perdigones de plata

Testigos

Como suelo respetar al prójimo, considero que cada cual puede elegir su forma de autodestrucción favorita

SE llamaba Manoli y era Testigo de Jehová. Ahora que ha estallado una guerra entre sus filas, me he acordado de ella. Durante varios años acudió un par de veces a la semana para las tareas del hogar. La primera vez que coincidimos sufrió un ... ataque de tos similar a una ciclogénesis explosiva. «¿Estás bien?», le pregunté alarmado. Me confesó, con cierto miedo por si la despedía, que era alérgica al polvo. Limpiando bajo la cama, esa zona tenebrosa en la vida de cualquier soltero, un ataque de alergia le había mordido los pulmones. Aquella chica era la bondad personificada. La tranquilicé, le aseguré que si la morada presentaba una fina capa de rebelde polvo conseguiríamos risueña atmósfera de saloon del salvaje oeste y ya está. Una 'kelly' refractaria al polvo me pareció el colmo de la originalidad. Además, era impecable con el resto de las faenas. Tampoco iba a uno a exagerar como una estirada aristócrata británica por un poco de polvillo...

Una mañana miró intrigada la estantería con libros. «Llévate el que quieras», le apunté. Sacudió la cabeza como si Satanás la tentase para participar en húmedas orgías. Me explicó que les prohibían leer libros. Añadió que tampoco les permitían ver películas ni, fascinante detalle, jugar a la lotería. Si lees y consumes celuloide puedes soñar y luego romper tus cadenas. Si te toca un premio gordo igual te vienes arriba y te lanzas al barro del lujo. Estas normas se me antojaron brutales, pero como suelo respetar al prójimo, considero que cada cual puede elegir su forma de autodestrucción favorita. Te puedes machacar pimplando absenta como Baudelaire, enganchándote a los culebrones catódicos o con una religión que cercena tus apetitos elementales. Allá cada cual con sus delirios. Manoli se marchó a su lejano pueblo para montar una peluquería. Por favor, si a usted le recorta la cabellera una chica llamada Manoli que es Testigo de Jehová, salúdela de mi parte. Y ojalá disfrute, por fin, de libros y películas, eso indicaría que escapó de su triste condena.

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