la suerte contraria
Arde mi tierra
Los mismos que se llevan las manos a la cabeza por los incendios, criticarán las ayudas al campo; y los que, en Bruselas, ponen trabas a la actividad ganadera, nos hablarán de ecologismo
La tontería de la derecha punk
Un botijo
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Iniciar sesiónSi el campo arde no es por el cambio climático sino por los pirómanos. Desde luego, no ayudan ni las olas de calor ni las lluvias de primavera, que hicieron que los pastos crecieran más de lo normal. La realidad es que, sin ganadería ... en extensivo, esos pastos no son alimento para los animales sino combustible para las llamas. Por eso los pirómanos lo tienen cada vez más fácil: ya no hay gente que cuide el campo. Ni la va a haber. Mi tierra arde. En este momento hay dieciocho incendios activos en Castilla y León, nueve de ellos graves. Existe pánico a que pudieran unirse los fuegos de León (Las Médulas), Galicia, Zamora (Carballeda) y un nuevo foco –'sorprendentemente' en línea con los anteriores– en la Alta Sanabria. Nadie se atreve a decir en voz alta lo que pasaría si eso llegara a suceder. Aunque en realidad, nadie piensa en otra cosa.
Castilla y León es la región más extensa de Europa y una de las más montañosas al estar rodeada por las sierras de la cordillera Cantábrica, del Sistema Central y del Ibérico. Vivir aquí es vivir en la falda de un volcán o en una costa expuesta a maremotos: antes o después va a pasar lo que tiene que pasar. Y aunque es cierto que es necesario sensibilizar más y aumentar los medios de prevención y de extinción durante todo el año, nada puede acabar con el mayor factor de riesgo de incendios, que es la despoblación. En un territorio como Portugal hay la misma población que en la provincia de Valencia, pero más de la mitad de todo el patrimonio del país. Que no tenemos con qué cuidar.
La verdad es que no importamos a nadie. El abandono del entorno rural es alarmante porque, si la ganadería no es rentable, los pueblos se vacían. Y si los pueblos se vacían, los campos arden. Y, entonces, los mismos que se llevan las manos a la cabeza por los incendios, criticarán las ayudas al campo; los mismos que, en Bruselas, ponen trabas a la actividad ganadera, nos hablarán de ecologismo con su acento de Sant Gervasi; los mismos que suprimen las paradas del AVE en Sanabria para que los de Vigo llegue un cuarto de hora antes a Madrid, exigirán para sus escapadas a la montaña prados verdes como los del Salmo 23.
Como me enseñó Manu Mostaza, la Administración está para garantizar a los ciudadanos el ejercicio de sus derechos. Para eso pagamos impuestos. Pero si no somos capaces de garantizar esos derechos a los habitantes de las montañas, somos un estado fallido. El primer derecho es a la vida. El segundo al trabajo. Después, educación, sanidad, etc. Por eso, hay que comprender que detrás de Bruselas y del cupo catalán aparece la imposibilidad de que Castilla y León, con sus recursos, pueda hacerse cargo del patrimonio cultural y natural de todos y garantizar, a la vez, todos los derechos a los habitantes de esta tierra que un día cambió el destino de la humanidad. Hoy somos nosotros los que necesitamos ayuda. Y o alguien nos toma en serio o no solo tendremos una España vacía sino, probablemente, también una España muerta.
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