La astronauta española Sara García, muy clara con quienes defienden que la Tierra es plana: «Optan por explicaciones simples»

Esta teoría de la conspiración sigue sumando seguidores a pesar del consenso científico y de las pruebas empíricas acumuladas durante siglos

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En la era de la inmediatez digital y las redes sociales, donde cada usuario tiene un altavoz a su disposición, las teorías de la conspiración han encontrado el terreno perfecto para germinar y extenderse. Desde el escepticismo sobre la llegada a la Luna ... hasta la existencia de una raza conocida como los reptilianos, el abanico es amplio, pero si hay una que destaca por su persistencia e impacto mediático es la que sostiene que la Tierra es plana. A pesar del consenso científico y de las pruebas empíricas acumuladas durante siglos, el terraplanismo sigue sumando seguidores. Frente a este fenómeno, muchos expertos se han manifestado con firmeza. En ese sentido, una de las últimas personas que ha expresado su opinión al respecto en España es Sara García Alonso, bióloga molecular, astronauta de reserva de la Agencia Espacial Europea (ESA) y la primera mujer española seleccionada para participar en posibles misiones espaciales. En su reciente aparición en el popular pódcast 'El Sentido de la Birra', presentado por Ricardo Moya, la cosmonauta no solo habló de su carrera y formación científica, sino que también dedicó unos minutos a reflexionar sobre la fascinación, y frustración, que le produce el auge de creencias como el terraplanismo.

Durante la conversación, la científica abordó «el caso típico de los terraplanistas», una forma de denominar a quienes insisten en defender que la Tierra no es un planeta esférico,sino una superficie plana y limitada. A juicio de la astronauta, no merece la pena invertir tiempo ni recursos en discutir con quienes eligen conscientemente rechazar la evidencia científica. «Los argumentos que apoyan que la Tierra es plana versus los argumentos que apoyan que la Tierra es esférica… para mí es un debate estéril», sentencia con claridad, dejando claro que, desde la óptica científica, esta cuestión está más que resuelta. Y lo está, precisamente, gracias a siglos de investigación y avances tecnológicos que han permitido observar, medir y verificar la forma de nuestro planeta desde múltiples ángulos.

En palabras de la reservista de la ESA, «los datos científicos ya han pasado ese capítulo de la historia, ya está más que demostrado de cientos de formas». Desde la primera vuelta al mundo de Magallanes y Elcano hasta las fotografías tomadas desde la Estación Espacial Internacional, el conocimiento acumulado es abrumador. Sin embargo, según la cosmonauta, hay un componente emocional e ideológico en quienes eligen seguir creyendo que todo es una gran conspiración orquestada por gobiernos, científicos y astronautas. «Creo que las personas que optan por la conspiración, por dudar del método científico, lo hacen más por un convencimiento, por una sensación de, no sé si de pertenencia, de exclusividad, de creencia incluso», señala, revelando que no se trata únicamente de un problema de educación científica, sino de un fenómeno sociológico más profundo, donde el deseo de formar parte de un grupo 'despierto' o 'iluminado' se impone a la lógica y la evidencia. «Entonces cuando estamos hablando de sentimientos y de lo que yo elijo creer, no hay debate científico ni debate argumentario detrás», en otras palabras, no se puede razonar con datos frente a quien ha decidido creer en función de una emoción o de una necesidad de identidad personal.

La atracción por lo conspiranoico

Sin embargo, lejos de caer en la burla o la confrontación directa, la astronauta busca comprender de dónde nace esa atracción por lo conspiranoico. «Me hace reflexionar de por qué surgen estas posturas, y cada vez más numerosas, que optan por explicaciones simples, o aquellas que son capaces de entender, a problemas muy complejos», concluye.

Con estas declaraciones, la astronauta española se suma así al grupo de científicos que, desde su experiencia y conocimiento, siguen defendiendo lo más valioso que tenemos para comprender el mundo: el método científico. Porque si dejamos de confiar en los datos y nos entregamos a las creencias personalescomo única guía, corremos el riesgo de caminar en círculos, negando incluso lo que ya ha sido demostrado hasta la saciedad.

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