vivimos como suizos
Estatua de felicidad
A veces me parece que las cartas de Victoria Ocampo sirven para todo, también para la maternidad desquiciada
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Iniciar sesiónQuizá los jipis no deberían tener hijos. Luego les ponen de nombre Daniel Océano Armonía (más los apellidos Arcuri Rivas). En la serie 'La mesías', la trama que menos me gusta es la final del hermano, Enric (Roger Casamajor). Está tan hecho polvo por esa ... madre pirada que acaba sanándose con otros pirados, pero menos peligrosos. A Enric le salva antes ver 'Cantando bajo la lluvia' a escondidas. A cualquiera le vendría bien, igual que a Woody Allen se le quitan las tonterías depresivas en 'Delitos y faltas' viendo 'Sopa de ganso'. La abogada de Gabriel, el hijo mayor de Juana Rivas (también lleva en la cara pelos extraños, como el padre), ha desvelado una carta manuscrita que Daniel, el pequeño, ha escrito a Save the Children, Amnistía Internacional y el Comité de los Derechos del Niño pidiendo protección y contando lo malísimo que es su padre.
Chelsea Clinton era una niña repelente que a los cinco años escribió una carta a Ronald Reagan cuando este iba a visitar con Helmut Kohl un cementerio alemán donde había enterrados miembros de las SS. «Querido Señor Presidente, he visto 'Sonrisas y lágrimas'. Los nazis no parecen muy buena gente. Por favor, no vaya a ese cementerio». Luego se graduó en Stanford e hizo un máster en Oxford. De verdad. Niños que escriben cartas.
Me gustan las cartas ajenas, las que son también de verdad. Como las de Victoria Ocampo y Albert Camus, de quienes hay publicado un epistolario que va de 1949 a 1956. Quizás es mejor la correspondencia con Drieu La Rochelle. A veces me parece que las cartas de Victoria sirven para todo. Sirven para la maternidad desquiciada. Cuando Drieu se suicidó, Victoria escribió: «Así como había estado huérfana de mis padres (que no dejaba de amar)… iba a convertirme en huérfana de otros seres a quienes amaba… En realidad, yo estaba sola, fabulosamente sola. Había pasado de ser una mujer feliz a ser estatua de la felicidad». Mirando a esta gente, cómo no querer estar fabulosamente sola.
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