Televidente

Maneras de morir

«Más triste que envejecer es ocultarlo. Y además: nadie es tan interesante como para ser eterno»

Maruja Torres, en 'Lo de Évole'

Jordi Évole se llevó a Maruja Torres a Roma para charlar un rato: hay trabajos así. En un momento de la entrevista salió el tema de la muerte. ¿Cómo no? Ella tiene casi ochenta, y todos los periodistas somos el mismo periodista, y en un ... viejo (una vieja, y orgullosa) vemos a alguien que se está yendo, un casi cadáver, una pregunta pintona. Después de barajar posibles finales –un atropello de patinete frente al Foro de Roma, un tiro en la boca en una playa de Beirut, al atardecer: qué estampa–, la mujer dictó el titular de su propia necrológica: «Maruja Torres por fin se ha callado». No está mal, soñar con el silencio después de tantos años de ruido, un ejercicio complicadísimo para quien se ha ganado la vida con la palabra. Tamames, que ronda los noventa, temía que si no aceptaba liderar la moción de censura de Vox se iba a arrepentir el resto de sus días. La frase es de un optimismo digno del Real Madrid del minuto ochenta y nueve. Y de otras cosas. El hombre quiere cerrar el guion de su película (¿de Berlanga?) con un discurso a la nación, porque ha sentido una llamada de no sé dónde. Igual es el canto del cisne. Aunque los cisnes prefieren la poesía a la política.

No es fácil marcharse, saber que ya pasó lo mejor y todavía te queda un rato en el estadio. Geoff Dyer le da vueltas a esto en ‘Los últimos días de Roger Federer’ (Random House). Al principio recuerda cuando Andy Murray anunció su retirada en el Open de Australia de 2019. Fue un desmoronamiento en directo, nada nuevo. Es el drama del deporte. Un día ganas la Champions con tus paradas y al siguiente estás haciendo el ridículo en TikTok, como le dijo Hierro a Casillas: esto pasa por no poner un límite de edad a las aplicaciones, pero por arriba. Para eso es mejor ser Dani Güiza, que aún arrastra su cuerpo por los campos de España. Porque más triste que envejecer es ocultarlo. Y además: nadie es tan interesante como para ser eterno. «En cualquier recital de poesía, por placentero que sea, las palabras que más esperamos escuchar son siempre las mismas: leeré dos poemas más», escribe Dyer. Es la felicidad de salir del cine, de ver que se baja el telón. Volver a casa, al calor, y pensar: qué buen final. En eso la ficción sí supera a la realidad.

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