Episodios locales
ETA en Sevilla: el último zarpazo de la bestia
Este jueves se cumplen 25 años del asesinato del doctor Muñoz Cariñanos en su consulta de la calle Jesús del Gran Poder y de la gran respuesta cívica que ayudó a capturar a sus asesinos
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Iniciar sesiónFue el último estertor de la bestia terrorista en Sevilla, pero no por ello menos doloroso. El lunes 16 de octubre de 2000, dos pistoleros de ETA asesinaban a tiros al doctor Antonio Muñoz Cariñanos, coronel médico del Ejército del Aire, en ... su consulta de otorrinolaringología en el callejón Padre Cañete, una bocacalle de Jesús del Gran Poder. Fue la última víctima del separatismo vasco en Sevilla, pero también la primera gran respuesta ciudadana para acorralar a los asesinos. Y no es una metáfora.
El comando Andalucía, reconstituido tras la desarticulación en mayo de 1998 tras el doble asesinato de Alberto y Ascen, lo integraban los terroristas Jon Igor Solana y Harriet Iragui. Ellos habían sido responsables del envío de un paquete bomba oculto en una caja de puros al comunicador Carlos Herrera a finales de marzo del año 2000. Y luego habían asesinado al concejal Martín Carpena en Málaga el día 15 de julio. Lo intentaron también con José Asenjo, vicesecretario del PSOE andaluz, pero la bomba no se activó. Reaparecieron en Granada para tirotear mortalmente al fiscal jefe del TSJA, Luis Portero, en el portal de su casa el 9 de octubre. Una semana después, volvieron a arriesgarse para asesinar a Muñoz Cariñanos a las 18.30 huyendo por la calle Jesús del Gran Poder.
Nada más cometer la acción criminal, la colaboración ciudadana se mostró fundamental para la detención de los asesinos. La primera pista la aportó una mujer de nombre Francisca a la que todo el mundo conocía por Nini. Alertada por los gritos «desgarradores» tras las detonaciones mortales en la consulta de Cariñanos, salió a la calle y contempló la escena: dos jóvenes corriendo y una enfermera de blanco sobre el suelo. Pensó que se trataba de un tirón, pero descartó esa suposición porque los que huían no llevaban botín alguno.
«Uno iba vestido entero de beige y corría menos que el otro, pero no era fácil reconocerlos como los de las fotos de los etarras que habían distribuido», confesó al día siguiente en ABC. En la esquina de la calle se topó con un patrullero de la Policía Local ajeno por completo a la escena al que dio pelos y señales de la huida. El cerco comenzaba a estrecharse, pero duró horas.
Los etarras atravesaron la Resolana procedentes de la calle Pacheco y Núñez de Prado, pasaron por la calle Marcos Cabrera junto a la torre de los Perdigones y buscaron refugio en un edificio en obras cercano. Los taxistas que los veían huir a la carrera transmitían los datos de situación por la emisora y dos de ellos dejaron a sus clientes para sumarse a la persecución. Los helicópteros policiales sobrevolaban la zona y agentes de los patrulleros cercaban a los etarras, que se vieron sin escapatoria posible.
Colaboración
Una vecina de la calle aportó la primera descripción a un patrullero de la Policía Local
Los agentes de policía detuvieron ileso a Jon Igor Solana tras un intercambio de disparos en la esquina de la calle Maimónides con Buero Vallejo delante de una clínica veterinaria y un bazar de veinte duros y acorralaron a Harriet Iragi en una obra en construcción en Nueva Torneo, por detrás de la nueva Facultad de Odontología, herido de bala en el brazo derecho, cuando se entregó al cabo de las horas. El piso franco, al que lo trasladaron de madrugada para un registro, se descubrió en la barriada del Cerezo.
ETA no volvería a matar en Sevilla después de aquello. Hoy hace un cuarto de siglo de ese último zarpazo sangriento, pero el recuerdo es imborrable.
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