CRÍTICA DE MÚSICAZ
Quatuor Ardeo: Así no hay quien duerma
Las 'Variaciones Goldberg' han atraído a cuantos las oyeron, queriendo dejar su firma de agradecimiento dándole una nueva vida cuando ya parecía exprimida. Surgieron así las transcripciones, aportando nuevas ideas o actualizando las presentes.
Cuarteto Ardeo
Música de Cámara en Turina
'Variaciones Goldberg' en cuarteto
- Programa: 'Variaciones Goldberg' BWV 988 de J.S. Bach. [Transcripción para cuarteto de cuerda de François Meïmoun]
- Intérpretes: Quatuor Ardeo: Carole Petitdemange y Mi-Sa Yang (violines), Yuko Hara (viola) y Joëlle Martinez (violonchelo).
- Lugar: Teatro Turina.
- Fecha: 13/11/2025.
Por lo que sea, Bach atrae nuestro ánimo de manera que sacia tanto a los espíritus puros como a los marchosos o a quienes son capaces de convertir su música en fuerza interior. Y así tenemos que sus 'Variaciones Goldberg' que ... hoy nos ocupan han pasado al piano, a los dos pianos, a los pianos a cuatro manos, a los sintetizadores, al trío de cuerdas con o sin sintetizadores, al acordeón, al jazz, a una y dos guitarras, al órgano, arpa, orquesta de cuerda… y de aquí al cuarteto no hay nada.
El artífice de esta versión, François Meïmoun, parece como justificarse en el librito que acompaña el disco del cuarteto, asegurando además que no ha cambiado ni una coma del original, sino sólo ha distribuido la 'carga' entre los cuatro miembros del conjunto, que a veces se reducían a tres y otras a dos.
Y pensemos que desde el clave no era difícil que pasara al piano, ya que son instrumentos que invitan al recogimiento y la reflexión o al virtuosismo del teclado, si se respeta por parte del piano que la sonoridad del clave no contaba con pedal.
Pero tal vez después de estos instrumentos, sea el cuarteto de cuerda quien nos ofrezca una visión completa de una obra eminentemente polifónica y que a la vez presenta un nivel muy alto de intensidad expresiva. Y, aún más, contamos con una ventaja añadida, y es que las voces se desglosan individualmente, y lo que en un teclado suena acórdico o se nos presenta una polifonía a cuatro voces, en el cuarteto nos aparece separada, como extendida, como un abanico que se abre (alguna vez lo hemos mencionado también con los sintetizadores, donde cada voz es un sonido distinto).
Por lo general, valoramos mucho que un conjunto nos resulte tímbricamente lo más homogéneo posible, pero en este caso la diversidad contribuye más a distinguir las voces. Aquí era el violonchelo quien presentaba un color más áspero, más hosco, frente a la dulzura de violines y viola.
La gran sorpresa fue llegando desde el enorme desplegable que fue su concierto, con la delicada exposición del aria inicial (y luego la final), todo un conjunto de puro terciopelo, y desde ahí nos ofrecieron una insólita diversidad, sugerida por la misma complejidad de las variaciones.
Carole Petitdemange, violín II
No es habitual cambiar la disposición de los instrumentos, porque aunque enfrentar los violines en una orquesta barroca es casi preceptivo, en un cuarteto donde la partitura raramente lo exige nos dejó preocupados, ya que el único beneficiado era el poderoso violonchelo, que quedaba cara al público. Pero también digamos que estaban muy pendientes del aspecto 'volumen' y fue una de las particularidades en la que más destacaron.
Aunque ya desde la primera variación dejaron ver su energía, no fue hasta la nº5 cuando alcanzaron un contrapunto que diríamos 'borboteante', ya que su nervio interno las llevaba a levantarse a cada poco del asiento, y en la nº6 ya dieron muestras de un tremendo virtuosismo como es difícil oír, con gran perfección y sincronía, con acompañamiento en pizzicato. No vamos señalando aquellas variaciones en las que uno de sus miembros permanece en silencio.
Sin embargo, no podemos obviar este aspecto en la nº 8, donde destacaron la violín I y la chelista en un momento delicioso. Y de nuevo sedosa y delicada la nº 9, con los dos violines con sordina. La nº 13 también resultó encantadora, ya que a la dulce melodía del violín I, la viola y el chelo la arropaban notas tenidas que no diríamos que eran acordes, pero sí tal vez algo como enormes arpegios de escaso movimiento, de manera que no emborronaran la belleza de la melodía (aquí no apareció el violín II). Y hablando de esta serenidad, hemos de reseñar la ternura de las variaciones en modo menor, como la nº15, en donde destacaron unas dinámicas suavísimas, que no sabemos cuantas 'p' tendrían. Y más adelante otra en la misma tonalidad de Sol menor, también de gran lirismo.
Otro parada en el camino: la 'Obertura' a la francesa, en la que enarbolaron los puntillos de la solemnidad y el boato, para luego enzarzarse en otra fuga. Otra sonoridad que aprovecha Meïmoun es el pizzicato, como en la nº 23, lleno de escalas ascendentes y descendentes, con procesos imitativos a un ritmo vertiginoso.
Indudablemente el nivel fue muy alto, con un primer violín extraordinario de Mi-Sa Yang, y diferentes colores en sus intervenciones, al igual que la viola de Yuko Hara; pero nos apasionó el segundo violín de Carole Petitdemange, que brilló en intensidad y entrega en la nº 25, queriendo mostrarnos toda la rica paleta de colores que atesora. Y por otro lado la chelista Joëlle Martinez, con un protagonismo en los contrapuntos más graves, que llenó de fuerza y vigor prácticamente todas las intervenciones.
Saben bien los aficionados el posible origen de estas variaciones, que estarían escritas por Bach para entretener el insomnio del conde Hermann Carl von Keyserlingk. Pero es que con tanta belleza quién puede dormir.
Ver comentarios