LA TOURNEÉ DE DIOS
¡Por Tutatis!
El poder tiembla ante quien no se toma en serio su autoridad
Irene Adler soy yo (y en Jerez, nada menos)
El duque, la pólvora y el betún
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Iniciar sesiónLeyendo 'Asterix en Lusitania', la última aventura gala, he caído en la cuenta de que Uderzo y Goscinny, sus creadores originales, no sólo inventaron una aldea, sino que dibujaron el mapa moral de Europa. Una pequeña comunidad irreductible rodeada de un vasto imperio de ... idiotas, donde todavía quedaba espacio para la ternura, el sarcasmo y la decencia. Pero lo que pocos dicen –¡por Tutatis!– es que esa aldea la gobiernan las mujeres.
Mire usted bien los álbumes: mientras los hombres presumen de fuerza o se emborrachan de hidromiel, son ellas las que sostienen el mundo. Bonemine, la esposa del jefe, con su paciencia de granito y su lengua más afilada que una espada romana, es quien en realidad manda en la aldea. Sin su mirada severa, Abraracúrcix no pasaría de ser un bufón subido a un escudo.
O Falbalá, la belleza imposible que conmueve hasta al grandullón Obélix, recordándonos que incluso en tiempos de guerra hay sitio para la dulzura y el deseo. Y también la esposa del pescadero, la del herrero, las mujeres del mercado… todas esas figuras que gritan, regañan, ríen, y esa forma mantienen la aldea viva mientras los héroes se miden los bíceps.
Goscinny y Uderzo lo contaron en clave de humor: el poder tiembla ante quien no se toma en serio su autoridad. Y por eso su aldea funciona. En ella, los hombres se creen protagonistas, pero son las mujeres las que conservan el equilibrio. No gobiernan por decreto, sino por sentido común. No imponen, sostienen. Y eso, en este continente de dogmas es una forma de revolución.
Los romanos de hoy –los de traje, decreto y soberbia– siguen pensando que la fuerza basta. Pero 'esas galas', con su ironía, con su paciencia y su firmeza inteligente, siguen siendo el último bastión de la cordura europea. Reírse del poder, de la estupidez y hasta de uno mismo es el único modo de seguir siendo libres. En realidad, su historia nos habla de lo que aún podríamos ser los europeos: un pueblo pequeño, testarudo y alegre, sostenido por hombres y mujeres que nunca se rinden. Porque, al final, Uderzo y Goscinny no crearon un cómic, sino una advertencia: que cuando el cielo del futuro se caiga sobre nuestras cabezas, tal vez sean ellas – mujeres irreductibles– las destinadas a levantar Europa.
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