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El PSOE, populismo «de manual»

Los socialistas niegan el papel de Fraga en la Transición para sembrar más discordia en la sociedad

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Uno de los dos padres de la Constitución que aún vive, Miquel Roca, cuenta una anécdota divertida. En la primera reunión de la ponencia encargada de elaborar la Carta Magna, en 1978, él se sentó a la derecha de Jordi Solé Tura, el hombre del ... PCE. Enfrente, al otro lado de la mesa, Manuel Fraga, el hombre de Alianza Popular. Entre uno y otro, las dos Españas que se acababan de abrazar tras décadas dándose la espalda. Antes de comenzar formalmente la reunión, Solé Tura le susurró al oído haciendo referencia al exministro de la Gobernación: «¿Y éste cuándo nos va a detener?». Sirva esta anécdota para ilustrar cómo en aquel proceso llamado Transición las ganas de dividir quedaron reducidas al chascarrillo y al humor y lo que primó por encima de todo fueron las ganas de construir un país para todos. Unos meses después, los españoles refrendaban el texto que elaboraron los siete padres de la Constitución.

Cerca de medio siglo después, el PSOE dice que Fraga fue un «franquista de manual», y lo dice cuando se dispone a celebrar los cincuenta años de la muerte de Franco. Semejante afirmación es, además de una simpleza propia de populistas, un argumento que lo que busca es exactamente lo contrario a lo que representó la Transición. Cuando el partido de Pedro Sánchez, que con Felipe González fue esencial en aquel proceso, trata de censurar a Fraga está demostrado sus verdaderas intenciones: apropiarse de la Transición para imponer la visión de una España sobre la otra; y reducir la mejor etapa en dos siglos de nuestra Historia a un elemento más en la batalla partidista.

Que Fraga fue ministro de Franco es una evidencia: lo fue de Información y Turismo entre 1962 y 1969. Después, en los primeros años setenta, fue el dirigente más combativo dentro del régimen a favor del aperturismo, y en particular de que se autorizaran las asociaciones políticas. Fraga fue el campeón del asociacionismo, una batalla que perdió aún con Franco vivo porque, aunque el dictador permitió que se hablara de tal cosa, jamás tuvo intención real de permitir ningún tipo de libertad política. Muerto Franco, Fraga aceptó ser vicepresidente de Asuntos Políticos del primer Gobierno del Rey, y desde esa posición inició los primeros movimientos hacia la Democracia. Fue él quien aprobó el derecho de reunión, el derecho de manifestación y la ley de asociaciones, todo en los primeros seis meses del año 76. Tan es así que a la cuarta reforma las Cortes de Franco dijeron «basta» e impidieron la modificación del Código Penal para abrir la puerta al Partido Comunista. Cayó el Gobierno Arias y cayó Fraga, sepultado por las resistencias del régimen, ya con Franco muerto. En su proyecto había un error de base, intentar desmontar el franquismo ley a ley, pero eso no invalida una convicción democrática para la España de 1976 que luego demostró durante 35 años de servicio a la España constitucional, de la que él también es padre fundador. Diga lo que diga un PSOE instalado en un populismo «de manual».

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