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La Tercera

Teresa: rostro, cuerpo, palabra

La obsesión visionaria de Jerónimo de Gracián no fue conservar restos físicos, sino que nadie alterara su voz. El mayor acto de amor no fue al cuerpo. No fue al rostro. Fue a su palabra. Eso era guardar a Teresa. Eso era revelarla

Más de un siglo de toros

La arcilla de nuestros sueños

Nieto

Paula Ortiz

Ni genios, ni artistas, ni reyes, ni guerreros... No se recuerda a nadie en nuestra cultura que haya provocado una fascinación tan profunda y extensa en el tiempo como Teresa de Jesús. Dicen que en el mismo instante en que falleció llegó el olor ... a flores... Dicen que todos se apresuraron con enorme premura y obsesión a conservar su cuerpo. La trocearon. Todos querían un pedazo. De ella se guardan el torso, los brazos, el derecho y el izquierdo, su minúsculo pie, sus dedos, separados falange a falange y dispersos por vastas geografías... Se guarda incluso su corazón, ese que ella misma cuenta cómo fue atravesado por un lanza que tenía fuego en la punta y que sostenía un ángel, que no era grande sino pequeño, «hermoso mucho...».

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