Existen pocos regímenes en el mundo tan cerrados y controlados como el de Corea del Norte. Desde el final de la guerra en 1953, el país vive completamente aislado bajo una dictadura hereditaria que apenas deja margen para conocer cómo es la vida real de sus ciudadanos.
... Sobre este tema ha hablado recientemente el ex corresponsal en Asia David Jiménez. En una entrevista para el pódcast de Alberto Chao, el periodista —que logró entrar en Corea del Norte como reportero en el año 2000— ha explicado algunos de los hábitos más surrealistas que presenció durante su visita.
Un nivel de idolatría casi enfermizo
Durante su viaje, explica, lo llevaron a los estudios de cine a las afueras de Pyongyang. Como anécdota explica que, décadas atrás, Kim Jong-il, padre del actual dirigente, era tan aficionado al séptimo arte que ordenó el secuestro de su actriz favorita de Corea del Sur junto a su marido, que era director de cine. Ambos fueron trasladados forzosamente al país para rodar películas bajo encargo del dictador, y no fue hasta varios años después que lograron escapar.
El caso es que este nivel de obsesión se trasladaba también a las ficciones norcoreanas. Jiménez recuerda cómo, durante su visita a los estudios, le proyectaron una escena de una pareja recién casada que accedía por primera vez a su nuevo hogar. El Estado les había asignado la vivienda como regalo de bodas, pero lo más importante para ellos no era el apartamento en sí, sino lo que encontraban dentro.
En el centro del salón, el gran obsequio del régimen era un retrato del «Gran Líder». La pareja se abrazaba emocionada frente al cuadro, y la escena terminaba con ellos proclamando: «Vivimos en el lugar más feliz del mundo».
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