Una historia de sevilla
Las calzadas de Hispalis: todos los caminos llevan a Roma
Nos sorprendería saber cuántas veces, al transitar por las calles de Sevilla, estamos recorriendo antiguos caminos romanos fosilizados en el trazado urbano actual
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Iniciar sesiónCalles como Luis Montoto —la antigua calle Oriente—, Sol, la Carretera de Carmona, Busto Tavera o San Luis conservan en el parcelario moderno la orientación de las viejas vías de salida o llegada a la Colonia Hispalis. Esa pervivencia se adivina en la morfología urbana ... de ejes y calles de la urbe hispalense; otras, incluso, se hacen latentes en la memoria popular: los sevillanos de mayor edad siguen llamando a Luis Montoto «la Calzá», o en el nomenclátor de algunas de ellas, como la «Carretera de Carmona». Otras, directamente, han aparecido bajo el subsuelo, como la calzada romana hallada en 2003 durante las obras del aparcamiento de los Jardines de Cristina y destruida de forma aberrante ante el absoluto y desconcertante desconocimiento público.
Las calzadas romanas: la articulación del imperio
Las calzadas fueron la gran red vertebradora del mundo romano. Por ellas circulaban los ejércitos, las mercancías y los mensajes que mantenían unido un territorio que, en su apogeo, se extendía desde Britania hasta Siria. Más allá de su función práctica, fueron también un símbolo de dominio y civilización: la huella física de Roma sobre los paisajes conquistados. En Hispania alcanzaron una densidad excepcional —más de 30.000 kilómetros de vías pavimentadas, jalonadas por miliarios y villas— que integraron las provincias en un mismo sistema político y económico. En la Bética, estas rutas unían Corduba, Astigi, Gades o Hispalis, articulando el territorio como una auténtica red de ciudades.
Su trazado obedecía siempre a la lógica de la eficacia: recorridos rectilíneos, firmes compactados y puentes de ingeniería admirable que aún hoy asombran por su solidez. Las calzadas no solo comunicaban lugares; daban sentido al espacio, condicionaban el asentamiento de poblaciones, templos, foros y mercados, y definieron durante siglos los ejes naturales de comunicación del sur peninsular. Buena parte de la geografía histórica de Andalucía —y de Sevilla en particular— se explica todavía por aquellas líneas trazadas hace más de dos mil años. Entre todas ellas destacó una sobre las demás: la Vía Augusta, la más larga y célebre de Hispania, que unía Gades (Cádiz) con Roma, atravesando de sur a norte todo el territorio peninsular. Era el eje por excelencia del occidente hispano, símbolo de una red que dio sentido y forma al Imperio. Porque, al final, todas las calzadas tenían un denominador común: todas llegaban a Roma, todas terminaban (o comenzaban) en el Miliario de Oro.
La Vía Augusta: la entrada sur por la Puerta de Jerez
La Vía Augusta, la gran calzada que unía Gades con Roma, atravesaba también el corazón de Sevilla. Desde Cádiz, la vía ascendía por el valle del Guadalquivir, pasando por Asta Regia (Jerez) y Orippo (Dos Hermanas) hasta alcanzar Hispalis, donde entraba por el sur, siguiendo el eje de Manuel Siurot - La Palmera hasta llegar al entorno de la actual Puerta de Jerez. Era el acceso principal a la ciudad romana, por donde llegaban mercancías, correos y viajeros a la capital del conventus hispalense.
Durante las obras del aparcamiento de los Jardines de Cristina con el Metrocentro, en 2003, aparecieron las losas de Tarifa originales de la calzada romana que discurría por este punto. Sin embargo, lejos de conservarse in situ o ponerse en valor con una correcta musealización, la calzada fue destruida en su mayor parte ante el desconocimiento público y parte de sus restos trasladados y recolocados sin criterio arqueológico, embutidos en el nuevo pavimento con cemento moderno. Hoy permanecen allí, sin señalética, sin iluminación y sin contexto, invisibles para la mayoría de quienes los pisan a diario por la desidia patrimonial de la administración pública de aquellos tiempos.
Aquel hallazgo —testimonio excepcional del paso de la Vía Augusta por Sevilla— se convirtió en una oportunidad perdida. Lo que fue el acceso meridional a Hispalis, columna vertebral de la Bética proveniente desde Gades (Cádiz), quedó desgraciadamente reducido a unas piedras enfoscadas con cemento y confundidas entre el tráfico peatonal.
Avenida Eduardo Dato: un probable camino romano fosilizado
En el área oriental de Sevilla, entre los distritos de Nervión y la Huerta del Pilar, la Avenida de la Buhaira surge como vía moderna, trazada a partir de una antigua huerta palaciega almohade. Pero más allá de su origen islámico, esta línea urbana —junto con la prolongación que conecta con la Avenida de Eduardo Dato— mantiene todo el sentido de un corredor de comunicación antiguo, posiblemente vinculado a una antigua calzada que partía de la ciudad y se dirigía al campo extramuros.
El nombre «Buhaira» deriva del árabe buḥayra («pequeño lago»), en referencia al conjunto palacial y su estanque, fundado en el siglo XII. Las fuentes documentan que el conjunto utilizó la antigua conducción romana de los Caños de Carmona para abastecerse de agua. Esa continuidad de infraestructuras es un buen indicio: los caminos que acompañaban al agua estaban a menudo consolidados y reutilizados en épocas posteriores.
En la práctica, el eje Buhaira–Eduardo Dato representa hoy esa persistencia viaria. Aunque no se ha documentado con absoluta certeza un pavimento romano visible en toda su longitud, el parcelario, la alineación de tramos y su orientación respecto al casco histórico hacen pensar que estamos ante un trazado de herencia antigua. Aquel camino sería una de las salidas orientales de Híspalis, complementaria a las grandes calzadas que se dirigían a Carmona o Córdoba.
Luis Montoto, la antigua calle Oriente
Pocas vías de Sevilla resumen tan bien la persistencia del tiempo como Luis Montoto, conocida en el pasado como la calle Oriente o popularmente como la Calzá. Su propio nombre popular delata el pasado: una calle que era calzada, la salida natural de la ciudad hacia el este, el camino que unía Hispalis con Urso (Osuna) o Iliberri (Granada). Tras cruzar la muralla por la Puerta de Carmona, la calzada seguía un rumbo que aún hoy conservan la actual Luis Montoto, la Avenida de Andalucía y, más allá, la autovía A-92, heredera directa de aquel itinerario que discurre por Alcalá de Guadaíra, Arahal, Osuna, Estepa y Antequera camino de la Vega granadina.
El nombre de Oriente reflejaba no solo su dirección geográfica, sino su sentido simbólico: la vía de la salida del sol, la que abría la ciudad hacia los campos fértiles de la Bética. En 1920, el Ayuntamiento decidió rebautizarla en honor del erudito y escritor Luis Montoto y Rautenstrauch, pero la memoria popular conservó el apelativo antiguo. Aún hoy muchos sevillanos nacidos antes de 1950 continúan llamándola calle Oriente o la Calzá, evocando su carácter de calzada y vía romana.
Por ese mismo eje discurrió también el acueducto romano que abastecía a Hispalis, los antiguos Caños de Carmona, sirviendo la calzada como eje de abastecimiento de agua desde los manantiales de Santa Lucía de Alcalá hacia Sevilla hasta 1868. Hoy, quien entra en Sevilla por el eje A-92/Avenida de Andalucía/Luis Montoto repite sin saberlo el mismo trayectos que los viajeros que llegaban a Hispalis hace dos milenios.
También en este camino se erigió la Cruz del Campo, humilladero y hito devocional que sirvió de epicentro devocional en la Sevilla de la Baja Edad Media y que le dio nombre a la más afamada marca de cerveza sevillana.
El eje Sol–Carretera de Carmona: la salida nororiental de Híspalis
Bajo el trazado de las actuales calle Sol y Carretera de Carmona se conserva una de las líneas viarias más antiguas y persistentes de Sevilla: la salida nororiental de la Colonia Hispalis hacia Carmo (Carmona) y Corduba (Córdoba). Este eje urbano, de dirección perfectamente reconocible sobre el plano, fosiliza el recorrido de la Vía Augusta a su salida de Hispalis por el norte, una de las grandes calzadas del Itinerario de Antonino que unía Gades (Cádiz) con Roma pasando por Hispalis, Carmo, Astigi (Écija) y Corduba.
La vía partía de la ciudad por una puerta que debió situarse en el entorno de la actual iglesia de Santa Catalina, y comenzaba justo en la bifurcación de la plaza de los Terceros. Las excavaciones arqueológicas realizadas en la calle Sol y en la Carretera de Carmona han documentado enterramientos romanos a ambos lados del camino, tal como era habitual en las salidas urbanas del mundo romano, donde las necrópolis flanqueaban las vías principales.
El trazado conserva aún su orientación original: la calle Sol se prolonga de forma natural en la Carretera de Carmona, manteniendo el rumbo que llevaban los viajeros hacia los Alcores. Por este eje circularon durante siglos los carros cargados de trigo, aceite o sillares del Alcor, las recuas de arrieros y los correos oficiales del Imperio.
La toponimia moderna no es casual. El nombre «Carretera de Carmona» perpetúa una memoria de más de dos milenios: la de aquel camino que unía la ciudad con su campiña oriental y que, en su día, conectaba directamente Hispalis con Roma. De esta calzada, y de lo que aún guarda bajo su trazado, hablaremos más adelante.
El eje San Luis–Bustos Tavera: el arranque septentrional de la Vía de la Plata
El eje formado por Busto Tavera y San Luis conserva la orientación de una de las salidas más antiguas de la ciudad romana: la que conducía desde Hispalis hacia Italica y Augusta Emerita (Mérida), primer tramo de la histórica Vía de la Plata. Este itinerario fue la gran vía de comunicación entre Hispalis, la Lusitania y el norte de Hispania, hasta llegar a Asturica Augusta (Astorga).
La calzada partía de la ciudad por una puerta situada en el entorno de Santa Catalina, en el límite septentrional del recinto romano altoimperial, y se dirigía hacia el norte siguiendo una línea coincidente con las actuales calles Busto Tavera, San Luis y Don Fadrique. Desde allí, el camino avanzaba hacia San Lázaro y debía cruzar el río, bien mediante un puente, bien con barqueros, para alcanzar Italica, a unos nueve kilómetros de la ciudad. Esta continuidad geométrica —perfectamente visible sobre el plano— ha sido señalada por los arqueólogos como una de las evidencias más claras de la persistencia del viario romano en el trazado urbano sevillano.
Durante siglos, esta vía mantuvo su función como salida natural hacia el norte. Por ella salían los sevillanos que se dirigían hacia Santiponce, Mérida, León o Asturias. Hoy, aunque la ciudad haya cambiado, la orientación de San Luis sigue recordando aquel itinerario primitivo que unía Hispalis con el norte de Hispania, el histórico camino de la Plata. Hoy, la autovía Ruta de la Plata (A-66) perpetúa ese mismo recorrido.
Bajo la Sevilla actual pervive la estructura y la geometría de la ciudad romana. Las calzadas que partían de Hispalis no se perdieron: se transformaron en calles y avenidas que seguimos recorriendo cada día. Luis Montoto, Sol, Carretera de Carmona o San Luis conservan, en su trazo y en su sentido, la memoria de aquellos caminos que hace veinte siglos articularon la Bética desde Hispalis.
El paso del tiempo borró los miliarios y enterró la losa de tarifa, pero no el rumbo ni la dirección. Los ejes que hoy conducen a Carmona, Osuna o Itálica siguen hoy las mismas sendas que comunicaron Hispalis con el resto del Imperio.
Y junto a esas viejas calzadas hispalenses, a sus márgenes, enterraban y lloraban a sus difuntos los sevillanos de hace dos milenios: es allí donde se hallan las necrópolis que marcaban el límite entre la ciudad de los vivos y la de los muertos.
Pero esa es otra historia que contaremos más adelante.
* Con la colaboración de la Consejería de Turismo y Andalucía Exterior de la Junta de Andalucía, cofinanciado con Fondos Feder.
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