Ni en Ceuta

Mi madre y mi hermana se largaban de compras a los bazares regentados por hindúes de parla rocambolesca y divino arte para las ventas. A mi padre y a mí nos mandaban al cine para que no estorbásemos. Si en esto incurrimos en el pecado del machismo recalcitrante que aplastaba nuestra sociedad, de verdad pido perdón, no éramos conscientes en aquel tiempo de chapotear en esa catástrofe. Recuerdo ver allí, cuando la estrenaron, 'Tora, Tora, Tora'. Un poco rollo la primera parte, menos mal que luego se animaba con la acción. Sin embargo, lo que de verdad me encantaba de Ceuta era ese aroma fronterizo y diferente que destilaba, esa mezcla de culturas que reptaba sobre sus calles y ese orgullo de parte de los ceutíes por sentirse muy españoles. Nos cruzábamos con los legionarios pecho lobo que caminaban a grandes zancadas y uno, pasmado chaval de ocho años o así, flipaba con su arrogancia marcial. Percibías incluso a esa tierna edad que esos tipos respondían a otros códigos de conducta y eso les concedía cierta vitola épica. Todo este rollo que les enchufo sobre Ceuta es para confesarles que adoro esa ciudad, tan desconocida para tantos. Y leo ahora que ni en Ceuta el PSOE permite algo que en Europa es corriente porque demuestra un civismo alejado de la barbarie entre bandos irreconciliables; esto es, la gran coalición entre los dos partidos mayoritarios. Y lo impiden por algo muy sencillo: el sanchismo es de un sectario rabioso y no tolera otras opciones. No hay más. Algún día regresaré a Ceuta para repetir aquel chocolate con churros. Mande quien mande.