A los seis años de edad diagnosticaron a Patricia Cabrera un tumor de Wilms con el peor pronóstico posible. Sin embargo, 37 años después, Patricia no sólo está viva, sino que ha tenido dos hijos, estudió Medicina y se especializó en Oncología Radioterápica. «Tengo la gran suerte de dedicarme al cáncer infantil en el Hospital Virgen del Rocío. A veces trabajo en el mismo módulo donde me trataron el tumor de Wilms», cuenta esta doctora, a la que extirparon el riñón derecho y que debido a la radioterapia sufrió la malformación de la columna, lo que le obligó a llevar hasta los veinte años un yeso en la columna, que alternaba con un corsé de Milwaukee.
Juan Pablo Domínguez, 28 años
Juan Pablo Domínguez Teba tenía seis meses cuando le diagnosticaron un tumor maligno en el cuello (neuroblastoma torácico). Estuvo hasta los 5 años entrando y saliendo del hospital. Aunque era muy pequeño aquello se le quedó grabado en la memoria: «Recuerdo que me dolía, que lloraba, que tenía mucha tristeza. Con 12 años me dieron el alta definitiva pero aquello me marcó porque me ayudó a tener un espíritu de lucha, a vivir la vida con esperanza y a ser consciente de la limitación del ser humano y de la necesidad de ayudar a los demás», señala Juan Pablo, que se ordenó sacerdote en 2009 tras licenciarse en Sevilla en Teología y Estudios Eclesiásticos. Ahora estudia Historia de la Iglesia en Roma.
Cristóbal Rueda, 36 años
Con 12 años, Cristóbal Rueda adoraba surfear. Cogiendo olas notó que perdía fuerza en un brazo y descubrió más tarde un bulto en el hombro. Le diagnosticaron un sarcoma de Ewing, uno de los cánceres óseos más virulentos pero afortunadamente no sufría metástasis. Le quitaron el omóplato, quedando con algunos problemas de movilidad». En su casa no escondieron a Cristóbal la gravedad de los hechos. «No hablaban de cáncer, pero sí de tumor. Yo sabía que tenía una enfermedad grave porque me quitaron el omóplato y porque me metían mucha quimio».
Remedios Expósito, 42 años
Original de la localidad sevillana de Paradas, Remedios Expósito estuvo en tratamiento por quimioterapia y radioterapia hasta los cinco años por un neuroblastoma detectado en el hígado cuando tenía nueve meses de edad. «Mi madre me llevó al Hospital de las Cinco Llagas, donde un médico le dijo que se llevara al bebé a casa porque no había nada que hacer para salvarme. Afortunadamente acabamos en el Hospital Infantil del Virgen del Rocío, donde me sacaron adelante. Vivíamos en Paradas y entonces no había líneas de autobuses, así que mi madre me venía a ver al hospital y volvía a casa haciendo autostop. Aquello era una odisea. Afortunadamente, hoy los padres con niños con cáncer cuentan con la ayuda de Andex», declara Remedios.
.
Miguel Ángel Bernal, 43 años
Miguel Ángel Bernal, un sevillano de 43 años, inauguró con otra persona el voluntariado de la Asociación de Padres con Niños con Cáncer (Andex). Durante catorce años fue voluntario y acudía al área de Oncología Pediátrica para visitar a los niños enfermos y hablar con sus padres. De alguna forma él quiso devolver la ayuda que recibió cuando se le detectó un cáncer con 10 años. «Yo lo superé sin que ello me afectara a mi infancia ni a mi adolescencia. He hecho una vida normal y trabajo sin problemas en una gestoría», dice. Este sevillano padeció un meduloblastoma en la cabeza, lo que obligó a intervenirle quirúrgicamente y darle tratamiento con radio y quimioterapia.
José Manuel González García, 34 años
Esta semana José Manuel González García se ha convertido en ingeniero técnico electrónico tras leer el proyecto fin de carrera. No ha sido un año fácil. En otoño de 2013 le amputaron la pierna derecha tras nueve años de lucha por salvarla, lo que le obliga a llevar una pierna artificial. Cuando tenía 12 años comenzó a tener fuertes dolores en la pierna y a cojear. Cuatro meses después le diagnosticaron un osteosarcoma en el fémur derecho. «No tengo mal recuerdo de los hospitales a pesar de que fue una época dolorosa. Probablemente me ha ayudado a ver la vida de otra manera, a vivir más el día a día», admite José María González-García, vecino de la localidad sevillana de Olivares.
Áurea Morillo, 39 años
Áurea Morillo no es médico por casualidad. «El haber tenido un cáncer infantil me influyó a la hora de estudiar esta carrera». Hoy, esta sevillana de 39 años es médico preventiva en el Hospital Virgen del Rocío, donde trata a pacientes oncológicos que tienen que ser revacunados tras un trasplante de médula. A ella le diagnosticaron el tumor de Wilms cuando tenía dos años y le extirparon un riñón. «Hasta los cuatro años recibí tratamiento de quimioterapia y radioterapia. «El haber tenido cáncer me hace ponerme en la piel del paciente. Cuando tengo delante a alguien entiendo su cansancio por los tratamientos de quimioterapia, el sufrimiento, la angustia ante las punciones, las esperas...», asegura esta doctora.
Fernando Jesús Vázquez, 44 años
Fernando Jesús Vázquez tenía seis años cuando se bañaba en la playa cuando sus padres y éstos notaron que se caía mucho y perdía el equilibrio. En una revisión médica le diagnosticaron meduloblastoma del sistema nervioso. Perdió varios años de colegio pero después los recuperó y finalmente estudió Informática de Gestión y ahora trabaja como administrativo en la asociación Andex (Asociación de Padres con Niños con Cáncer de Andalucía). El cáncer le impidió disfrutar de su infancia pero hoy, con 44 años de edad cumplidos, asegura que a pesar de las secuelas que sufre como consecuencia del meduloblastoma y su tratamiento –problemas con el habla, baja estatura y descoordinación del movimiento, lo que le obliga a andar con muletas– «soy muy afortunado por haber superado un cáncer que era muy agresivo».
Eva Luz Morillo, 40 años
Eva Luz Morillo, nacida en Marchena hace 40 años, es una auténtica superviviente. Ha superado dos cánceres en su vida, uno siendo niña y otro en la adolescencia, lo que no le ha impedido tener tres hijos. Cuando tenía dos años se le detectó un neuroblastoma torácico, que le obligó a recibir tratamiento y tener revisiones hasta los 15 años. Cuando todo parecía olvidado, con 17 se le detectó un carcinoma papilar de tiroides, del cual fue operada y a raíz del cual recibió yodo radioactivo. «De todo ello me quedó una fobia grandísima a las inyecciones, pero finalmente lo superé, hasta el punto de que estudié auxiliar de Enfermería, entre otras cosas porque quería ayudar a los demás, como lo han hecho conmigo», cuenta.
Inmaculada Govantes, 42 años
«Estamos aquí pero no se nos ve. Somos muchos los que superamos un cáncer infantil», declara Inmaculada Govantes, una sevillana que reside en Tomares y que con dos años de vida se le diagnosticó un tumor de Wilms, que le hizo perder el riñón izquierdo. Inmaculada, que estudió Graduado Social, no ha sufrido las secuelas por el cáncer, ya que no se le desplazó la columna por la quimioterapia. Hoy tiene dos hijos y hace deporte sin limitaciones. «No le doy importancia a la palabra cáncer. En mi casa se hablaba con naturalidad de la enfermedad», dice.
Carlos Carballo, 20 años
Un tumor de Wilms dejó a Carlos Carballo cuando era un niño pero le insufló el gusanillo por la medicina. Hoy es un joven que practica deporte a diario y estudia tercero de Medicina en Sevilla. «Desde siempre quedé agradecido a los médicos que me ayudaron y eso me influyó a la hora de elegir la carrera de Medicina. Yo también quiero salvar vidas», señala Carlos, quien no ha dejado de estar en contacto con la doctora que me trató, la oncóloga Ana María Álvarez Silván. El pasado 31 de diciembre acudió a Oncología Pediátrica del citado hospital para estar con los niños enfermos y animar a los padres. Su próximo objetivo es hacerse voluntario de la Asociación de Padres de Niños con Cáncer (Andex), como lo fue su madre, Rosaura Menayo.