visto y no visto
La roedura nocturna
De cómo las Corporaciones se comen al Estado, capaz de saquear a la población y de impedir, a la vez, toda resistencia
Genio de España
Los que servimos
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Iniciar sesiónYa lo decía Mussolini: todo en el Estado y nada fuera del Estado («lo Público», en jerga progresista), pero esa roedura que por las noches oímos al acostarnos son los dientecillos de las Corporaciones comiéndose a los Estados por el rodapié hasta que una ... pequeña banda de millonarios cuyas cuentas van más allá de cualquier imaginación se sienten en sus tronos gloriosos y, con todas las naciones reunidas delante de ellos, procedan a separarnos a unos de otros, como separa el pastor las ovejas de las cabras, poniendo las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda.
La Corporación se come al Estado como el Estado se comió a la Iglesia, y en esto consiste el triunfo final del neoliberalismo canónico.
Acabemos con la leyenda del Estado como Séptimo de Caballería que apareció para imponer la paz zanjando las guerras religiosas; al contrario, fue el Estado el invento de guerra para arrebatar sus poderes a la 'religión' (concepto que, al decir de William T. Cavanaugh, todavía está falto de definición en un sentido moderno).
El medievalista de Princenton (y, oh, justicia poética, analista de la CIA) Strayer defendió en la Guerra Fría el nacimiento natural del Estado, pero Tilly, historiador salido de Harvard, intrigado por el éxito colosal del Estado-Nación, indagó en sus orígenes hasta dar con una explicación racional (no literaria, como las teorías contractuales de Hobbes y Rouseau) del fenómeno: el Estado se comió a la Iglesia por su mayor capacidad para extraer recursos de las poblaciones locales: nacido para el saqueo, sus impulsores construyeron el aparato ideal para extraer eficazmente de la población los recursos necesarios y de contener, a la vez, los esfuerzos de esa población por resistirse a esa extracción de recursos; resistencia «popular, profunda, frecuente y violenta».
Tilly expuso su hallazgo en el 85 ('Guerra y construcción del Estado como crimen organizado', tituló su trabajo), y en los 90 ('Una respuesta parcial a mis críticos') el escocés MacIntyre redondeó una descripción irrefutable del Estado-Nación moderno: sea cual fuere su disfraz, concluía, el Estado-Nación moderno «es una institución peligrosa y de trato imposible, puesto que, por una parte, se presenta a sí mismo como un proveedor burocrático de bienes y servicios que siempre está a punto de dar a sus clientes una buena relación calidad-precio, pero de hecho nunca lo hace; y por otra, como el depositario de unos valores sagrados que de vez en cuando nos invita a dar la vida por él…».
—¡Es como si se nos pidiera dar la vida por la compañía telefónica!
O por hacer del Báltico un lago de la OTAN, como se nos pide ahora, mientras un nuevo Lanzarote, Larry Ellison, 'yatea' (de yate) con Toni 'Madre Teresa' Blair (un millón de almas arrebatadas al cielo de Mesopotamia) y reparte chips a los ingleses con la leyenda «los ciudadanos se portarán bien porque estarán vigilados». La roedura neoliberal.
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