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DIARIO DE UN OPTIMISTA

Los mercaderes del Apocalipsis

En nuestro 'mundo feliz', vivimos más tiempo, con mejor salud, existe una cierta igualdad entre los sexos y entre los grupos sociales, el despotismo está atenuado por los derechos de la oposición, reina la libertad de expresión, la opresión religiosa ha desaparecido y la tolerancia es la norma, o casi la norma

El angelismo del sanchismo

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CARBAJO & ROJO
Guy Sorman

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Hace tres siglos, Voltaire, el más ilustre de los filósofos de la Ilustración, escribió que vivíamos en «el mejor de los mundos posibles». Sus palabras estaban teñidas de ironía, ya que el propio Voltaire no se sentía del todo satisfecho con el mundo existente. ... Toda su vida luchó contra lo que consideraba las dos plagas de la época: el abuso del poder monárquico y la intolerancia religiosa. Ello no impide que sus palabras estuvieran impregnadas de gran sabiduría, porque rechazaba de antemano las ideologías extremas, aquellas que, como el socialismo, daban por sentado que el hombre, la naturaleza humana y el mundo podían cambiarse. Habría detestado la Revolución que vino después de él y que, paradójicamente, tomó su relevo. Ese mismo Voltaire, si volviera a estar entre nosotros, se sorprendería enormemente de los gigantescos avances conseguidos desde su época. En nuestro 'mundo feliz', vivimos más tiempo, con mejor salud, existe una cierta igualdad entre los sexos y entre los grupos sociales, el despotismo está atenuado por los derechos de la oposición, reina la libertad de expresión, la opresión religiosa ha desaparecido y la tolerancia es la norma, o casi la norma. Evidentemente, aquí hablamos solo de Europa occidental, donde reina la paz desde hace casi ochenta años. Y, sin embargo, hay muchos ciudadanos europeos que no se conforman con este mejor mundo posible. Imaginan uno mejor todavía, lo cual es muy loable, pero no nos proponen realmente un camino a seguir. Y, a diferencia de lo que sucedía hace unos treinta años, el debate político gira ahora menos en torno al progreso deseable que en torno a las catástrofes que hay que evitar. Anunciar el Apocalipsis está de moda: permite medrar tanto a los políticos como a los ideólogos.

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