Una invitada a una boda dice lo que muchos piensan sobre los regalos y el dinero: «Si no me puedo permitir una boda no la hago»

«Pedir a los invitados de tu boda que te paguen el plato, el cubierto, me parece una cutrada», afirmó sin rodeos al comienzo del vídeo. Lejos de tratarse de un comentario aislado, la joven asegura que esta tendencia se ha normalizado hasta extremos difíciles de imaginar. «El otro día lo vi en el vídeo de una chica que decía que además hay novios que ponen el número de cuenta para que cada invitado haga su aportación si es que no van a pagar el cubierto». Una práctica que, en su opinión, cruza la línea del buen gusto.

Desde su punto de vista, el verdadero sentido de una boda debería centrarse en compartir un momento especial con familiares y amigos, no en convertirlo en una transacción económica. «Si yo te invito a mi boda es porque quiero que estés allí, no para que me pagues absolutamente nada», manifestó.

La joven considera que los novios deben ser responsables con sus propios gastos y organizar una celebración acorde a sus posibilidades. «Si yo no me puedo permitir una boda como tal, no la hago y no espero un regalo de ti increíblemente grande ni una cantidad ingente de dinero para que me pagues una fiesta que yo no me podía permitir», señaló.

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El problema, según su visión, no está en querer celebrar un día especial por todo lo alto, sino en hacerlo a costa de terceros. Por ello, no dudó en calificar como exagerado e inadecuado este tipo de planteamientos: «Me parece bochornoso a menos que tengas mucho, mucho dinero de verdad». Para ella, los invitados no deberían cargar con los costes derivados de una fiesta que no han elegido.

Cabe destacar que la joven no rechaza por completo la idea de que los invitados tengan un gesto con los novios, pero sí se opone a que ese gesto se convierta en una obligación económica que prácticamente sustituya al regalo de toda la vida. «No te digo que no tengas un detalle con los novios, pero lo de pedir dinero…», concluyó. La diferencia entre el detalle espontáneo y la exigencia es, para ella, lo que marca la frontera entre la tradición y la imposición.