TIEMPO RECOBRADO
Ava Gardner
Su crepúsculo no hizo más que acrecentar la leyenda de quienes la creían inmortal
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Iniciar sesiónAfirmaba Borges que la belleza es un misterio indescifrable. Es cierto que poco se puede decir sobre el sentimiento de lo bello. Ni se puede medir ni se puede explicar. Hegel aseguraba que el arte es superior a la Naturaleza, por lo que lo verdaderamente ... bello es una creación del Espíritu. No comparto esta idea que implica una excesiva racionalización de lo estético.
Viene esta reflexión a cuento de que esta semana se va a cumplir el centenario del nacimiento de Ava Gardner, que vino al mundo un 24 de diciembre en una familia pobre de Carolina del Norte. Allí habría transcurrido su existencia si no fuera porque un descubridor de talentos vio unas fotos suyas y quedó prendado de su atractivo.
Como se sabe, Ava Gardner vivió más de una década en Madrid hasta mediados de los años 60. Se convirtió en un personaje de la noche y en un mito sexual en aquella España del nacionalcatolicismo en la que las mujeres salían a la calle con un pañuelo que les cubría la cabeza. De esa época se cuentan decenas de anécdotas llenas de morbo, de las cuales seguramente el 90% son falsas. Alguna vez le escuche a Raúl del Pozo contar cómo la había visto orinar en la calle tras tomar unas copas en Oliver.
Ava hizo media docena de películas que sirvieron para acrecentar su leyenda. A mi juicio, la mejor de ellas es 'La noche de la iguana', dirigida por John Huston, que provocó la indignación de la censura española al aparecer como una señora madura con dos jóvenes amantes.
La actriz de Carolina del Norte tenía un magnetismo que iba mucho más allá de su atractivo sexual. Era una mujer con carisma, una palabra cuya etimología griega significa «presencia agradable». Max Weber sostuvo que el carisma era la cualidad de las personas a las que se atribuye un poder extraordinario. Esta segunda aceptación encaja más con Ava Gardner, que, cuando entraba en una habitación, atraía todas las miradas.
Y no era sólo por su extraordinaria belleza sino, sobre todo, porque de ella emanaba una fuerza, un magnetismo animal del que carecía, por ejemplo, Grace Kelly, su compañera de reparto de 'Mogambo'. Eso se transmite en sus películas en las que su exuberante espontaneidad traspasa la pantalla.
Volviendo a la acepción griega, Ava era también una presencia porque no había ningún desdoblamiento entre lo que era y lo que parecía. Estaba. El presente cobraba una intensidad sobrevenida en los lugares que iluminaba con esos ojos entornados que parecían mirar más lejos y ver algo que sólo ella percibía.
Víctima de una apoplejía y lejanos sus tiempos de esplendor, fue decayendo hasta fallecer en Londres en 1990 cuando sólo tenía 67 años. Su crepúsculo no hizo más que acrecentar la leyenda de quienes la creían inmortal. Y lo fue en aquellos años en los que era un espíritu libre y una diosa de la noche.
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