la barbitúrica de la semana
El pusilánime, el inofensivo y el mesiánico
Ernest Urtasun actúa como el redentor gramsciano de la cultura
Espantos y (des)aparecidos (17/02/2024)
La náusea (10/2/2024)
El artista Rafael Canogar dijo a la periodista Natividad Pulido que los últimos tres ministros de Cultura han sido «una nulidad total». Lleva razón. José Manuel Rodríguez Uribes fue un pusilánime, Miquel Iceta inofensivo y Ernest Urtasun un cantamañanas más ocupado en ... su mesianismo gramsciano que en poner en marcha un plan de gestión coherente. Si José Ignacio Wert tuvo una relación casi patológica con el sector, por el cual sentía un profundo desprecio, los últimos tres le aventajan en la simpleza de sus razonamientos y la pobreza de medidas concretas que favorezcan no a las lenguas regionales o los legados de Caja de las Letras del Cervantes, sino a los gestores y creadores, así como a la ciudadanía en general.
Tres meses después de su llegada al ministerio y justo cuando Pedro Sánchez ha creado una oficina de Asuntos Culturales en Moncloa, Ernst Urtasun ha puesto en marcha una reestructuración que pasa por la creación de una dirección de Derechos Culturales, un trampantojo que ocupará Jazmín Beirak. A ella corresponderá elaborar un plan de igualdad, coordinar con el resto de ministerios los asuntos del Estatuto del Artista, impulsar medidas y ayudas para la «vertebración territorial» o reeditar el bono cultural joven. También será la encargada de coordinar la Conferencia Sectorial de Cultura.
Lo mismo: llover sobre mojado, gobernar a golpe de recitación, duplicar puestos y desatender los que sí funcionan. Mientras tanto, en el mundo real, las goteras amenazan el patrimonio de la Biblioteca Nacional; la casa del poeta Vicente Aleixandre se queda sin comprador, incluso después de que la Comunidad de Madrid pidiera al gobierno presentarse en la subasta; el coro de la Zarzuela anuncia el camino hacia su extinción y las bibliotecas y el sector editorial ven esfumarse el pago por derechos de préstamo de libros. Si la Cultura ha servido al PSOE de Sánchez para evangelizar, conceder carnés morales y presumir de una modernidad que no es tal, a Sumar la Cultura le sirve como campo de batalla ideológica y burladero político dónde parapetar sus miserias electorales.
A la cultura se le trata como un juguete o un accesorio. Así lo ha sido para políticos y gestores. Incluso al mundo cultural le ha faltado valentía para pelear por sus derechos. Muchos se han dejado usar como escaparate de cuanta reivindicación plañidera exista, que es justo lo que ocurre año tras año en los premios Goya, esa pasarela de gente que opina de lo que no sabe y calla aquellas cosas que sí conoce. Lo explicó Nuccio Ordine en aquel magnífico ensayo: un martillo no es más valioso que una sinfonía por el hecho de tener una función práctica. El dilema que opone la cultura a gasto social es falso. Un país como España, por su riquísima historia, su deslumbrante patrimonio y su descomunal talento, necesita un aparato cultural ágil, efectivo y eficaz. La proliferación de gabinetes de la inquisición no garantiza el acceso de los ciudadanos a la cultura, sólo garantiza su indefensión.