TIEMPO RECOBRADO

Sánchez Ferlosio

Sus libros eran un grito de libertad para quienes sentíamos el hastío de tanta unanimidad triunfalista

Humanismo cristiano

Cuatro o cinco cosas que yo sé de él

Lo más sospechoso de las soluciones es que se las encuentra siempre que se quiere. La frase es de Rafael Sánchez Ferlosio, a quien recuerdo vagando por las calles de los alrededores del parque de Berlín. A veces, coincidía con él en un pequeño restaurante ... del barrio de Prosperidad y cruzábamos algunas palabras, muy pocas.

He sido admirador de su obra desde que en el bachillerato me obligaron a leer 'El Jarama', una novela que refleja la España de los años 50 en la que yo nací. Fue un escritor de gran talento, un hombre enormemente culto y un estudioso del lenguaje. Siempre me pareció un desarraigado en una sociedad cuya hipocresía y superficialidad rechazaba.

Hijo de un intelectual falangista, se rebeló contra el franquismo y utilizó la literatura como arma de denuncia política, al igual que otros muchos escritores de su época como Martín Santos o Ignacio Aldecoa. Me parece injusto que esta generación, crecida en los años más duros de la dictadura, no haya sido valorada como se merece.

Influenciados por el neorrealismo italiano, todos ellos recurrieron a la novela para describir las carencias de una España sumida en el aislamiento, la miseria moral y una propaganda oficial que ahogaba cualquier expresión de disidencia. Sus libros eran un grito de libertad para quienes sentíamos el hastío de tanta unanimidad triunfalista.

Sánchez Ferlosio fue un hombre que concedió más importancia a las preguntas que a las dudas. Tal vez por eso en sus últimos años mostraba un escepticismo radical hacia todo y hacia todos. Su abandono físico reflejaba la devastación de su espíritu. Había renunciado a la vanidad de la apariencia.

Enlazando con el comienzo de estas líneas, tenía mucha razón cuando decía que siempre se encuentra una solución para todo, aunque sea falsa o engañosa. Vivimos tiempos de una peligrosa simplicidad, inducida por las nuevas tecnologías y las redes.

Me pregunto qué pensaría Sánchez Ferlosio, fallecido en 2019, del momento social y político que estamos viviendo. Creo que se sentiría hastiado no ya tanto por el deterioro de la forma de hacer política y el apego al poder de nuestros dirigentes como por la manipulación del lenguaje, un tema que le obsesionaba.

Ferlosio creía que la restauración del valor de las palabras era esencial no ya sólo para hacer política sino, sobre todo, para poder entenderse. Sentía aversión por esos sofistas que predominan en nuestra vida pública, por los discursos vacuos y y por unas soflamas que contaminan cualquier posibilidad de regeneración.

Le recuerdo andando sin rumbo por la calle Sánchez Pacheco y le veo, embutido en un abrigo desvaído y una bufanda, doblando una esquina antes de desaparecer para siempre. Donde quiera que se halle, le envío como homenaje estas improvisadas reflexiones.

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