Perdigones de plata
Vacaciones artificiales
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Iniciar sesiónEspabilar o morir. Y espabilabas, vaya que sí. Fui de la primera generación de la beca Erasmus cuando la martingala no era sino deshilachada experiencia piloto. «Aprovecha, que no sabemos si esto durará», apuntó la profesora que me enchufó allá en el bar de la ... facultad. Y soltaban una pasta gansa. Marché de Valencia a Toulouse en autobús. Luego desde esa ciudad hasta Pau en tren. No recuerdo cómo llegué, pero llegué. Viajar a lo pobre en aquel tiempo cimarrón destilaba cierta aventura casposa de improvisación permanente, de traqueteo constante. No existían ni los celulares ni mucho menos la IA. Durante aquellos meses de diversión garantizada llamé tres veces a casa, y sospecho que exageré. «Cuidado, hijo mío, que ahí juzgan etarras, lo he visto en la noticias…», susurraba mi madre.
Los primeros días preguntaba sin cortarme. ¿Dónde encontraba el transporte que me trasladaba hacia el campus? ¿Dónde estaba la secretaría de mi nueva universidad? ¿Dónde el pabellón de mi aula? ¿Dónde la cantina? ¿Dónde podía alquilar un cuartucho? ¿Dónde estaba el garito de rocanrol? En fin, las cuestiones básicas que te permitían funcionar con cierto donaire. Me gustaba preguntar porque así conocías gente. Escuchabas sus acentos, te fijabas en sus rostros, incluso entablabas unas hebras de educada charla. A lo mejor todo comenzó a fastidiarse con los primeros móviles y sus mapas. Y ahora con la IA. Una importante porción de paisanos emplea el artefacto para sus vacaciones. La inteligencia artificial les dicta los países a visitar, las rutas a recorrer, los restaurantes donde masticar la delicias locales. Rebuznos cibernéticos de alto copete. Se acabó el genuino salto de mata que te permitía la dulce sorpresa o el absurdo chasco. Se terminó brujulear de un lado a otro, alejado del corsé de lo estipulado. Finalizó el sutil placer que estalla cuando arrojas los planes a la basura porque han brotado otros nuevos. La IA favorece nuestra pereza, hidrata nuestra vagancia y, sobre todo, nos tornará más lelos. Bienvenidos a Zombilandia.
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