DIARIO DE UN OPTIMISTA
Europa en el retrovisor
Las soluciones de Draghi son pamplinas socialdemócratas pasadas de moda, políticas keynesianas que únicamente conducen al despilfarro del dinero público e incluso a la inflación. Es significativo que este informe sea aplaudido por Thomas Piketty
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Iniciar sesiónEl 7 de septiembre, Mario Draghi, expresidente del Banco Central Europeo y exjefe del Gobierno italiano, presentó a la Comisión Europea un informe sin concesiones sobre el estado comatoso en que se encuentra Europa. Trató de despertarnos mostrando cómo nuestra Unión se ve ahora ... atenazada por Estados Unidos y China. China nos está alcanzando gracias a su desarrollo económico y militar y, a la larga, puede amenazarnos. ¿Y Estados Unidos? No deja de acumular avances técnicos, militares y financieros que están reduciendo nuestro continente a la condición de parque de atracciones.
Por ejemplo, el informe Draghi señala que, desde el año 2000, el crecimiento de la renta per cápita en Estados Unidos ha sido el doble de rápido que el de Europa. Nuestro empobrecimiento relativo pasa prácticamente inadvertido porque nuestra población disminuye: la parte del pastel económico que corresponde a cada uno es, por tanto, más o menos constante. Pero la tarta en sí está disminuyendo y, si no despertamos, a la próxima generación solo le quedarán las migajas.
Europa, que durante cuatro siglos fue foco de la innovación, parece haber perdido ahora toda capacidad de inventar. Como si nos confundiéramos de época y acerca de nosotros mismos, Draghi señala que cultivamos nuestras actividades de ocio y sectores obsoletos como el transporte. Pero en todo lo que respecta a la nueva economía, Europa está ausente. En nuestro continente no tenemos empresas importantes de informática, microprocesadores o inteligencia artificial, y ninguna que esté a la altura de las de Estados Unidos, China o incluso India. Parecemos ajenos a la dura realidad de que nuestra existencia cotidiana, privada o profesional, depende enteramente de los microprocesadores chinos, de la inteligencia artificial estadounidense y de un comercio internacional que se desmorona. Rusia amenaza nuestra seguridad, pero Europa es incapaz de plantarle cara por sí sola; mientras que Estados Unidos produce y exporta un solo tipo de tanque, apunta Draghi, en Europa tenemos media docena de ellos, incompatibles entre sí. Así que Europa por sí sola no asusta a Vladímir Putin, y tampoco a Xi Jinping. ¿Qué atrae a rusos y chinos a Europa? Las vacaciones en la Costa Brava o la Costa Azul. ¿Debemos quejarnos? Aquí se vive bastante bien, las pensiones son cómodas y la solidaridad social es aceptable. Pero, ¿hasta cuándo?, se pregunta Draghi.
Su observación no es nueva, pero tiene la ventaja de reunir los elementos dispares de nuestra debilidad en un todo coherente y hacernos comprender hasta qué punto nuestra anemia –sobre todo la falta de innovación– es colectiva. En teoría, esto exigiría una respuesta europea también colectiva: un hecho innegable, pero unas soluciones menos convincentes.
Mario Draghi, que nos amenaza con un futuro incierto, me parece un hombre del pasado en la medida en que propone más políticas públicas que han demostrado su ineficacia. En su opinión, deberíamos invertir masivamente en investigación, sobre todo en 'descarbonización'. Según Draghi, esta es la ventaja comparativa de Europa. ¿Se habrá convertido al culto verde de santa Greta Thurnberg? Para llegar a ser líderes de la descarbonización, Draghi invita a los Estados europeos a solicitar gran cantidad de préstamos, a endeudarse colectivamente y a gastar ese dinero en despertar nuestra creatividad. ¿Desde cuándo el dinero público despierta la creatividad?
El informe Draghi pasa por alto el hecho de que todos los países europeos son deficitarios y que, independientemente del nivel de endeudamiento, las tasas de crecimiento son comparables y débiles en todas partes. Es cierto que Estados Unidos está más endeudado que Europa, pero es imposible establecer la más mínima correlación entre el déficit presupuestario en Estados Unidos y la innovación en Silicon Valley, por ejemplo: allí las 'start-ups' se financian con capital-riesgo privado. Además, como el dólar es incuestionable, las entidades crediticias saben que los préstamos serán reembolsados, un lujo del que no disponen los europeos; un endeudamiento excesivo pondría en peligro el euro. Las soluciones de Draghi son pamplinas socialdemócratas pasadas de moda, las llamadas políticas keynesianas que únicamente conducen al despilfarro del dinero público e incluso a la inflación. Es significativo que este informe sea aplaudido por el economista francés Thomas Piketty, guía intelectual de la vieja izquierda.
Sería mejor preguntarse –cosa que el informe Draghi no hace– por las razones profundas del aletargamiento del espíritu emprendedor en Europa. En todo nuestro continente, la actividad empresarial está anestesiada por, uno, la gran cantidad de normativas nacionales y europeas; dos, por el coste de la redistribución social; y tres, por la ideología ecologista. Esta ideología aprisiona a las empresas con alambradas de espino que desalientan la innovación y disparan los costes, en particular los energéticos. Draghi señala hasta qué punto el coste de la electricidad frena el crecimiento, pero aboga por la energía 'limpia', que encarece este coste; nuestro autor no ve la paradoja. A no ser que le guste más estar a la moda.
¿Qué despertaría a Europa? Desde luego, no más intervenciones públicas, sino menos. Lo que nuestro continente necesita no es más gobierno, sino más liberalismo. Y, aunque esto no resulte muy popular, necesitamos más inmigración organizada para compensar el desplome de la natalidad. Nuestra Europa no solo está atrapada entre China y Estados Unidos, sino también en el terreno de las ideas, entre la comodidad temporal de la socialdemocracia y la necesidad del liberalismo. Hubo un tiempo en el que líderes auténticos como Ronald Reagan, Margaret Thatcher, Helmut Kohl y José María Aznar eran los portadores de un discurso liberal. Esta generación no ha sido reemplazada; hoy no oímos a ningún jefe de Gobierno o de partido decir la verdad. Todos coinciden en decirnos «a dormir, niños», porque despertar significaría trabajar más, más tiempo, tanto como los estadounidenses, en lugar de prestar atención a nuestra 'huella de carbono'. El ecologismo y la socialdemocracia son drogas blandas que producen una adicción prolongada en la mente colectiva y en el discurso mediático. Para despertarnos, tendríamos que desintoxicarnos, algo que el informe Draghi no propone.
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