Un padre coraje

De esta deprimente circunstancia, en la que parece aceptable la discriminación más evidente, sólo nos salva la aparición de esas individualidades intrépidas que, con decisión, se enfrentan al egoísmo soberbio de los Goliat, y reivindican que se cumpla la ley para que sus hijos –y los de todos los que se atrevan a reclamar– puedan estudiar un 25 por ciento en castellano, como ha hecho el padre coraje de Canet. Estoy convencido de que en Canet abundan las personas honradas y justas, pero también existen cobardes y canallas, que se lanzaron al acoso y persecución, como ese profesor exaltado que pidió apedrear la casa de la familia. La fiebre de la extorsión civil, y la amenaza, oculta a los honestos, y Canet de Mar parece una horda ansiosa de aplicar el linchamiento social. No es el único lugar. En Balaguer, una madre coraje que hizo lo mismo que el padre de Canet provocó manifestaciones frente a su domicilio, con la consigna en pancarta: «Que pasen vergüenza los que piden castellano».

El Gobierno del fanático Aragonès García, a través de sus portavoces, dijo que desconocía que se acosara a los padres, y el egoísta y cínico Gobierno que habitaba, y habita, en La Moncloa lo dejó a su suerte. Los padres coraje sufren ese fascismo mafioso de los separatismos, sin que nadie les preste ayuda. Y, en este momento ovejuno, donde el rebaño social calla y deja que lo guíe el mal pastor hacia el lobo, mi única esperanza son estos héroes que muestran su bravura, solos y frente a todos. Gracias por hacernos discernir el cinismo egoísta, puesto al servicio del afán del poder, de la honestidad y el vigor por defender lo justo, sin importar los inconvenientes que la masa de cobardes se encarga de atizar.