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No sabe ganar...ni perder

Está todo tan confundido que me limito a pedirles que voten lo que les pete, pero voten sin temer arrepentirse

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Tras mostrar en el duelo con Feijóo ser incapaz de ganar, en la resaca nos está mostrando que tampoco sabe perder. Algo peligroso en política, donde se pierde tantas veces o más que se gana. Su negarse a reconocer que perdió, cuando su propio ... partido reconoce «no haber alcanzado los objetivos previstos», y las excusas de todo tipo a su derrota, que si el terreno enfangado, que si los árbitros, que si el contrincante usó «una montaña de mentiras» cuando las suyas forman una cordillera, no hacen más que empequeñecer su figura y alejarle de su meta: seguir en La Moncloa a cualquier precio. Pero, cuidado, en política, como en el tenis, nada es definitivo hasta jugarse la última bola y quedan aún pendientes dos debates, más las urnas. Pero su cara ya no es la del guaperas que se lleva la chica, aunque sigue disparando sin apuntar.

El debate entre los portavoces parlamentarios de los principales partidos fue muy distinto y no le faltó pasión, pero se les notaba que eran segundas figuras. Patxi López (PSOE) quiso imitar a su jefe saliendo en su defensa como un toro en los Sanfermines, pero derrapó hasta el punto de acusar al PP de no ayudarles en resolver el problema vasco, para tener que oír de Cuca Gamarra (PP) que él, Patxi, había logrado ser nada menos que lendakari gracias a los votos populares para impedir el avance nacionalista, cosa que no ocurrió al pasarse el mandado haciéndoles carantoñas. Fue, en realidad, un debate de todos contra todos, incluidos los del mismo bando (izquierda-derecha, regionalistas-españolistas), al buscar cada cual su provecho particular desentendiéndose del conjunto. En cierto modo, eran al mismo tiempo aliados y rivales al disputarse los mismos votantes. Patxi fue el que más sufrió, ya que no podía enfrentarse directamente a los nacionalistas vascos y catalanes sin perder su apoyo para que Pedro siga en La Moncloa. Pero tampoco podía prometerles lo que ya piden abiertamente –un referéndum de autodeterminación– sin que el resto del PSOE se le rebele. El más claro en este terreno fue Aitor Esteban (PNV) que advirtió de que se atendrán exclusivamente a los intereses vascos. Y en este sentido, no apoyarán al PP si gobierna con Vox. En cuanto a la representante de Sumar, Aina Vidal, se limitó a repetirnos la agenda del progresismo más elemental, que ha llevado a tantos países a la ruina. A Óscar Matute, de EH Bildu, sólo le faltaron las alas para ser el arcángel en que ETA se ha convertido desde que cambió los asesinatos por poltronas políticas, e Iván Espinosa de los Monteros (Vox) mostró la cara más amable que puede ofrecer su partido, como viene haciendo. El resultado que saqué de aquel aquelarre es que la mejor forma de que los extremos no toquen poder ni con una vara de diez metros es votar al PP. Pero está todo tan confundido y encabronado que me limito a pedirles que voten lo que les pete, pero voten sin temer arrepentirse.

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