Crítica de 'Los Tigres' (***): La mala vida del submarinista fuera del agua
Es interesante la mezcla de agilidad y suspense en el rodaje de las escenas submarinas con su simetría en las de esas relaciones también de profundidad y orfandad entre los hermanos
Entrevista con Alberto Rodríguez, director de 'Los Tigres'
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Uno de los grandes aciertos de Alberto Rodríguez como director es el de conjugar al máximo la geografía y la historia de sus películas, lo que cuenta, dónde y cómo. Las texturas tristes de las marismas del Guadalquivir en la historia sórdida de 'La isla ... mínima'; la chispa y negrura de la Sevilla marginal 'aseándose' para la Expo 92 en 'Grupo 7'; el ambiente carcelario dentro y fuera de la Modelo en el daguerrotipo de una época en 'Modelo 77', o los olores a entresijos del 23-F en 'Anatomía de un instante', la miniserie que acaba de hacer. Alberto Rodríguez pone a cocer su cine, lo que quiere contar, en la olla perfecta para que tome su mejor sabor.
'Los Tigres' es una historia de hermanos, Antonio y Estrella, y es un drama de submarinistas y un thriller de perdedores que intentan mantenerse a flote cuando les llega el agua al cuello. La secuencia inicial es clave para el interlineado del argumento: dos niños, alentados por el padre, bucean para ver quién encuentra primero el reloj que les arroja al agua (una escena del pasado que es trascendente para entenderlos y que se repetirá a lo largo de la historia), y mediante una elipsis de años emerge del agua un hombre adulto, Antonio, y con un mero, o lo que sea, gigantesco clavado en su arpón.
En el presente, los hermanos trabajan como submarinista y ayudante (ella tiene un problema en el oído que le impide bajar a mucha profundidad) en una barcaza que asiste a los grandes buques que llegan a puerto. Y ahí, Alberto Rodríguez cuece el relato en la mejor olla: en los ambientes siniestros, nocturnos, vacíos y metálicos del puerto de Huelva y en los ambientes risueños y laborales entre el equipo de submarinistas de la barcaza, y al frente de ellos, 'El Gordo', al que encarna el estupendo actor Joaquín Núñez y mueve la veleta del género hacia la comedia. Y propone dos líneas de la trama que se trenzan, la compleja y sutil relación entre los dos hermanos y la más clara y visible del thriller, la intriga envuelta en el tráfico de cocaína y la necesidad de dinero.
Antonio de la Torre interpreta a ese hombre que bucea entre la fatalidad, que dice llevar toda la vida debajo del agua, 'y fuera, no sé…', un tipo 'honrado', impulsivo, agobiado y responsable de muy poquitas cosas, pero mucho; y Bárbara Lennie es Estrella, con su mundo interior medio vacío, con sus miedos y la frustración de no haber emergido aún de aquel primer chapuzón de niña. Alberto Rodríguez plantea hermosa esa relación fraternal, con sus boquetes y resquemores, y De la Torre y Lennie la sustancian con una interpretación llena de detalles mínimos, gestos y delicadeza.
Es interesante la mezcla de agilidad y suspense en el rodaje de las escenas submarinas con su simetría en las de esas relaciones también de profundidad y orfandad entre los hermanos; es decir, la mezcla de la filmación de lo espectacular con lo íntimo. Quizá funcione mejor todo el material sensible de emociones personales y sociales que el de la aventura y la intriga, que se resuelve en guion con algunos 'agujeros' y cabos sin anudar, además de una cierta caída hacia el anticlímax que la conduce más hacia los caminos de lo real que los 'peliculeros' a los que el cine nos tiene tan acostumbrados.