo vio el médico que me pasaron a UCI. Recuerdo que le cogí la mano a un desconocido y me dijo que me tranquilizara. Ya no recuerdo más. Los primeros días soñaba con temas muy angustiosos, muy reales sobre la vida y la muerte, veía máquinas por todas partes, luego ya estuve inconsciente desde que me entubaron. Cuando me quitaron el tubo ya respiraba a través de una mascarilla de presión y por la traqueotomía», comenta mientras coge un soplo de oxígeno para seguir con la conversación. Fue el primer paciente UCI en Sevilla y eso fue un hándicap negativo porque, al igual que ocurría en el resto del mundo, este virus era nuevo y no se sabía bien cómo atacarlo, «hasta que un día mi médico habló con un compañero de Madrid y gracias a una combinación de corticoides con penicilina fue mi salvación . Y eso que antes me metieron todo tipo de fármacos. Estaba todo el día drogado».
«Los médicos siempre me han comentado que gran parte de que pueda estar hoy vivo es «en gran medida a mi esfuerzo y constancia»
Precisamente el problema de falta de oxígeno es lo que más secuelas le ha dejado a Juan José, entre otras. En su día a día va notando cierta mejoría después de tantos meses de rehabilitación. «Me levanto a las ocho, escucho las noticias en la radio, desayuno cereales, voy al despacho que tengo debajo de mi casa y comento los expedientes con mis compañeros. Sobre las 13.30 subo de nuevo y tras almorzar me oxigeno tres o cuatro horas. Entonces me encuentro mucho mejor y vuelvo a bajar al despacho pero sin recibir a nadie y antes de las 20 horas ya estoy en casa de nuevo y después de cenar y tomar de nuevo oxígeno me acuesto sobre las once de la noche tras tomar ansiolíticos para bajar el ritmo del corazón y permanecer como aletargado para evitar que me pueda dar un infarto», resume Peña.
«Los médicos siempre me han comentado que gran parte de que pueda estar hoy vivo es en gran medida a mi esfuerzo y constancia . Algo hubo en los peores momentos que me hizo seguir luchando. Me dicen el resucitado en mi pueblo», comenta entre risas. Quizás el haber llevado una vida sana y saludable «me ha ayudado. No estoy ahora para correr una maratón o jugar un partido de pádel, pero sí para dar un paseo de tres cuartos de hora siempre acompañado. Sé que es una carrera de fondo lo que me toca ahora». Su constancia y su fe le harán llegar pronto a esa meta que ya atisba de lejos. Informa Martín Laínez.
José Manuel Palomo
José Manuel Palomo, oficial de la Policía Local de Sevilla
«Sin duda me quedo con el agradecimiento mostrado por tantas y tantas personas a las que hemos ayudado»
José Manuel Palomo, oficial de la Policía Local de Sevilla, no se lo pensó dos veces cuando sentado en el sofá de su casa escuchó asombrado en el noticiario al presidente del Gobierno decretar el estado de alarma en toda España para frenar la expansión del coronavirus en el país. Consciente de la terrible situación a la que se enfrentaba, le explicó lo que ello suponía a su familia y a continuación llamó a su oficina para ponerse a disposición de sus mandos . La primera orden que recibió fue un cambio de unidad, ya que José Manuel prestaba servicio en el Distrito Casco Antiguo y pasó a hacerse cargo de la Secretaría Técnica de la Policía Local de Sevilla, tarea que compaginó durante el confinamiento con patrullas en los barrios y atención directa al ciudadano . Puntualiza que al principio de la pandemia, el objetivo inmediato de la Policía Local fue la vigilancia del cumplimiento del decreto de alarma y que los sevillanos acatasen el confinamiento.
«La mayoría de la población sevillana lo cumplió y la Policía Local jugó un papel fundamental en labores de prevención, asesoramiento e identificación de problemas . Nos tuvimos que adaptar a nuevos turnos de trabajo a pesar de no ceñirse en muchas ocasiones a nuestras vidas personales. Aprendimos a dar solución a situaciones para las que nada ni nadie nos había preparado».
«Como consecuencia de esta pandemia hemos hecho muchísimos servicios humanitarios, lo que ha propiciado que Sevilla descubra el lado más humano de la Policía Local»
De esas primeras semanas, recuerda con un punto de nostalgia el agradecimiento mostrado por los sevillanos y el gran esfuerzo realizado por los miembros del cuerpo de la Policía Local durante los días más duros de la pandemia. «No puedo dejar de mencionar el cariño de los vecinos cuando íbamos a felicitarles los cumpleaños . Era increíble cómo se hacían eternos los aplausos que nos dedicaban, dándonos fuerzas para continuar ». Un cariño que también recibía en casa, tras regresar y reencontrarse con su familia, «una pieza fundamental en mi vida que me ayuda en mi día a día».
Al principio, José Manuel reconoce que «teníamos incertidumbre» pero tanto él como sus compañeros lucharon contra la enfermedad desde el escenario que les tocaba. «Gracias a Dios no hemos tenido ningún compañero fallecido a causa del virus, aunque dos de los nuestros sí han estado bastante graves pero se están recuperando».
A día de hoy, la relación de los ciudadanos con la Policía Local parece que ha cambiado a raíz de la pandemia. «Como consecuencia de esta pandemia hemos hecho muchísimos servicios humanitarios , lo que ha propiciado que Sevilla descubra el lado más humano de la Policía Local, un cuerpo cercano que ayuda y que siempre ha ayudado. Detrás de cada Policía, detrás de cada uniforme, hay una persona que no es ajena al problema y que sufre, ríe y llora como el que más. Nosotros siempre llevamos nuestro lema a gala, que no es otro que servir y proteger , y pase lo que pase siempre estaremos ahí, al servicio de los ciudadanos». Informa A. N. González.
Víctor Narváez
Víctor Narváez Argent, enfermero
«Este terremoto en forma de virus puede suponer un cambio positivo para la enfermería como profesión, empezando por una mejor valoración social»
Sólo la vocación vence al miedo y al cansancio mental. Esta podría ser la idea que resume el año de pandemia que ha tenido que sufrir la enfermería sevillana en la lucha contra el coronavirus. Víctor Narváez Argent tiene 38 años recién cumplidos y ya cuenta con casi media en el ámbito sanitario, al que se incorporó en 2004. Desde entonces ha pasado por Portugal, Castilla-La Mancha, Huelva, Cabra (Córdoba), por todos los hospitales públicos de la capital, para, desde febrero de 2017, desarrollar su trabajo en el centro de salud de Camas. Evidentemente nunca ha vivido una experiencia similar a la que le ha tocado afrontar por el coronavirus . Sus compañeros más experimentados asemejan el miedo de este año con el que padecieron con los primeros enfermos de VIH en España en la década de los 80, aunque lo de ahora lo supera.
Desde el inicio de la pandemia este centro de salud se ha puesto al frente del seguimiento sanitario del Covid-19 en los pueblos de Santiponce, Valencina y Castilleja de Guzmán . Hablamos con él en mitad de un turno de 24 horas y mientras revisa las agendas de rastreo de los últimos vecinos que se han sometido a pruebas PCR o de antígenos.
Define este año vivido como una montaña rusa, con momentos de altibajos, periodos de incertidumbres frente a periodos de estrés, unido al cansancio mental. El agotamiento físico lo considera un elemento intrínseco a la profesión. Es «innato» al enfermero, habituado a turnos de doce y veinticuatro horas, «agotadores». Es por esto por lo que pone énfasis en lo que han tenido que padecer mental y emocionalmente: «había que convivir con el virus y con el conocimiento de lo que estaban pasando los pacientes. Recibimos a las personas, vemos que son positivos, van empeorando, los derivamos a los hospitales y después conocemos su evolución hasta, en algunos casos, la muerte. Vemos todo su recorrido clínico, conocemos a sus familias». Ha conocido casos, pocos pero los hay, de compañeros que han renunciado a contratos en las UCI de hospitales por esta presión mental: «Ellos o el virus».
Reconoce las carencias existentes en el sistema sanitario, que ha llevado a una sobrecarga de tareas durante la pandemia
Aún recuerda los primeros meses, donde la verdadera carga asistencial estaba en los hospitales, pero en la atención primaria existía «miedo ante tantas dudas, informaciones contradictorias, mascarillas sí o no, guantes, lavado de manos, pantallas» . Frente a estas desinformaciones, valora la buena labor del periodismo que ayudó a discernir entre lo correcto y no. La segunda etapa, alcanzado el verano, la sobrecarga se derivó a la primaria porque asumieron las pruebas diagnósticas.
Cree que este terremoto en forma de virus puede suponer un cambio positivo para la enfermería como profesión, empezando por una mejor valoración social. Reconoce las carencias existentes en el sistema sanitario , que ha llevado a una sobrecarga de tareas durante la pandemia, pues a las extracciones, curas o controles crónicos habituales, se han sumado las pruebas por el coronavirus, las vacunaciones, el rastreo,... ¿La solución? Un aumento del personal, pero «la bolsa está a cero, no hay» . El último compañero de prácticas que estuvo con ellos en Camas ya está contratado por el SAS.
No obstante, valora la capacidad de reinvención del sistema pública andaluz para combatir el coronavirus . En Camas, por ejemplo, desde el primer día cuentan con casetas prefabricadas instaladas en el parking como área Covid. El proceso de vacunación ha sido puntero. En la zona de actuación del centro de salud de Camas ya tienen todas las residencias vacunadas con la segunda dosis. «El día 31 de diciembre estuvimos vacunando hasta las cinco de la tarde». Si no avanza más rápido el proceso es por falta de vacunas, no por falta de protocolo ni personal.
«Jamás me he encontrado una situación de incertidumbre y miedo como la provocada por el virus»
A pesar de haber convivido desde hace un año con este virus, que ha contagiado a muchos compañeros, Víctor se ha librado de él. Sólo tuvo que confinarse por haber tenido contacto con un positivo. Ya está vacunado. Su hermana, enfermera de profesión como él, tuvo menos suerte y se contagió. Ha estado en primera línea en la UCI del Virgen del Rocío.
Después de un año, la atención directa con pacientes Covid le permite clasificar a los ciudadanos entre los que son «comprometidos y responsables con el cumplimiento de las normas y con los sanitarios», y quienes «no», que incluso llegan a «engañar» a los enfermeros para no cumplir su aislamiento, por ejemplo . «No hay término medio». Vuelve a darse la dualidad del sentimiento de frustración brutal ante esas burdas excusas, frente a la inyección de positivismo que les dan los pacientes, sobre todo los más mayores o dependientes, que responden rigurosamente ante todas las medidas que les aconsejan.
«Jamás me he encontrado una situación de incertidumbre y miedo como la provocada por el virus», confiesa Víctor Narváez, un enfermero que cada día se enfunda en su equipo de protección individual y vencer una batalla insólita sólo con las armas de la vocación y el amor por una profesión para conseguir un objetivo: cuidar de los demás y salvar vidas. Informa Jesús Díaz.
Francisco José Paúl Escolano
Francisco José Paúl Escolano, teniente coronel, jefe del Centro de Operaciones de la Misión Baluarte
«La pandemia nos ha acercado a la población civil y ha reforzado nuestra imagen»
La pandemia ha puesto a prueba la resiliencia de la población, el sistema económico del país y también las capacidades de las Fuerzas Armadas para enfrentarse a una misión cuya amenaza se aleja de los escenarios habituales. Una de las imágenes que perdurarán en la memoria colectiva fue la salida de los primeros vehículos militares a la calle tras declararse el estado de alarma. Una imagen prácticamente inédita en democracia . Eran los inicios de la operación Balmis, que supuso la la implicación de las Fuerzas Armadas en la guerra contra el coronavirus. En Sevilla se estableció un centro de control desde donde se tutelaba el trabajo que desarrollaban las unidades del Ejército de Tierra desplegadas por el país para realizar labores de desinfección, patrullaje, traslado de cadáveres o auxilio a la población. La Capitanía sevillana había sido designada puesto de mando alternativo. Si el cuartel general establecido en Madrid quedaba diezmado por el Covid-19, Sevilla tenía que asumir el control absoluto de todo el Ejército de Tierra.
Esa célula de crisis, que aún sigue operativa , tuvo como jefe al teniente coronel Francisco José Paul Escolano. Cuando en la sociedad civil empezaban a ser conscientes de que la pandemia había llegado a España, con el primer caso confirmado en Sevilla, a poca distancia del hospital Virgen del Rocío ya se trabajaba en cómo afrontar la amenaza. «Iniciamos a través del Regimiento de Defensa NBQ (Nuclear, Biológico y Químico) el seguimiento de la situación y evolución de la pandemia, elaborando un plan de contingencia inicial ante la posible incidencia del virus en nuestro país. El 05 de marzo (8 días antes de que el presidente del Gobierno anunciara la declaración del estado de alarma) se recibió la orden de iniciar ese planeamiento previo. El primer cometido fue actualizar todas las capacidades NBQ que disponen las unidades de la Fuerza Terrestre, así como la formación del personal para hacer frente a los efectos del Covid. Se alertó también a la Policía Militar, apoyo logístico y sanitario, medios de aeroevacuación y unidades de cooperación cívico militar (CIMIC)» ante la posibilidad de que fuera necesario ayudar a las autoridades civiles.
«Nos hemos sentido muy bien acogidos por la población civil, llegándose a producir un efecto de seguridad y confianza»
La operación Balmis echaba a andar a ojos de los ciudadanos cuando la ministra de Defensa confirmaba la intervención de las Fuerzas Armadas y se vieron los primeros efectivos de la UME vigilando infraestructuras críticas como la estación de Santa Justa. En Defensa se miraba al detalle cuál podía ser la reacción de la población civil, acostumbrada a ver a los militares en los acuartelamientos o en misiones en el extranjero. Pero el recibimiento que tuvieron las unidades en muchas localidades disipó cualquier temor. « Nos hemos sentido muy bien acogidos por la población civil , llegándose a producir un efecto de seguridad y confianza. Esa sensación fue mayor en poblaciones pequeñas que no tiene ni cuartel de la Guardia Civil y que al ver cómo llegábamos para ayudarlos, se sentían muy agradecidos». En el puesto de control también se recibían las sensaciones y sentimientos de las unidades que desinfectaban las residencias donde el virus estaba causando estragos. «La pandemia nos ha acercado a la población civil y ha reforzado la imagen de las Fuerzas Armadas como servidores públicos y garantes de la seguridad y el bienestar de los españoles». En esos primeros días el trabajo fue muy intenso en Capitanía, con una célula de crisis operativa las 24 horas del día. «La Operación Balmis ha requerido el mayor esfuerzo militar en tiempo de paz». Y cuando regresaba a casa, veía la preocupación en su familia, aunque le resta gravedad: «Es la misma que había en todos los hogares».
Un año después, la pandemia sigue vigente, algo que este teniente coronel tampoco vislumbraba y que lo ha puesto al frente del centro de control de la Misión Baluarte , que coordina ahora la labor de los rastreadores militares. «Se esperaba que la duración podría prolongarse durante varios meses, pero no era de prever que después del verano se produjese un nuevo rebrote de esta magnitud». Informa Silvia Tubio.
José Ángel García
José Ángel García, internista en el Hospital de Valme
«La tercera ola fue tan explosiva como esperada y quizás se caracterizó por el gran número de familias que veían a varios miembros ingresados»
José Ángel García García, facultativo especialista del servicio de Medicina Interna del Hospital Universitario de Valme asegura que «en estos momentos parece que la primera ola no fue más que un entrenamiento viendo el tsunami que nos llegó tras el verano y las navidades a nuestro hospital». Recuerda que en marzo «lo prioritario era aprender a organizarnos y protegernos ante una patología desconocida, sin por ello desatender a nuestros pacientes que en su mayoría eran mayores y frágiles. Habíamos visto durante semanas noticias de cómo el virus iba recorriendo el mundo y acercándose a nuestro país, e incluso de cómo eclosionó la epidemia en Madrid. Todavía nos parecía lejano y que el calor de nuestra tierra nos protegería. Pero finalmente llegó …»
García aún recuerda la noche en la que todos recibieron del jefe de Medicina Interna un mensaje a su móvil personal en el que solicitaba voluntarios para atender a los primeros pacientes que ingresaron. «Cada uno contestó lo que el corazón o la cabeza le dictó en ese momento. Sin embargo, a la mañana siguiente, sin saber la respuesta de los demás ni si aquella voluntariedad se convertiría en obligación ante la falta de candidatos, la alegría fue inmensa cuando supimos que habíamos sido muchos los que nos habíamos ofrecido para atender a esos pacientes con una enfermedad tan incierta como mortal . Y debo decir que en nuestro caso fue un equipo formado por valientes doctoras en su mayoría…», cuenta a ABC.
La falta de acompañamiento de familiares para evitar una mayor propagación del virus también requirió de un esfuerzo extra de enfermeros, auxiliares y celadores
«Claro que teníamos miedo, incluso los que aparentemente éramos más tranquilos. Pero también éramos conscientes del reto como profesionales que significaba esta nueva enfermedad y del compromiso que teníamos para con la sociedad al haber escogido esta profesión».
La falta de acompañamiento de familiares para evitar una mayor propagación del virus también requirió de un esfuerzo extra de enfermeros, auxiliares y celadores . «Creo que los médicos, a veces ajenos a ese contacto físico con nuestros pacientes, dimos también un paso de cercanía con nuestros enfermos y de empatía con sus familiares, que impacientemente esperaban nuestra información telefónica clínica diaria», cuenta.
Las dudas terapéuticas en la primera ola, cuando tan poco se sabía del coronavirus, martirizaron a los facultativos y con esas dudas volvieron del verano para una segunda ola «cuyo final esta vez no parecía tener fin».
Cuenta que «los sanitarios empezamos a vivir esa doble realidad. Por un lado, llegar al trabajo y ver a pacientes cada vez más jóvenes, con sus trabajos, sus familias… cuyas vidas cambiaban de repente y se encontraban al borde de la muerte. Por otro lado, fuera del hospital, parecía que entraras en una burbuja en la que el mundo era ajeno a esa otra realidad paralela. Y sólo aquel que tenía un conocido o familiar, se daba cuenta de la delgada línea que separaba la una de la otra».
Dice que « la tercera ola fue tan explosiva como esperada y quizás se caracterizó por el gran número de familias que veían a varios miembros ingresados: matrimonios, padres e hijos… si bien muchos se ayudaban durante el ingreso, a veces incluso la gravedad de uno hacía imposible los cuidados mutuos y era preferible mantenerlos en habitaciones separadas para evitar el sufrimiento del otro».
«Todos volveremos mañana al hospital con la misma ilusión que el primer día hace ya casi un año»
Entre los momentos más duros recuerda «coger de la mano a tus pacientes y decirles que tienen que aguantar un día más cuando te interrogan en silencio, con su mascarilla con altos requerimientos de oxígeno, con su mirada fija en tus ojos porque saben que su situación es muy crítica». Admite que no es fácil transmitir esa gravedad al familiar que no está allí presente pues siempre el médico intenta infundir un halo de esperanza incluso en los momentos más complicados. «Por eso, tener que descolgar el teléfono en la soledad de la noche para comunicar que un paciente había fallecido y consolar a ese familiar a través de una llamada requiere de algo más que los conocimientos teóricos que te aportan los libros de medicina. Y, sin embargo, no eran pocos los familiares que en tan amargas situaciones se despedían con un “gracias”», dice.
José Angel García dice que «todos volveremos mañana al hospital con la misma ilusión que el primer día hace ya casi un año». Sin embargo, -admite- «seguimos con muchas incertidumbres terapéuticas todavía y no tenemos una varita mágica con la que curar a todos nuestros pacientes, así que habrá que seguir las recomendaciones sanitarias para evitar los contagios y no naufragar en una nueva ola ahora que estamos a pocos metros de la orilla». Informa Jesús Álvarez.
Alfonso Castro
Alfonso Castro, decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Sevilla
«La semipresencialidad en la universidad es sólo un apaño; la docencia se ha resentido»
Cuando está a punto de cumplirse un año desde que todo cambiara por culpa del coronavirus y de que la universidad se viera obligada primero a cerrar sus puertas y luego a pasar al formato virtual y a las clases semipresenciales, el decano de Derecho de la Universidad de Sevilla hace balance de cómo ha afectado esta crisis.
Alfonso Castro, que dirige la facultad más emblemática de la Hispalense y es presidente de la Conferencia Española de Decanas y Decanos de Derecho de España, y que fue pionero en defender los exámenes presenciales desde el curso pasado, afirma que ha sido un año duro que define como «el peor» de su vida académica. Algo que, según dice es «un sentimiento generalizado» entre los compañeros y estudiantes, tanto entre los que gestionan las facultades como para los que dan clase.
Según Castro, urge recuperar la esencia y es necesario hacer un esfuerzo de contención ahora y colaborar con las autoridades en la reducción de las tasas de contagio hasta que la vacunación avance. Porque, a su juicio, «la llamada semipresencialidad es solo un apaño» . Castro afirma que sólo había que pasarse por las aulas semi vacías para comprobarlo y que la docencia «se ha resentido con los formatos online, que son ahora no obstante imprescindibles». En este sentido, considera que «la impregnación propia de la vida universitaria, que es como una lluvia que cala los huesos, ha dejado paso a una especie de sequía espiritual».
«Sin presencia la universidad se desnaturaliza», advierte Castro, preocupado por lo que los jóvenes se están perdiendo
Al decano de Derecho le preocupa la pérdida de estatus jurídico y el exceso de autoritarismo, se vista de seda o de estambre. « Es fácil cambiar de criterio cuando se carece de convicciones» , dice advirtiendo que la vida académica «se ha desvitalizado por completo», aunque hayan intentado paliarlo con otras iniciativas como «Otoño jurídico en la Hispalense» o con el mantenimiento de la ayuda del Decanato a las publicaciones. « Sin presencia, la Universidad se desnaturaliza : esta realidad, que ya defendimos los decanos de Derecho andaluces al inicio de la crisis cuando muy pocos lo hacían y que ahora parece la panacea para tantos que pretendieron estigmatizarla, debe naturalmente compatibilizarse con la seguridad sanitaria y con la transparencia», recalca.
En este sentido cree que los jóvenes se están perdiendo eso y que, en general «solo lo están viviendo en lo que más les desagrada, que es la evaluación» . Por eso, Castro dice entender «los miedos comprensibles» y aboga por ser flexibles y respetuosos con la inmensa casuística que genera esta situación. «Dentro del respeto que como decano he mantenido siempre a la opción metodológica de cada cual y a las necesidades estructurales de combinar todos los modelos por razones de viabilidad, que es lo que hemos hecho en Derecho, es innegable que, si se dan las condiciones, no hay nada en términos de objetividad y garantía frente al fraude como un buen examen presencial».
Pese a todo, a lo largo de este año de pandemia, el decano dice haber vivido momentos emocionantes de solidaridad y un compromiso extraordinario del profesorado universitario con este oficio. «Pero la pandemia ha hecho también aflorar lo peor de cada casa: la cobardía, la maledicencia, la improvisación , la ausencia de principios», admite. Informa Mercedes Benítez.
Álvaro Bermejo
Álvaro Bermejo Benárquez, médico de familia
«Le contagié el virus a mi padre, que falleció»
Los médicos han sido el primer frente de batalla contra el virus y han tenido que alterar sus protocolos de trabajo con un enorme desconcierto. Además, en muchos casos, han vivido en primera persona el drama de perder a un ser querido. Es el caso de Álvaro Bermejo Benárquez (32 años), médico de atención primaria que cuenta su experiencia profesional y cómo, seguramente por su trabajo, contrajo el virus y se lo contagió a su padre, que falleció en la UCI del Virgen Macarena . «Desde que surgió la pandemia he estado en varios centros de salud de Sevilla y he comprobado el desconcierto que originó, porque ha cambiado por completo el modo de trabajo con la aparición de las consultas telefónicas, que se hicieron para proteger a la sociedad pero que también han creado un tapón porque la atención a los pacientes se demora mucho», afirma. Esto genera «mucha frustración» porque no puedes atender de forma correcta. Luego está la «ausencia de rastreadores», que obligó a profesionales como Álvaro, junto con los enfermeros, a realizar todo el seguimiento .
«Cuando dio negativo, nos permitieron entrar en su box y tocarle, fue un comienzo de un duelo para hacerlo menos complicado»
A eso se le suma la sugestión con la que han estado trabajando y las tragedias personales que han atendido. «Pero cuando lo sufres en tus carnes, la sensibilización es mucho mayor. Mi mujer -que también es médico- y yo lo pasamos, no sé si lo cogimos en consulta, pero lo pasé a mi casa. Mi padre se contagió y entró en la UCI del Hospital Virgen Macarena la primera semana de noviembre, donde falleció un mes después», cuenta. Este sanitario, pese a todo, agradece al equipo médico el trato que le dispensaron a su familia pese a que estaban desbordados. «Conoces esa realidad -señala- y compruebas cómo había allí pacientes jóvenes que no tenían patologías previas, cómo trabajan los intensivistas…» . De aquella experiencia tan negativa, comprendió el lado humano: «Hasta en la manera de dejarnos despedirnos de él es digno de agradecimiento. Cuando dio negativo, nos permitieron entrar en su box y tocarle, fue un comienzo de un duelo para hacerlo menos complicado». Álvaro Bermejo está vacunado pero sabe que no se puede bajar la guardia: «Aunque te protege de los síntomas graves, uno puede seguir infectando». Informa Javier Macías.
Manu Sánchez
Manu Sánchez, creativo
«Nada volverá a ser como antes»
Para el productor, «más que en la televisión, donde el coronavirus ha sido una absoluta tragedia es en el teatro, una industria que se ha tenido que reivindicar como alimento real de muchas familias de profesionales que se ha adaptado como ningún otro sector y sin embargo se ha visto poco entendida, respetada y nada cuidada por las instituciones ».
Para el presentador, «hemos visto campañas de salvar la hostelería, salvar el turismo… pero por mucho que se ha trabajado en campañas como la cultura segura se han hecho las medidas con la cultura y el teatro, donde creo que no ha habido además ningún rebrote significativo ni mala noticia con el Covid de por medio, ha habido cambios de normativas de una semana para otra que implicaban la falta de entendimiento de la propia industria», afirma.
En el mundo del teatro, «principalmente lo que ha cambiado ha sido la reducción de aforos, que supone en la mayoría de los casos que no salgan los números. La mayoría de compañías y obras de teatro han tenido que cancelar y anular porque las reducciones de aforo hacen que sean inviables . El Cartuja Center, Fibes… desde los grandes hasta los pequeños teatros se han visto muy afectados», subraya el creativo.
En la televisión reconoce que «ha sido complejo» porque hacían un talent show con personas de muchas provincias distintas y fue el único formato que adaptamos (Tierra de talento en casa), para no tener que aplicar Ertes y «dar a la oferta televisiva una parte cultural y de entretenimiento, que a principio de la pandemia apenas existía».
«Es difícil buscar a esto nada positivo. Por querer encontrárselo y ser un poquito optimista crónico, me ha hecho pasar mucho tiempo en casa, que quizá no hubiera podido hacerlo de otra forma en estos años»
Personalmente ha vivido este año con «una incertidumbre y un miedo constante ». «Cualquier caso cercano o mío propio podría hacer, además de los estragos del Covid, los económicos de tener que parar la producción del programa y de toda la actividad empresarial. Instalamos turnos, división de trabajadores por planta… y seguir todos los protocolos de desinfección y distancia», afirma.
Particularmente se ha tenido que hacer varias pruebas PCR antes de acudir a cada convocatoria concreta , como forma incluida en el protocolo de seguridad de los espacios televisivos a los que asistía.
«Es difícil buscar a esto nada positivo. Por querer encontrárselo y ser un poquito optimista crónico, me ha hecho pasar mucho tiempo en casa, que quizá no hubiera podido hacerlo de otra forma en estos años. Apretándole mucho a querer buscarle lo positivo a esto podemos decir que este barbecho nos va a hacer valorar lo que es normal. Antes a la normalidad no le dábamos ningún valor, y quizá esto nos va a hacer valorar mucho la normalidad, forzando mucho mi faceta de optimista crónico. Vivir con esta incertidumbre es muy complicado en lo empresarial o en lo personal. No ver a los niños o a los padres, que no se contagien trabajadores, concursantes...»
Ahora tiene en escena una obra de teatro en la que había invertido bastante y recién estrenada. La vida de «El gran emigrante» está siendo muy diferente a la que había previsto en un principio. En 16 escalones también ofrecen servicios de comunicación, y en cuanto a las entrevistas, por ejemplo, destaca que «ahora casi ninguna es presencial y nos hemos acostumbrado a hacerlas por vídeo… Esto ha llegado para cambiarlo todo y creo que nada volverá a ser como antes . Ha venido a cambiarlo absolutamente todo, también en el mundo de la cultura y el teatro», subraya.
«En el teatro necesitamos volver a la normalidad. Están las iniciativas privadas y las públicas y en estás últimas no hemos estado a la altura. Creo que en los teatros de titularidad pública se deberían haber mantenido las programaciones . Aunque no saliesen los números, lo público debería haber estado apoyando a la industria del teatro», concluye. Informa Pedro Ybarra.
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