«La magia de la inocencia»

Amanda Seyfried, Vanessa Redgrave, Gael Garcia Bernal protagonizan «Cartas a Julieta»

«La magia de la inocencia» ABC

JOSÉ MANUEL CUÉLLAR

Hay un cierto encanto en la inocencia, incluso para los que no son inocentes. Un halo de esperanza que no se debería cortar y que, no obstante, se corta, consciente o inconscientemente. Con esta clase de películas suele suceder lo mismo: la aceptas si quieres ... vivir, la desechas si quieres perecer en el sueño de los sentidos. Es simplemente una cuestión de fe, como cuando creemos en la magia o en las hadas o en las sirenas.

Porque si bien en "Cartas a Julieta" no hay príncipes encantados o dragones que derribar, hay príncipes encantados y de dragones que derribar, aunque sean metáforicos, en forma de muchacha ingenua y romántica que aún cree en el amor, y jóvenes de hierro con ariscos modales torneados posteriormente por las acertadas lanzas del angelito ese del arco y las flechas, aderezado por unos pañales porque en la mayoría de las veces que tira la flecha la caga...

Una película para creer, de esas que tanto gustan a las novias porque las hace pensar que su amado es tan romántico y tierno como ellas, aunque luego sean unos asnos incapaz de soltar una lágrima al ver una flor o de acordarse del día en que tomaron la mano a su amada.

La historia es bonita y sacada de Verona, como no podía ser de otra forma. Una carta encontrada en los muros de Julieta que hace lanzarse a la heroína en busca del amado y de la amada. Evidentemente, todo es de color rosa rosísima, blando blandísimo, y la cinta está impregnada de una inocencia que raya peligrosamente en la frontera del ir y no volverás en las garras de la cursilería. Pero tiene su aquel: Italia y su postal en el fondo, una bellísima fotografía, mucha sonrisa ante la cruel evidencia del duro mundo en el que movemos y, fundamentalmente, la suerte de poder ver de nuevo en acción mitos como Vanessa Redgrave y el gran Franco Nero.

Y también algún pero, nimio pero clarividente: no cuela el casting, no cuela que un soso, insípido, relamido y exasperante british (aunque el tal Christopher Egan sea australiano) le arrebate la novia nada menos que a Gael Bernal que, además de darle mil vueltas en hermosura, donaire y gracejo, es, sobre todo y por encima de..., uno de los nuestros. Si al menos hubiera sido Diego Luna...

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