la pisabién

El juguetito

El Ministerio de Igualdad devora euros y castra el alma

Se desayuna uno con que el Ministerio de Igualdad va por libre. Libre te quiero, que decía la canción, y libre, como el agua, va este ministerio tarta a medio camino entre guardería, guarida del podemismo terminal y taller antropológico de eunucos. Todo en uno ... y con un alto precio.

El edificio está como disfrazado de Martes de Carnaval, los bedeles parece que hacen de niñera en eso que Irene Montero concibe como conciliación, y la titular, a la que la fría estadística del maltrato y la muerte le sirve de pólvora del rey para montar pollos, se asoma poco. A Irene, de vez en cuando, se la ve en la terraza del ministerio soltando al viento madrileño sus lemas, que son un gazpacho de siglas contra el sentido común, contra la Biología o la separación de poderes. El ministerio ya no convence ni a los muy cafeteros, quizá porque las Botis y las Irenes se hicieron casta y el juego es el señalamiento.

Después de crucificar con el dinero de todos a Pablo Motos, el ministerio sigue ahí, atacando a jueces y al pensamiento libre. Todos con Irene, claro, que Irene es la luz del Trento feminista y el martillo del patriarcado. De modo que el ministerio y la ministra, por muy en limpio que se pongan y muchos anuncios que emitan son eso: una nadería que con ZP sonaría como lo del viento es de nadie pero que en esto de la coalición ha venido a revolver las hormonas desde la más tierna infancia.

Servidor estuvo en el 8-M del contagio, y en el último, con dos feminismos enfrentados en un día que a Irene Montero debieron de pitarle los oído. En todo este tiempo con Irene y su juguetito, los maridos han pegado lo de siempre, han matado más, y nos ha quedado claro que Irene Montero pasaba –tan generosa– sus apuntes a las compis. Eso y la resiliencia, que Irene ha sufrido lo suyo, aunque su chiringo y sus manifiestos y sus decretos no sirvan ni para darles guerra cultural.

Para espanto de Europa, hay un ministerio que devora euros, castra el alma y cuya utilidad es misterio de la fe. Eso sí, de puertas para adentro, tía, parece que se lo pasan teta.

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