una raya en el agua
Como mucho algún caso
La reaparición de Fernando Simón ha recordado que a la tragedia del coronavirus le faltó un ajuste de cuentas político
El pelotón spengleriano
Una ventana para Sánchez
En la Biblia está Simón el Zelote, también llamado el Exaltado o el Cananeo, y en el libro negro del sanchismo quedará para siempre el nombre de Simón el Falsario, el portavoz médico que durante la pandemia utilizaba su condición profesional para revestir de ... crédito las patrañas y ocultaciones del Gobierno. El hombre que ponía cara a los informes fraudulentos, las cifras manipuladas, las instrucciones sesgadas o los consejos apócrifos del inexistente comité de expertos. El títere encargado de dar cobertura científica al bombardeo de propaganda trucada que los españoles sufrieron durante la dolorosa experiencia del confinamiento. Un personaje cuyo papel en aquel drama macabro podría merecer la indulgencia del tiempo, la benignidad del olvido o la misericordia del silencio… si no hubiese decidido reaparecer en la televisión en vez de permanecer en el plano discreto de donde nunca debió salir para colaborar en una descomunal operación de encubrimiento.
«España no va a tener como mucho más allá de algún caso diagnosticado». Sólo esa célebre frase habría bastado para inhabilitarlo como vocero oficial en medio de una devastadora crisis de pánico. Pero hubo muchas más, una colección siniestra de pronósticos adulterados, bulos de gabinete, avisos fallidos, datos imaginarios. Tuvo la suerte de que su imagen se convirtiera en un meme porque los ciudadanos encerrados optaron por el humor para canalizar la frustración y la cólera ante tan desahogada sarta de engaños. Y Sánchez lo utilizó como chivo expiatorio de los estragos provocados por su propia elusión de responsabilidades y su desparpajo para hacer de la mentira una estrategia de Estado. Lo quemó –y él se dejó quemar– como un chicharro para escapar de las consecuencias de haber autorizado las marchas multitudinarias del aciago 8 de marzo. Y lo mantuvo hasta el final porque le servía de parapeto contra el rechazo de una población a punto de hartazgo.
La conversación exculpatoria de Simón con Évole ha recordado que a la tragedia del coronavirus le faltó una catarsis, un ajuste de cuentas político. Lo tuvo en las inmediatas elecciones de Madrid, y en parte en las posteriores de Andalucía, pero las generales transcurrieron ya en un marco de debate distinto. Tan ileso salió el Ejecutivo de su catastrófica gestión –catastrófica en el más literal de los sentidos– que logró hacer presidente de Cataluña al ministro que al menos en teoría la había dirigido. Hasta ahora, cinco años después, no ha empezado a llegar a los tribunales la depuración tardía del agio masivo en la compra de material sanitario bajo un estado de alarma decretado sin amparo jurídico. Y el optimismo social desencadenado por la desaparición del peligro relega la evidencia de que los amigos del presidente se hicieron ricos mientras la gente lloraba en sus domicilios por ciento veinte mil compatriotas fallecidos.