Un día vacío tras el iraní Farhadi y Bela Tarr
El gran y milimétrico cine del día anterior se ha equilibrado con un buen parón en la pantalla, especialmente subrayado en el argentino Rodrigo Moreno
Tras el cine alicatado hasta el techo del húngaro Bela Tarr, la palabra superfluo pierde por completo el sentido, deja de existir. Menos mal que venía después el cineasta argentino Rodrigo Moreno para rescatarla, para devolverla en todo su sentido. Era, digamos, el acontecimiento ... de la jornada, y no porque hubiera filmado antes “Centauros del desierto” , sino porque hizo una película titulada “El custodio” , premiada aquí en Berlín y que venía a ser un macizo elogio del tiempo muerto.
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Rodrigo Moreno presentaba a la competición “Un mundo misterioso”, película transparente y rugosa como un celofán , que, tras una primera escena en la que una pareja decide separarse, la cámara se empeña en seguir a uno de ellos, probablemente el personaje equivocado, él, alguien sin ningún interés ni visual ni intelectual ni de palabra ni de hecho, con lo que la película queda convertida en una nadería casi perfecta, eso sí, en plano-secuencia. En un momento de la historia, el personaje, que conduce un coche de la Rumanía comunista llamado Tokha, se pregunta: "¿Qué estoy haciendo aquí?"; y ése es el gran momento de conjunción con el espectador, que se formula exactamente la misma cuestión.
Ni buena ni mala
El otro cine que competía era turco, se titulaba “Nuestra gran desesperación”, la firmaba Seyfi Teoman y quería ser un paseo visual por Ankara y una caminata emocional por una sencilla amistad entre dos hombres, amigos desde niños, que comparten casa y tiempo y que tienen que albergar a la joven y hermosa hermana de un tercer amigo, porque él vive en Berlín y porque acaban de perder a los padres en un accidente de coche. El tono se debate entre caer en el drama o caer en la comedia, y ahí se mantiene de un modo más bien amable, con un notable foco (mejor, faro) que es el enorme atractivo del personaje femenino, que encarna Günes Sayin, que mantiene en el aire intrigas y pliegues narrativos en una historia que resulta más bien sosa.
Y la tercera película del día, ya fuera de la competición, era la alemana “Mi mejor enemigo”, de Wolfgang Murnberger , que trataba de un modo sedoso un asunto de judíos en la Viena ocupada, con una intriga alrededor de un original de Miguel Angel en poder de la familia Kaufman y que lo buscan con ansiedad los nazis para devolvérselo a la Italia del Duce. No es ni dura ni blanda, ni dramática ni cómica, ni buena ni mala.
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