tiempo recobrado
El cadáver manipulado
José Antonio fue una víctima de la Guerra Civil, aunque tuvo responsabilidad en su estallido por el clima de intolerancia y violencia
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Iniciar sesiónSiempre me ha interesado la figura de José Antonio Primo de Rivera, el fundador de la Falange, porque me parece una figura llena de claroscuros, manipulada por el régimen de Franco y denostada por una oposición que veía en él un líder fascista y ... totalitario. El próximo lunes será exhumado del Valle de los Caídos, donde fue llevado en 1959 tras la construcción de la basílica. Han pasado 87 años desde su fusilamiento en la cárcel de Alicante, cuatro meses después del comienzo de la Guerra Civil. Había sido detenido en marzo de 1936 tras el tiroteo al catedrático Jiménez de Asúa por un grupo de falangistas. Fue juzgado y condenado a muerte por rebelión contra la República. Es cierto que José Antonio, hijo del dictador, era un político que propugnaba la violencia y que hizo todo lo posible para desestabilizar la República. Pero la Falange era un partido marginal que no logró ni un solo escaño en las elecciones de 1936.
Todo apunta a que Franco se negó a canjearlo por otro preso republicano y permitió que se le fusilara. Probablemente temía que la personalidad carismática de José Antonio le hiciera sombra. De lo que no hay duda es que el general se aprovechó de su desaparición para absorber la Falange en el Movimiento Nacional y convertirla en un apéndice de su poder personal.
Me he tomado la molestia de leer los escritos y los discursos de José Antonio, que, a pesar de sus muchos excesos y errores, muestran un carácter idealista y una voluntad de justicia social que nacía de sus convicciones socialistas. Era un personaje hostil a la monarquía y el conservadurismo, que predicaba la necesidad de una transformación radical de la sociedad española. No faltará quien argumente que Hitler y Mussolini llegaron al poder con los mismos eslóganes, pero la comparación es injusta porque el líder fascista español nunca soñó con estar en el Gobierno o ganar unas elecciones. También es más que dudoso que apoyase el alzamiento militar contra la República.
José Antonio fue una víctima de la Guerra Civil, aunque tuvo responsabilidad en su estallido por el clima de intolerancia y violencia que sembró en las calles. No es mi propósito blanquear su figura, pero me parece justo reconocer que siempre fue un político de convicciones, de una gran honradez intelectual y generoso con sus adversarios. Prieto intentó salvarle la vida.
Fue, sin duda, un personaje contradictorio, lleno de luces y de sombras. Al final de su vida, se dio cuenta de que la Guerra era un desastre para todos los españoles. Su drama fue el de su generación: crecer en un país marcado por el odio y el cainismo. Hoy José Antonio suscita la compasión que se le negó y que el mismo Azaña, ya derrotado, acabó por reivindicar con sus palabras: paz, piedad y perdón. Nunca deberíamos olvidar el mensaje.
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