First Dates

El momento embarazoso de José al intentar bailar con su cita: «Lo único que veía eran las dos tetas»

Tras una juventud de ligón empedernido, el soltero creía estar fuera de juego, pero Rosario no se resistió a sus encantos

José en 'First Dates' Cuatro

María Robert

Rosario se considera una persona positiva y feliz aunque no haya encontrado el amor todavía. Buscando una nueva ilusión acudió a 'First Dates' , donde le pidió a Carlos Sobera que le presentara a una persona como él. El presentador entendió ... que la soltera quería un «hombre maduro, atractivo, que aún le quede un poquito de pelo, con mirada interesante, que tenga cierta cultura, un poquito picarón, pero sin exagerar…». José , su cita, cumplía con todos los requisitos… Y sin embargo, no hubo 'feeling' por su parte.

El restaurante de 'First Dates' Cuatro

El soltero se presentó afirmando que en los años 70, con 17 años, se sentía 'un Tony Manero'. Ahora, en cambio, dice que ha perdido todas sus dotes de ligar. Pero con Rosario comprobó que las armas de seducción todavía no le han caducado; antes de conocerse a fondo incluso, la mujer ya había caído rendida a sus encantos. «Está buenísimo», declaró.

Nerviosa e ilusionada como una adolescente, Rosario intentó impresionarle contando que le encantan los deportes de riesgo, especialmente el barraquismo. El problema es que José es menos de emociones fuertes y prefiere el aquagym. Además, dedica gran parte del tiempo a cuidar a su madre, de 93 años.

Una cita agradable y una nueva amistad

A lo largo de la cena charlaron de lo divino y lo humano. Entre ellos parecía que había buena conexión y sintonía. No obstante, por parte de José no era recíproco.

La decisión final Cuatro

Ya en el reservado, Rosario sacó a bailar a José y terminó, si cabe, todavía más entregada al olerlo de cerca. Él, a pesar de no gustarle bailar, lo intentó como pudo. A duras penas lo consiguió, pues se distrajo en otros asuntos. «Lo único que veía eran las dos tetas así», comentó.

En la decisión final José no pudo dilatar más las calabazas. Por Rosario el romance hubiera continuado sin pensarlo. Él, en cambio, tuvo que sincerarse. «No me gusta ni el barranquismo ni la bachata».

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