la tercera
El esplendor de la América Hispana
«Desde la utilización política más falsaria y desde una porción significativa del ámbito intelectual de los llamados hispanistas anglosajones, el relato histórico se cambia para manipularlo y se llena de odio hacia España, país que realizó una obra hercúlea de modernización, progreso y desarrollo en América»
José Manuel Azcona Pastor
En España, país que existe desde la conformación de la 'Ispafaniafenicia' y la Hispania romana suceden hechos singulares que nos trasladan al campo permanente de la autodestrucción y a amar por encima de todas las cosas lo que dicen los extranjeros, especialmente los anglosajones, de ... nosotros, los españoles. En nuestro país, por ejemplo, tienen mayores derechos los que ocupan la propiedad privada –base fundamental de la estructura democrática– que los dueños de las casas ocupadas, que tampoco pueden ejercer el lícito derecho a la defensa de lo suyo, pues pueden terminar en la cárcel. Y es la única nación en el mundo que prohíbe hablar en español en una de sus regiones naturales y subvenciona todas y cada una de las opciones independentistas que deambulan por su solar, mientras se indulta a los golpistas que buscan esa independencia regional.
Y eso que España fue la primera nación en la historia occidental en la creación de un Estado Moderno, en el siglo XV. Pero en su solar es donde la tergiversación de su historia y su manipulación alcanzan cotas siderales, y donde una parte de sus habitantes asumen con gusto las barbaridades que se repiten sobre nuestro pasado. Solo acontece aquí, no conozco otro caso similar. Por ejemplo, sin ir más lejos, este pasado verano surgió una polémica colorista cuando nuestro Rey Felipe VI, en la toma de posesión del presidente colombiano Gustavo Petro no se levantó ante el paso de la espada, probablemente falsa, de Simón Bolívar. Este curioso personaje de origen hispano, y educado en nuestro país, asesino sanguinario de enemigos españoles que combatieron por el mantenimiento de América dentro de la Monarquía Hispana, fue un mal estratega y peor militar. Es un héroe para los habitantes de Colombia y Venezuela con ribetes de exageración y emociones litúrgicas. Karl Marx dijo de él que era un personaje brutal, cobarde y miserable. En 1813 proclamó la «guerra a muerte contra los españoles» en los procesos de emancipación americanos, y así, en la ciudad de Pasto la noche del 24 de diciembre (Navidad negra) asesinó sin piedad a mujeres, hombres y niños a machetazos o aplastándoles la cabeza con grandes piedras para no gastar balas. En Acarigua hizo lo mismo con 600 soldados reales que previamente se habían rendido. En Caracas mandó ejecutar a 886 españoles y mil más en hospitales… La lista es larga y, pese a ello, tiene en nuestro país dieciséis estatuas o placas conmemorativas.
Simón Bolívar forma parte, junto con otros líderes independentistas como San Martín, Artigas, O'Higgins, De Paula, Sáez, Sucre o Santa Cruz, quienes, desde su posición privilegiada como criollos de vida y fortuna cómoda, enriquecida e ilustrada van a destrozar la gran obra de progreso, desarrollo, equidad y justicia social que la Monarquía Hispánica había realizado en la América Hispana desde 1492 hasta 1825, cuando se perdieron definitivamente los Reinos de las Indias Occidentales, con la excepción de Cuba, Puerto Rico, Filipinas, Carolinas, Marianas y Palaos. Ya advirtió, no obstante, el escritor mexicano José de Vasconcelos, entre otras tantas ilustres plumas, que nunca antes pero tampoco después Hispanoamérica en general, y México en particular, habían estado mejor gobernados que en el tiempo en que pertenecieron a la Corona española. En su libro de 1934 'Bolivarismo y Monroismo' insistió en recordar el desastre que había supuesto la entrega a Inglaterra por parte de los políticos antes citados de un continente entero bien administrado por los Virreinatos de la Nueva España, del Perú, de la Nueva Granada y del Río de la Plata.
En efecto, a cambio de la participación del Reino Unido apoyando la causa independentista con barcos, soldados y bastimentos, se le regaló a Londres la excelsa producción de metales preciosos de los años posteriores a las paulatinas secesiones de los territorios hispanoamericanos. Además de permitir el comercio libre, tan anhelado por Londres para imponer su propio monopolio. Finalmente consiguieron unos objetivos por los que venían anhelando desde 1492, y cuyo último fracaso (hubo un total de nueve anteriores) se produjo cuando el Ejército británico intentó invadir el Virreinato del río de la Plata en 1806 y 1807, para tomar desde allí Perú y México con su rica minería, pero obteniendo sendas sonoras derrotas. Pues no en vano España creó un imperio inexpugnable, que solo pudo tomarse ante la falta de un poder real tras las traiciones a su patria de Fernando VII y Carlos IV en Bayona ante Napoleón. Unido al descalabro administrativo que supuso aquel vacío de poder y la sublevación de los españoles ante el francés. Aún en 1780 la Real Armada española infligió a la Real Armada británica el mayor descalabro de la historia naval del Reino Unido. Por tanto, a estos próceres, que trocearon la Hispanoamérica para quedarse cada uno de ellos con sus despojos y que destruyeron la reputación internacional de España y sus instituciones, les debemos la desaparición de la América Hispana, el territorio más importante en su conjunto del Hemisferio Occidental. Y dentro del cual el Virreinato de la Nueva España y la ciudad de México sobresalían por su progreso, modernidad y desarrollo social y científico. De ello, entre otros, escribió de forma larga y profunda el científico alemán Alexander von Humboldt. En sus trabajos, tras recorrer el Nuevo Mundo, muestra un ámbito geográfico de buen trato a negros e indios, describe los modos productivos hispanoamericanos, las ventajas de la administración virreinal y de la Iglesia católica para la vida de los súbditos de la Monarquía Hispánica. Y compara las posesiones españolas con las británicas de la actual Norteamérica, con saldo totalmente favorable a la Corte de Madrid.
Más allá de los textos de este estudioso que resalta la obra pública, las universidades y los hospitales construidos por los españoles y la de otros ensayistas contemporáneos, cada vez son más los académicos que, a base de documentación de archivo y honesto método científico, derrumban los mitos indigenistas antiespañoles, el supuesto genocidio indígena cometido por nuestro país, ya desmantelado en la década de los sesenta por el historiador Ángel Rosenblat, e insisten, precisamente, y nosotros sustentamos esa tesis, que la América Hispana fue verdaderamente poderosa y próspera solamente bajo la administración virreinal. Su balcanización, a partir de 1825, condujo al desastre del conjunto territorial. Por su parte, la América del Norte (británica), por el contrario, mantuvo retraso y pobreza en tiempos coloniales. Solamente se hizo grande EE.UU. a partir de 1848 cuando se quedó con la mitad de México (tras cruento enfrentamiento bélico) en el tratado de Guadalupe-Hidalgo. Momento a partir del cual el Ejército norteamericano empezó el proceso del genocidio de sus indios, muchos de los cuales hablaban español y habían sido evangelizados. Las grandes migraciones de europeos hacia Estados Unidos provenientes de una Europa en plena revolución industrial que expulsaba obreros haría el resto.
Desde la utilización política más falsaria y desde una porción significativa del ámbito intelectual de los llamados hispanistas anglosajones, con entrada en parte de la Academia, el relato histórico se cambia para manipularlo y se llena de odio hacia España, país que realizó una obra hercúlea de modernización, progreso y desarrollo en América, sustentado en justicia social, urbanismo avanzado y desarrollo científico.
es catedrático de Historia Contemporánea de la URJC
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