El Madrid suda el campeonato de invierno

El buen resultado de los blancos frente a su vecino del sur no debe servir de venda al campeón del mundo. El Madrid es una sombra del súper equipo que se paseaba por España y Europa entre octubre y diciembre. La pelota corre a cámara lenta, los jugadores la piden más al pie y menos al espacio y el equipo comete tantos errores forzados como un rival cualquiera de Rafal Nadal. Hasta el gol de Cristiano Ronaldo, tanto el luso, como James y Kroos, perdieron más balones en el Coliseum que en las anteriores diecisiete jornadas de Liga. Algo parecido sucede con Bale, que sigue en estado Guadiana. Empujó el segundo del Madrid y nada más. Solo la magia de Isco y la clase de Benzema nos hace recordar la belleza del Madrid otoñal.

El encuentro fue un monólogo desde el minuto uno. Balón para el Madrid y el Getafe encerrado en su área y con el «arma» del pelotazo a la espalda de un Varane y Ramos con la defensa en el centro del campo como única propuesta. Poco bagaje para el sello Sánchez Flores. En su defensa, apenas diez entrenamientos: tiene aún mucho camino que recorrer. Aún así, el planteamiento de los azulones le dio resultado una hora. La falta de ideas de los Ancelotti, un par de buenas intervenciones de Codina ante disparos de Benzema e Isco. y el larguero alargaron la ansiedad del Madrid hasta el minuto sesenta y dos . Ahí Ancelotti pudo ingerir a gusto una riada de chicles, en una imagen que ya es un clásico en el Madrid cuando pintan bastos.

El tanto que le aflojó el nudo de la corbata a Carletto lo anotó Cristiano, pero el 99% del gol fue de Benzema . Todo aficionado enamorado del talento tiene en su retina el regate de Butragueño en el Ramón de Carranza allá por el año 1987 en una eliminatoria de Copa. Eso hizo precisamente Karim, tras recibir un pase de James y apurar hasta línea de fondo. Pegado a la cal, el galo sentó en una baldosa a Alexis y puso en bandeja el tanto número veintisiete de Ronaldo. No sería el único del portugués. Cerraría la cuenta con un cabezazo a bocajarro tras rematar un centro medido de James a la espalda de los centrales azulones. Ese 0-3 era el vigésimo octavo gol de Cristiano. Por eso es el Balón de Oro: incluso en su peor momento taladra sin compasión las porterías rivales. El mal trago de Copa ya es historia. Viva la Liga.