PINCHO DE TORTILLA Y CAÑA

La batalla final

Sánchez se ha puesto un traje ignífugo y puede tener la tentación de hacer del infierno su cuarto de estar

Cerca del mar

La pregunta que más veces me han hecho durante el verano es si el mandato de Sánchez está en las últimas. Debe ser que en bermudas, polo de manga corta y sombrero de pescador de color verde fosforescente parezco una pitonisa. Al principio ponía cara ... de sesudo analista y trataba de explicar que el vaso de la inmundicia está al límite y que un informe más de la UCO colmaría la capacidad de resistencia del Gobierno. Como esa era la respuesta que querían oír, la mayoría de mis interlocutores se ponían muy contentos y se adentraban en el mar dando saltitos pizpiretos sobre la espuma de los rompeolas. Las conversaciones breves a pie de playa son mi especialidad y suelo manejarme bien con los tempos siempre que mi mujer no ande demasiado cerca. Ella, mucho más sociable que yo, tiene un extraño concepto de las despedidas y no las da por consumadas si antes no ha mediado un largo intercambio de pareceres sobre cualquiera de las oraciones subordinadas que han aflorado en el saludo inicial. A veces, en esos terribles momentos en los que el tiempo parece detenerse como una primicia de la eternidad, los interrogatorios se prolongaban y ya no bastaba la metáfora de la gota que colma el vaso para salir airoso del trance. Lo confieso ahora para que no haya dudas: no tengo ni la más remota idea de lo que tardará Sánchez en abandonar el poder. Por mucho que acaricie la bola de cristal que llevo en la tripa no soy capaz de ver el futuro. Cuando me atreví a reconocerlo en voz alta —pocas veces, lo confieso— mis contertulios torcían el gesto y me miraban como Dorothy al mago de Oz. Yo no tenía más remedio que encogerme de hombros y excusar humildemente mi ignorancia. No cuento esta experiencia veraniega para hacer penitencia por mi impericia profética, sino para advertir del riesgo que corren todos aquellos ciudadanos que tienen la expectativa de un final inminente del sanchismo. Se ha extendido la idea de que pronto conoceremos nuevas revelaciones que harán saltar al Gobierno por los aires. Aviso: alimentar esa esperanza puede provocar frustración. Ya han pasado tres días desde que empezó septiembre y no hemos asistido aún a ningún acabose. No digo que no vayan a aflorar más pronto que tarde nuevas revelaciones de la policía judicial que añadan más leña a la hoguera, lo que digo es que Sánchez se ha puesto un traje ignífugo y puede tener la tentación de hacer del infierno su cuarto de estar. De momento, todos los síntomas van en esa dirección: Sánchez le dice a Pepa Bueno que se puede vivir sin Presupuestos, Illa masajea Puigdemont en Bruselas, el fiscal general del Estado se dispone a hablar de la delincuencia durante a apertura del año judicial como si la cosa no fuera con él y el Consejo de Ministros sigue horneando proyectos de ley, como si fueran sacos terreros, para fortificar la barricada de la resistencia. Pincho de tortilla y caña a que la batalla final será larga y cruenta. Cuánto durará, no lo sé.

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