renglones torcidos

Menudo país vamos a dejar a los musulmanes

Nuestros políticos no cambiarán de tercio si no lo hacemos antes nosotros

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Existen multitud de motivos legítimos para sentir ilusión ante la paternidad. Deseé ser madre por el mejor motivo: porque sí. Para que sí. También me seducía la idea de jugar de nuevo a cosas infantiles, confieso. Lo que no vi venir, y me sorprendió para ... bien, fue que mis hijos tuvieran reflexiones u ocurrencias parecidas a las mías sin que yo se las hubiera transmitido. Anoche, en el ritual de conversación nocturna en cama, mi hijo me comentó que le gustaba hablar con viejos. Su acumulación de experiencias le parece muy interesante. Sí, la vieja soy yo. Esta vieja ha tenido el mismo enfoque respecto a aquello de hablar con personas con distintas o mayores experiencias a la suya. Siempre por curiosidad, aunque pronto aprendí el concepto de escarmentar en cabeza ajena o aquello de que el diablo es más diablo por viejo que por diablo. La mayoría de políticos del arco parlamentario actúa en dirección contraria: no aprovechan nuestro retraso secular respecto de otros países para tomar nota y evitar errores. Si no fuera porque exhiben de forma constante un escaso nivel intelectual pensaría que les pagan, no sólo para que no esquiven recetas fallidas, sino para que suban la apuesta y canten un órdago condenado al fracaso en cada paso que deciden tomar. Europa vuelve a la energía nuclear, aquí hemos ido eliminando centrales. Se retractan nuestros vecinos a pasos agigantados con la cuestión de la mal llamada 'infancia trans', y en España muchos se manifiestan estos días contra Ayuso, que ha cambiado la ley para que los niños que padecen disforia de género estén acompañados desde ahora por profesionales. Imponemos unas condiciones inasumibles al campo, mientras importamos productos que no pasarían ni medio control de calidad en España.

Mi curiosidad sigue activa, por lo que no dudo en establecer conversaciones con el frutero, el repartidor, el técnico o el taxista, especialmente cuando son extranjeros. Quizás estoy sesgada, he sido inmigrante y mi marido es mexicano, pero no puedo evitar sentir cierta lástima ante los hispanoamericanos que llegaron aquí buscando un sitio mejor y descubren que vamos sólo dos pasos por detrás de sus países de origen. Y eso que la mayoría no está al tanto –por falta de familiarización con estos problemas– de los derroteros a los que nos lleva el independentismo o de la preocupación que debería producirnos el más que complicado encaje que tiene la oleada constante de inmigrantes ilegales subsaharianos y magrebíes. Si esta última afirmación le parece xenófoba o racista, haga el esfuerzo mental de escuchar la voz de la experiencia. Averigüen cómo está Marsella o cualquiera de las muchas ciudades europeas que llevan más de una década consideradas como zonas 'no-go'. Conversen con un croata o un montenegrino, a ver qué cuentan sobre fracturas nacionales. Háganlo, nuestros políticos no cambiarán de tercio si no lo hacemos antes nosotros. Mientras, consolémonos con sentido del humor recordando lo que dijo Jerónimo Carrión en Twitter: vaya mierda de país le vamos a dejar a los musulmanes.

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