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una raya en el agua

Teresa o la fuerza del instinto

Lo que la convirtió en diva de la televisión fue su mezcla de carisma, autenticidad, empatía e intuición comunicativa

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Ignacio Camacho

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Hoy no ensuciaré con la matraca de Puigdemont el luto por María Teresa Campos. Aunque ella misma, dueña de un poderoso conocimiento de la jerarquía de las noticias, no habría permitido que la de su propia muerte fuese por delante de la actualidad política. Ésa ... fue la clave que la convirtió en una leyenda de la televisión en España: una formidable perspicacia comunicativa, un sentido del oficio aprendido a base de intuición y enriquecido con ese toque de magnetismo personal que solemos llamar carisma. Su condición de pionera, de precursora de formatos y estilos, no era producto de ninguna escuela periodística sino de un instinto natural para detectar la garra informativa y para transmitirla al público con una mezcla de confianza, autenticidad, populismo y empatía. Fuera del plató, caminando del brazo de una asistente, mostraba a menudo la irritabilidad caprichosa y mutable de una diva, pero cuando se asomaba a la pantalla desplegaba el aplomo de una actriz curtida, la espontaneidad casera de una vecina y un dominio situacional capaz de eclipsar su humanidad quebradiza en cuanto dirigía la mirada hacia una cámara con la luz roja encendida. Así son las estrellas: contradictorias, autocontemplativas, proteicas, egocéntricas, individualistas. Pero siempre especiales, rodeadas de una aureola distinta.

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