Un viaje a la lisérgica dimensión de Derby Motoreta's Burrito Kachimba

Es uno de esos días en los que la capital hispalense está más sevillana que nunca, con el pálpito aún reciente de la Feria y la Semana Santa, y a tan solo unas horas de que se dispute el Gran Derbi. Llueve polen sobre las aceras y los vencejos avisan de que no hay que dejarse el abrigo ni el paraguas en casa. La tarde se va encapotando y en los alrededores de la Sala Custom se empiezan a acumular las melenas, los vaqueros y el cuero para ver a los Derby Motoreta's Burrito Kachimba presentar en directo su último trabajo, 'Bolsa Amarilla y Piedra Potente'.

Pasadas las nueve de la noche una multitud cruza el umbral hacia otra dimensión. La sala se llena hasta los topes con todo vendido desde hace semanas. No hay miedo a lo que podamos encontrarnos al otro lado: ni a los chacales, ni a las aguas profundas, ni a los puñales. Nadie teme sufrir un mal viaje porque la kinkidelia, ácida y lisérgica, no produce efectos secundarios, tan solo diversión pura. Pasan las nueve y media y el público espera con adulterada impaciencia a que empiece el viaje. Minutos antes de saltar al escenario, Migue (Dandy Piranha), compositor y cantante del grupo, se acerca a primera fila a saludar a unos familiares y alguien le llama a gritos: «¡Ven aquí, preciosidad, que vamos a hacernos una foto!».

Unos instantes más tarde empieza a sonar 'Agua Profunda', canción con la que abren el último disco y también el concierto, aun sin nadie sobre el escenario. El primero en aparecer es Papi Pachuli, el batería, que adelanta los compases iniciales de 'Seis pistones' para presentar al resto de la banda sobre las tablas: Bacca y Gringo (guitarras) a ambos lados de Dandy, al otro lado está Soni (bajo) mientras que al fondo aparece Machete Carrasco (sintetizador y teclados) junto a Papi Pachuli.

La banda suelta todo el disco, en orden, canción a canción, con un par de pausas que Migue aprovecha para hablar: «Muchas gracias por venir, os hemos echado de menos, desde aquel día en el Cartuja Center», confiesa el cantante. «Estamos emocionados de volver a los escenarios. Hoy vamos a tocar el disco entero, tema por tema, tenemos muchas ganas de girar, de ir a festis en los que lo pasamos de puta madre y a otros en los que hay algunas cosillas que mejorar», bromea el cantante.

La banda arrolla al público, primero, con la fuerza de 'El Chinche'. Las manos, las caderas y las gargantas se dejan atropellar con gusto por los compases que va marcando el grupo: «Tú te rebelaste / porque tú querías / arroz con tomate», corean, junto a Dandy Piranha y la frenética armónica de Álvaro Aspe (The Milkyway Express), que se suma al concierto durante esta canción tal y como hizo para el disco.

Al principio algunos entre el público hacen el intento de grabar con el móvil, pero se les olvida rápido en cuanto suenan temas como 'Prodigio', 'Ef Laló' y 'Daddy Papi'. La mayoría prefiere usar las manos para la única cosa útil que se puede hacer con ellas en un concierto: moverlas y levantarlas como si las agujetas las fuera a tener otro al día siguiente.

«¡Los chacales la pagaréis!», canta Dandy Piranha, impidiendo con sus cuerdas vocales que haya espacio en la sala para otra cosa que no sea su voz. Los acordes de 'La Fuente' brotan sin mesura y los móviles se alzan —ahora sí— hacia lo más alto que pueden llegar para grabar uno de los temas más potentes del disco. La piedra sobre la que se construyó el mismo, en palabras de la propia banda. «¡Llevo en el cuello una aguja de alacrán!», se desgañita Dandy y una multitud de gargantas resuena por encima del grupo, incluso para acompañarle a capela en el puente de la canción.

Pero llega 'Manguara' y salta la liebre. Ni siquiera la kinkidelia se escapa de quienes se compran una entrada para ir a un concierto y en mitad del mismo se ven impulsados por la necesidad de hablar y charlar. Una melodía a lo 'Stranger Things' invita a sumergirte en una dimensión profunda, densa y oscura, pero algunos consiguen escapar: el murmullo se come por momentos a la banda, aunque dura poco tiempo, pues la corriente arrastra de nuevo al público hacia el portal. El viaje no ha acabado, aún queda noche para alucinar.

Con 'Gun-gun', 'Pétalos', 'Manteca' y 'Tierra' termina la primera parte de un viaje que se antoja íntimo y casi espiritual, con un hipnótico Dandy acaparando las miradas con sus contoneos y cabeceos, bailando como si Robert Plant se hubiera criado en los corralones.

El portal aún sigue abierto y por él se cuelan guitarras distorsionadas y sintetizadores, creando un sonido que limita por poco con el ruido y que va introduciendo poco a poco la melodía de 'The New Gizz'. Con ella comienza la segunda parte del concierto. Entre botes, pogos, empujones y saltos la multitud se entrega a los pesados riffs de 'Porselana Teeth' que caen sobre la Sala Custom como una tormenta eléctrica. Tras 'Caño Cojo' suena 'El Valle' y aunque Dandy canta a todo lo que da su voz eso de «¡Tómalo, siéntelo!», el público lo grita aún más alto.

«Esta se la dedico a mi hermana. ¡Hermana, te quiero!», sentencia Dandy para presentar 'Las leyes de la frontera'. La noche se va emborronando un poco más si cabe. Los que no venían un poco adulterados han hecho acopio en la barra durante el concierto y a estas alturas son pocos los que se dejan llevar por los acordes desde la sobriedad: «¡Suuuaahhhh!». Bacca abraza a Soni mientras el público corea con los DMBK: «Bajaré al infierno si tengo que morir / Na-ra-ra-rai, na-rai-ra-ra-ra».

Estamos en otra dimensión, no cabe duda, aunque nos damos cuenta justo cuando ya se empieza a cerrar el portal. Tras 'Gitana', 'Turbocamello', 'Dámela' y 'Aliento de Dragón', Dandy termina por los suelos arrodillado, mientras Papi Pachuli inyecta un ritmo caníbal a la noche que se va tragando los minutos y los compases como si el tiempo fuera algo sólido que se puede morder y despedazar. «¡Se amarra el pelo, se amarra el pelo, con una cinta de hilo negro!», canta Dandy y el público lo sigue redoblando las exclamaciones.

El cantante vuelve de su periplo tras bucear entre el público para subir al escenario y gritar eso de «Sig-na geg-no, sig-nag nag-sé», una oración con la que despertamos del viaje de repente, con el ánimo sintonizado en otra parte. Unas horas atrás, cuando todo comenzó y estaba por estrenar. Un estado de conciencia parecido al de quien sabe que los minutos se le agotan y aún así los aprovecha para ser feliz. Algo que solo sucede en ciertas ocasiones, como esta, en las que nos atrevemos no solo a cruzar el umbral a una dimensión desconocida, sino a dejarnos llevar por lo que hay en ella. Y este viaje bien lo merece.