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visto y oído

La apatía nacional

Lo más grave es que la indiferencia popular contribuye a que la clase política se corrompa y se deje separar de la sociedad civil

Ignacio Ruiz-Quintano

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La muñeira arbitral de Negreira en la Tierra del Tres por Ciento (¡aquel maragalliano «Vostèstenen un problema, i aquest problema es diu tres per cent»!) es indicio de que el árbol moral del 78 tiene podrida hasta la última rama: por bastante menos, en Titulcia ( ... antes, Bayona de Tajuña), su alcaldesa, socialista y lectora de Deleuze y Guattari, teóricos de la arborofobia (sobre la idea de que el árbol posee una «complejidad aristocrática»), ha resuelto talar todos los venerables árboles de la calle Grande y acabar con el fascismo de lo Uno, lo Privilegiado y lo Monótono, sin queja del vecindario. Debe de ser cosa de ese fatalismo europeo (franco-alemán: Valéry, Spengler, Hegel) que a Steiner le parecía la seña de identidad más inquietante de un continente con la oreja pegada siempre a su ruina y su final.

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