tiempo recobrado

El vértigo de existir

Vivir es en cierta forma renunciar y aceptar la cadena inexorable de acontecimientos en los que se inscribe nuestra existencia

Sánchez o la repetición (6/7/2023)

Ennio (3/7/2023)

Decía Albert Camus que la única pregunta relevante es si la vida tiene sentido. Así es. «Juzgar si la existencia vale la pena es responder a la pregunta fundamental de la filosofía», escribió. Camus se interrogaba por las razones para no suicidarse.

Cada cultura, ... cada época y cada ser humano ha dado una respuesta distinta a este interrogante. Resulta obvio que las personas con convicciones religiosas dan un sentido distinto a la vida que las que no creen en Dios o son agnósticas. Y que la percepción de un cazador de la selva amazónica poco tiene que ver con la de un habitante de Nueva York.

Desde que era adolescente y empecé a leer a Descartes y a Teilhard en el colegio de los jesuitas donde estudiaba el bachillerato, la cuestión del sentido ha estado muy presente, diría que de forma obsesiva, en mis pensamientos cotidianos. Expresado con otras palabras, he padecido la enfermedad de la trascendencia y no he podido jamás curarme.

En la recta final de mi vida, sigo sin hallar una respuesta. Sigo teniendo la impresión de estar perdido en un mundo inabarcable en el que cada cosa que aprendo suscita nuevas preguntas. Los hallazgos científicos sobre el Universo me dejan perplejo. La lectura diaria de los periódicos me asombra. Y los libros me ponen ante la evidencia de las limitaciones de todo saber.

La frase socrática de que «sólo sé que no sé nada» me parece una evidencia. La incertidumbre rige nuestras vidas y el azar guía nuestros destinos. Por eso, me siento cada vez más distante de quienes se creen en posesión de la verdad y dan lecciones de como hay que comportarse a los demás.

Apuntaba Henry Miller que es necesario dar un sentido a la vida precisamente porque no tiene sentido. Esto me parece una tautología. Lo sustancial es la variedad de respuestas a la pregunta. Muchas personas están convencidas de que existe una realidad suprema llamada Dios y otras sólo creen en lo material.

Ignoramos donde conduce el final del camino, pero eso no nos impide andar. Lo esencial son los pasos, no la meta. Camus aseguraba que el sentido está vinculado a la rebeldía contra la injusticia y la lucha por la libertad. Bellas y consoladoras palabras, pero no podemos evitar la adversidad ni cambiar nuestro destino ni tampoco solucionar muchos de los males de este mundo.

Vivir es en cierta forma renunciar y aceptar la cadena inexorable de acontecimientos en los que se inscribe nuestra existencia. Y asumir que todo es mutable y perecedero. La historia nos enseña el declive de los imperios y la caída de los líderes mesiánicos. No sé a dónde conduce todo esto ni por qué he escrito estas reflexiones. Tal vez sean un desahogo, un intento de compartir esa sensación de perplejidad que me produce el paso del tiempo, la brevedad de la plenitud y la falta de respuestas

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