PERDIGONES DE PLATA
Jarabe de plomo
Hay algo brutal y guerracivilesco en esto de colocar la espalda contra el paredón
La frontera
Saliva de madre
A veces creo que ciertos tipejos con crímenes abyectos supurando ponzoña en su faltriquera no merecen vivir. La vida es un premio demasiado goloso para ellos. Pero cuando una nación democrática opta por la pena de muerte mis tripas se revuelven. Si desde el ... imperio de la ley cercenamos algo tan sagrado como una vida, ¿en qué nos diferenciamos? Delicada cuestión esta, en efecto, y si cráneos muy superiores al mío no consiguen explicar este atolladero, no me siento capacitado para opinar con la firmeza necesaria.
Algunas noticias, acaso sin venir a cuento, logran perturbarme durante varios días. Me persiguen como esas melodías infectas que, en ocasiones, colapsan tu sesera. La elección del reo estadounidense al cual han pasaportado me ha estremecido. No me lo quito de la cabeza. Escogió un pelotón de fusilamiento. Hay algo brutal y guerracivilesco en esto de colocar la espalda contra el paredón y recibir jarabe de plomo. Claro que, las otras opciones, aunque puedan parecer más pulcras, tampoco entusiasman. La silla eléctrica causa pavor porque te convierten en una suerte de achicharrada fritanga y nos trae reminiscencias como al doctor Frankenstein. La inyección letal tiene un no sé qué de clandestino laboratorio con un doctor Mengele al frente. Quizá, según apuntaba nuestro inmortal verdugo Pepe Isbert, el garrote vil fuese lo más suave, si es que en esas ocasiones finales existe cierta suavidad. En cualquier caso, no dejo de cavilar respecto a ese fusilamiento. Le sentaron encapuchado sobre una butaca. Le colocaron una diana sobre el corazón para favorecer la puntería de los tres voluntarios, ¡voluntarios!, que apretaron el gatillo. Depositaron una palangana, detalle tan práctico como lúgubre, bajo la silla para recoger la sangre y recordé que nuestros abuelos, en el corral, componían la misma estampa cuando la matanza del cerdo. Todo se me antoja demasiado horrible. Con el castigo de la cadena perpetua tal vez se obtenga suficiente satisfacción. Al fin y al cabo es como si te matasen a fuego lento.
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