PERDIGONES DE PLATA
El dichoso pisito
Menos mal que manda la izquierda, que ayuda a los desfavorecidos
Culeros (22/12/2023)
Tres calaveras (18/12/2023)
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Iniciar sesiónEl pisito, siempre perseguimos ese pisito poniendo cara de Fernando Fernán Gómez porque necesitamos una choza, un cubil, una covacha, un techo y un lecho que nos protejan de la hostilidad exterior. Poseer un pisito reconforta porque la morada representa la empalizada desde la ... cual defendernos ante los ataques de los vándalos, de los comanches que pretenden cobrarse nuestra cabellera. Pasan las décadas pero la manía por el pisito no se evapora. A veces mengua, pero sólo es un amago que le permite regresar con más fuerza.
¿Y qué desean agenciarse los españoles agraciados con esos décimos loteros del gordinflas sorteo? Un pisito, pues claro que sí. Antes, como el pisito resultaba menos oneroso, la frase más escuchada era la de «tapar agujeros», que nuestra existencia se asemejaba a la de un queso gruyère y convenía sellar los orificios indeseables con la masilla del parné recolectado en los bombos de la fortuna. Por culpa de los precios desbocados de los pisitos, se acabó lo de taponar boquetes y, de nuevo, suspiramos con la compra de una vivienda.
Entre el décimo triunfador que sacudió nuestra conciencia con su rayo de platino, algún cambalache, ese banco que nos presta unos euros y nuestra voluntad, a lo mejor reunimos lo suficiente como para adquirir un piso de extrarradio brumoso, lejanía presente y ladrillo perfumado a coche nuevo. Con suerte hasta tendrá gimnasio común y piscina para hidratarnos la sesera ante el secarral del próximo verano. Nos encanta sentir que nuestros talones se enraízan atravesando las baldosas del pasillo y que desde nuestra coronilla se ramifica una suerte de cornamenta que nos machihembra contra las lámparas. Eso nos da seguridad. Es nuestro pisito y nos encanta. Trincar uno se ha convertido, incluso con el sagrado Gordo navideño, en misión imposible. Pues menos mal que manda la izquierda que ayuda a los desfavorecidos. Poco hemos cambiado desde la época de Carpanta. Antes se buscaba piso a base de callejear. Ahora con el móvil contra la napia, es la única diferencia.
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