la suerte contraria
Elogio de Felipe VI
En esa nueva unidad de destino en lo republicano, la extrema derecha se abraza a la extrema izquierda y al resto de nacionalismos
El mejor torero de la historia
Éxodo
La principal consecuencia de la catalanización de la política española es su sentimentalización. Pla solía distinguir entre lo sensible y lo sentimental, donde lo sensible sería la percepción fina, la capacidad para observar la realidad y sentirla con inteligencia y contención, mientras que lo ... sentimental –algo que él achacaba a los catalanes– sería una exageración de lo anterior, es decir, la emoción teatralizada de lo sensible, que se convierte en espectáculo y, por lo tanto, en una forma de autoengaño.
Yo estoy de acuerdo con Pla. Creo que la sensibilidad nos acerca a la comprensión profunda de las cosas, es decir, a la razón, mientras que lo sentimental solamente nos lleva a una pulsión pura y habitualmente irracional. Lo primero es un caballo al cual subirse para interpretar las cosas; lo segundo es el mismo caballo, pero desbocado y dirigiéndose ciego a las vías por las que, antes o después, aparecerá el tren que lo arrollará. La progresiva –porque está planificada y aún estamos en las fases primigenias– ruptura de la extrema derecha con la Corona es una consecuencia lógica de su ruptura con la Constitución y, por lo tanto, de su traición. Pero, sobre todo, es una muestra más de la sentimentalización de una sociedad desbocada y enferma de irrealidad. Se abandona la racionalidad –las causas– para entregarse al espectáculo –los efectos–. Y en esa nueva unidad de destino en lo republicano, la extrema derecha se abraza a la extrema izquierda y al resto de nacionalismos, que siendo igual de republicanos que ellos, al menos no son traidores. Porque no se puede traicionar aquello que no has jurado defender.
Si alguien aún dudaba de la superioridad de la monarquía parlamentaria frente a la república, solo ha de mirar hoy a Francia y a España para salir de dudas. En Francia, Macron, presidente y líder de un partido, se ve obligado a ser actor y árbitro a la vez. Su figura, no une: divide. Todas sus declaraciones se expresan en clave electoral y cada gesto esconde un cálculo partidista, que es lo que algunos esperan de Felipe VI, sin saber que su labor no es representar a una mitad, sino al conjunto. Frente a la política de trincheras, la Corona recuerda que hay algo que permanece. El Rey no habla desde el poder, sino desde la institución; no actúa desde un programa, sino desde la Constitución. Por eso no es neutral: su defensa de la Constitución es y ha de ser activa. Y si un día no lo fuera estaría fallando a su papel. Y fallándonos a todos.
El Rey no necesita convencer sino cumplir. Y mientras en los momentos de crisis Macron es parte del ruido, el Rey encarna la estabilidad, es decir, lo institucional frente a lo partidista y lo sensible frente a lo sentimental. Aquellos que le acusan de blanquear a Sánchez al haber estado presente en el desfile de las Fuerzas Armadas no han entendido nada. O quizás es que lo han entendido todo e invitándole a cavar una trinchera tratan de ocultar que lo que estaría cavando sería su propia tumba.