perdigones de plata
Los nuevos españoles
Los veinteañeros no saben lo que fue ETA ni conocen a Miguel Ángel Blanco
Susto o muerte (24/7/23)
El último trago (21/7/23)
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Iniciar sesiónCaminan con esa deliciosa insolencia adolescente porque saben que las vacaciones son su momento. Gritan al hablar porque se sienten los amos del universo. Ejercen de bocazas trompeteros porque están en la edad de la travesura y proyectan sus exageradas risotadas a flor de ... labio. El que parece ser el líder de la joven pandilla les cuenta que, pese a suspender cinco asignaturas cinco, pasará de curso. Todos lo celebran. Arrecia otra tanda de carcajadas. ¿Cinco calabazas y seguimos adelante así por la cara? Qué bueno, chico. Dame gasolina, papi. Aplaudamos los chollos globales, universales, siderales, paranormales.
Abran paso a la nueva España que, sin ningún tipo de esfuerzo, continúa su deambular académico con la calma chicha del que contempla un acuario trufado de peces de colores o una chimenea en fase de llamas que bailan claqué. Arriba la barra libre de la nueva España que prepara a sus futuras generaciones en el pozo de la molicie rotunda, de la pereza total, de la vagancia absoluta. En aquella vieja España tan rancia, qué asco, en aquel modelo de educación, cuando te suspendían una asignatura sabías que septiembre te aguardaba con la pinta de ese verdugo embozado que afila su hacha, y esa visión te amargaba el verano de playa o montaña porque la cuenta atrás te atribulaba, te impedía disfrutar del trance vacacional. Lo sé porque lo sufrí un año. Mis padres no me riñeron, peor fue soportar sus miradas de condescendencia perdonavidas, unas miradas donde se mezclaba tristeza y decepción. El bochorno me sepultó. Asumí que aquel verano no era sino merecida penitencia por mi mala cabeza, por mi fallo. Me lo comí con patatas y mucha rabia, pero al menos jamás volví a errar. Desde luego aprendí la lección y no estaba dispuesto a sufrir otras vacaciones tan pésimas. Pero aquellos pundonores juveniles, hoy, palmaron de muerte natural. Dicen que los veinteañeros no saben lo que fue ETA ni conocen a Miguel Ángel Blanco. Bueno, pues saluden a los nuevos españoles del futuro. La cosa promete. Bienvenidos.
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