la suerte contraria
El mundo de ayer
No soporto despertarme con la horrible sensación de que, quizá, los mejores momentos de la humanidad ya hayan tenido lugar
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Iniciar sesiónUno tiene la extraña sensación de estar viviendo en las primeras páginas de 'El mundo de ayer', las que tienen lugar en la Viena de los valses, la ópera y el teatro. La ebullición cultural y ese ambiente de tolerancia que nos muestra Zweig ... hacen imposible intuir que, unas páginas después, llegaría el horror de la Primera Guerra Mundial, con más de diez millones de muertos. Y, poco después, la Segunda, con más de cincuenta. Para no verlo venir, no está mal. Y, sin embargo, lo único que encontramos al releer esa descripción de la Europa de principios del XX es placidez, refinamiento y sofisticación. Vemos una sociedad vienesa culta, rica y feliz en la que siquiera llegar a pensar en una guerra inminente habría sido una locura. La gente se divertía, salía a cenar, se enamoraba y escuchaba a Strauss, exactamente igual que hoy, solo que cambiando a Strauss por Bad Bunny. No parece eso que entendemos por 'clima pre bélico'. Ni tampoco los antecedentes que los manuales de historia citan como causas de un conflicto.
Pero lo fueron. En esas páginas, escritas en un exilio en el que, como judío, se protegía de los nazis, parece que se preguntara: «¿Cómo hemos podido llegar a esto?». Y, ciertamente, es complicado de responder. Todo parecía ir bien. Pero entonces surge un desencadenante que lo incendia todo y nos recuerda que la paz y la razón siempre son temporales. Hay un odio que subyace, una violencia en estado de latencia y una ignorancia dispuesta a ponerse en primer plano. Siempre ha sido así, aunque, después de cada guerra, los supervivientes crean que esa será la última. Solo que nunca lo es. En estos momentos yo mismo pienso que es imposible otra guerra en Europa: salgo a la calle y veo terrazas llenas, jóvenes descartando trabajos solo porque no les hacen felices y parejas dudando si este puente irán a esquiar o de casa rural. Pero la realidad es que tenemos a Rusia invadiendo Ucrania, a Hamás masacrando a los israelíes, a los cristianos huyendo de Armenia y a China esperando para invadir Taiwan, mientras unos millones de cafres quieren echar de Europa a los musulmanes que, a su vez, sueñan con un mundo sin judíos. Con el apoyo, por cierto, de parte de la izquierda española, definitivamente sin rumbo. Los populismos se expanden, la crisis de deuda se va acercando y el liberalismo político –soberanía nacional, democracia representativa, separación de poderes, imperio de la ley– es visto por unos y por otros como una aspiración débil y 'naif'. La libertad está en riesgo permanente.
Guerras solapándose, terrorismo, pandemias, inestabilidad política, nacionalismos, crisis social y problemas económicos: ya tenemos aquí los antecedentes de algo, que no sabemos lo qué es, pero que no me gusta. Sigo pensando que no veremos una guerra en Europa, pero tengo claro que no somos mejores que los de entonces, que no hemos aprendido nada y que no soporto despertarme con la horrible sensación de que, quizá, los mejores momentos de la humanidad ya hayan tenido lugar.
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